Capítulo II

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Capítulo II:

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MUÑECAS ROTAS

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Feliz cumpleaños, Sasuke.

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Sasuke.

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― ¿Ya te vas?― Me preguntó la pelirroja desde la cama, cubriéndose con las sábanas.

―Si― Le contesté mientras asentía y terminaba de abotonar mi camisa.

―Quédate otro rato― Esta vez fue la otra pelirroja la que hablo, Karin o Tayuya

Bueno no recuerdo cual es cual, sé que una es Karin y la otra es Tayuya.

―No puedo― Murmure y ambas chicas hicieron un puchero.

Que buena idea había tenido Naruto en hacerme esa fiesta sorpresa por mi cumpleaños.

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―Buenos días, señor Uchiha― Me saludo la recepcionista de la empresa y sonrió de lado cuando pase frente a ella.

Mis padres y mi hermano mayor habían muerto cuando yo aún era un niño, mi tío Madara se había hecho cargo de mí hasta cumplir los dieciocho años. Había ingresado a la universidad y actualmente trabajaba en el estudio jurídico familiar.

―Señor Uchiha― Susurro mi secretaria.

―Buenos días, Hinata― La salude pasando frente a su escritorio y me encamine a mi oficina.

A media mañana recibí la visita del cabeza hueca de mi mejor amigo.

―Sasuke― Me saludo con una sonrisa de lado ingresando a mi oficina.

Naruto― Dije en forma de amenaza, lo cual no funciono y Naruto acabo sentándose en la silla frente a mi escritorio ― ¿Qué quieres?― Pregunte entre dientes.

―Nada― Comentó divertido ―¿Te divertiste anoche?― Yo lo mire con el ceño fruncido, el rubio me ignoro.

―No te voy a contar de mi vida sexual, tarado―

―Tarado tú ― Me insulto.

―Permiso― Dijo en un susurro Hinata mientras pasaba a la oficina.

― ¡Hinata!― Grito como siempre Naruto a modo de saludo.

―Naruto― Lo saludo en un susurro la de ojos perlas y dejo unos papeles sobre mi escritorio ―Permiso― Volvió a susurrar marchándose del lugar y cerrando la puerta detrás de ella.

Yo clave la vista en mi laptop ignorando al rubio. Quizás así lograba que se fuera.

―Que rara es tu secretaria― Murmuro ―¿Vamos a almorzar? ―

¿Por qué carajos este tarado era mi mejor amigo?

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Me quedaban solo un par de horas para acabar, el sol ya se había ocultado, serían cerca de las ocho de la noche.

―Vete tranquila, Hinata―

―¿Seguro? Puedo quedarme si quiere―

Teníamos casi la misma edad pero ella insistía en tratarme de ud. Asentí y prácticamente obligue a la pelinegra a irse a su casa. Ya no quedaba nadie en la oficina. Mi móvil me distrajo de la laptop y observe su nombre en la pantalla.

Muñecas rotas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora