~~~°°° Polvo de Estrellas°°°~~~

657 42 14
                                    

Albafica caminaba taciturno en dirección a la doceava casa del zodiaco, la sangre escurría de su hombro tras una batalla con los espectros, tapando el envenenado aroma en ella con su blanca capa, subió los escalones del templo de Aries, donde fue recibido por el caballero y futuro patriarca, Shion de Jaümir, quien con alegría dejó su trabajo para saludar a su colega.
—¡Albafica! Recién dejó de llover y pareces venir de una misión —
El ojiazul apenas se detuvo, ni siquiera correspondió el saludo, pero la sonrisa fue inmediata, aún cuando se sintió culpable por ello
—Si —respondió a secas —Debo ir al recinto del Patriarca, voy a pasar, Shion —
El rubio había dejado abajo sus herramientas, había adoración en sus ojos por ver la brillante figura del caballero de Piscis, hasta que un manchón rojo llamó su atención, se había descuidado, la capa se despegó de su herida y Shion le tomó de la mano, jalándolo hacia si
—¡Espera, Albafica! —habló Aries, pero Piscis no se detendría —¡Espera!  —
Insistió el mumiano, Albafica sabía cuán protector podía ser su compañero, lo reflejaba en cada arruga que se había formado en su rostro perfecto, la preocupación genuina que se le regalaba…
—¿Te hirieron en la misión? Ah ¡Tu hemorragia no se detuvo! –
Shion actuaba por instinto, se acercaba más cada vez a la herida, provocando el pánico de Albafica, quien habló de forma dura, deseando mostrar dureza en vez de terror
—A un lado Shion —
Exclamó arrebatando su mano de la del mumiano, ocultó su rostro y herida una vez mas
—Cuantas veces tengo que decirlo... ¡NO ME TOQUES!  —
El de ojos terracota se vio triste, sus miradas encontradas decían demasiado, tanto que acabaron con las palabras
—¿Sabes, Albafica...? —susurró Aries con tristeza— Yo no le temo a tu sangre envenenada  —
Esta respuesta hizo que el andar de Albafica se detuviera en seco, mientras los ojos del carnero blanco reflejaban paz y anhelo, podía jurar que los propios sólo transmitían tristeza y dolor. Por supuesto que no pudo sostener su mirada, ya en sus ojos asomaban un par de lágrimas; sintió como Shion le abrazaba por la espalda, apretando sus puños, su mente le ordenaba apartarse, más su cuerpo añoraba aquel cariño, Shion lo continuó abrazando, casi en actitud infantil, puso sus labios en el hombro del menor, peligrosamente cerca de su sangre toxica, diciendo sin despegarse.
—¡Oh Albafica! No me gusta verte así —
El ojiazul al notar la cercanía de su sangre con el carnero, se zafó de su abrazo de forma violenta
—¡Aléjate, he dicho! —
Gritó Albafica con la voz rota, sin embargo, le había regalado al carnero la primer fisura en su alma de hierro
—¿Porqué? —
La voz de Shion fue más dura, su mirada quemaba aún a sus espaldas
—Mi veneno...tengo miedo de...—
Se justificaba el dorado, más no acabó la frase, pues el rubio lo giró para obligarlo a verle, con actitud exigente, tomándole por el brazo sano
—¿De que? ¿De envenenarme como a Lugonis?—
El dolor de su difunto maestro esta latente aun en el corazón del peliturquesa, quien sacudió de sus hombros las manos del dorado, bajó la mirada con dolor y alcanzó a susurrar
—Aléjate —
Se giró sin decir más palabras una vez mas, las lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro, el lemuriano se mordió los labios, comprendiendo el daño hecho por sus precipitadas palabras, tomó una vez mas el brazo de su compañero, quien se giró lleno de ira hacia el
—¡TE HE DICHO QUE...!—
Fue alcanzado por sorpresa, eran los labios del rubio sobre su boca, ahora lo abrazaba, quedando manchado por la sangre toxica sin ningún temor, el beso llevaba una pasión tal, que el ojiazul terminó por ceder ante el beso, correspondiendo tímidamente en un inicio, soltándose de a poco hasta que su mano abrazó la nuca del carnero. Se separaron jadeando, las mejillas del ojiazul continuaban mojadas por el llanto, Shion comenzó a limpiar sus lágrimas con los labios, con la sorpresa de Albafica, quien se apartó viendo a su vez con tristeza la armadura dorada de su colega manchada con el veneno carmesí que corre en sus venas, tomando un poco en sus dedos, la culpa golpeó su cabeza.
—Shion... —
Pocas veces aquél hombre se había quedado sin voz, miró triste a su vez la reacción de su compañero
—Aún estás herido—
Señaló Shion, cubrió de nuevo la herida en su hombro y el futuro patriarca extendió hacia él su mano, incendiando su cosmos para curar la herida de Albafica, quien hizo una pequeña mueca de dolor hasta que el rasguño simplemente desapareció...
—Yo, Gracias... —
Murmuró Piscis abochornado, miró de nuevo los profundos ojos, se dio la vuelta por ultima vez
—No te preocupes por mi, tengo resistencia a tu sangre...—
Sonrió Aries con confianza y los ojos de Albafica brillaron, miraron una vez mas a aquél hombre, quien le extendió su mano, el dorado la tomo con un gesto aún triste, quería confiar, quería imaginar que no estaba destinado a estar solo, quiso soñar que no tenía que llevar todo el peso sobre sus hombros.
—Repararé tu armadura, has tenido una magnífica misión, no será justo que el patriarca te vea con la armadura rota—
Albafica seguía sin comprender, Shion hablaba tan decidido, al final el ojiazul sonrió tenue, su armadura se desprendió del cuerpo formando la pandora box, la ropa de éste había quedado pegada a su fino cuerpo, haciendo que el santo de Aries se sonrojase.
Shion se adentró en su templo para traer sus herramientas, y ocultar su rubor, regresó y puso la pandora box frente a el, comenzando a martillear con delicadeza, vertiendo polvo de estrellas, haciéndolo volar tras cada cincelada y en poco tiempo su cuerpo quedó también bañado del destello de las estrellas al morir, estaba casi terminado, se incorporó sin trabajo, suspirando largamente la armadura de Aries comenzó a desprenderse también del portador, sólo entonces los ojos castaños le miraron de nuevo, Albafica contemplaba casi atónito el trabajo y el cuerpo del herrero, sin poder decir cuál de los dos en mayor medida.
Shion había quitado los vendajes de su mano derecha, haciendo una larga cortada, que comenzó a sangrar, derramando el tibio líquido sobre la cloth de Piscis, que respondió al sacrificio brillando con intensidad, cual cosmos de dioses.
—Curas mi herida, pero en tu brazo logro ver mas de cien ¿Que acaso no te duele? —
Comentó por fin Albafika, mirando con un nudo en el estómago la herida en el brazo del dorado, era una pregunta obvia, pero Shion no pareció notar el doble filo y sonrió ante sus palabras
—No, esto es un sacrificio que se tiene que hacer, las armaduras necesitan sangre para poder vivir...—
El doceavo caballero apretó los puños, agachando su rostro, habló triste interrumpiendo al mayor
—De forma que sí lo entiendes Shion —
Había caído, la fuerza de Albafica se dejaba sentir en cada palabra
—¿Que?—
—Todos tienen que hacer sacrificios por su constelación, el mío es este...—
Shion curó su herida, vendándola y cubriendo una vez mas todas las marcas encimadas en su brazo, se tomó su tiempo mientras analizaba las palabras del dorado
—Albafika, la soledad no es un sacrificio justo...—
—¡Entiéndelo! Yo no tuve elección ¡LA GENTE QUE TOCO ESTÁ CONDENADA!—
El afeminado cuerpo del ojiazul temblaba de dolor y rabia, los ojos de Shion cayeron
— Albafica... no fue tu culpa ese accidente—
Comenzó Shion, su voz y sus gestos demostraban paciencia eterna
—¡No hables de ello! —
Gritó Piscis, la ira era el reflejo del miedo, el miedo producto de sus sentimientos encontrado y Shion, limpiándose el polvo de estrellas, tomó el rostro de Albafica, pero el corazón del griego ya estaba agitado, ahora fue él quien tomó por sorpresa al carnero y le besó, Shion acarició el largo cabello turquesa de su amigo, quien tras ese arrebato se hundió en su pecho, sonrió, sintiendo el beso en sus cabellos, ambos cerraron los ojos.
Al separase, los ojos de Albafica brillaban, con una sonrisa tenue, tomó su pandora box , liberando la armadura que acababa de revivir
—Gracias Shion... yo... voy tarde con el patriarca...—
Ambos se despidieron con una sonrisa, al pasar a su lado, el santo de la primer casa sintió el impulso de besar una vez mas al doceavo guerrero, quien sintió un impulso parecido, se encaminó sonrojado hacia la casa de Tauro, donde Aldebarán, lo miraba con una sonrisa cómplice y las cejas levantadas, había visto todo lo ocurrido en la primer casa, mostrando la complicidad en su mirada
—Buen día Albafica... —
—Aldebarán... —

                   ~~ ————————— ~~

Los doce lo sabían, el patriarca lo sabía, ver partir a Piscis hacia aquella misión había menguado la atención de Shion, un par de días más tarde, el cosmos de un espectro desapareció y Albafica comenzaba su regreso.
Shion fue el primero, ni siquiera los golpes del entrenamiento podían hacer que Aries despertara, mirando atento al horizonte, apenas pudo sentirlo desapareció del campo de batalla, no lo esperó en su templo, apenas pudo contenerse de correr por todas las escaleras, pero en el primer descanso, con un nudo en el pecho y el gesto cansado, Shion de Aries esperó a aquél caballero que le había robado corazón y alma, se le veía cansado, los pasos pesados, capa y armadura llenas de tierra, pero cuando su mirada fue atrapada por esos ojitos bellos, la sonrisa que le regaló le derritió en el momento, fue a sus brazos corriendo, buscando los tibios labios rojos que tanto extrañaba.
Más el tiempo corrió rápido a partir de ese día, la guerra santa comenzó en la siguiente luna...

Casi FácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora