07.

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[NIALL]

—¿Que estas planeando, rubia?

Girando sobre mis talones, observé a Dacel salir por la puerta trasera mordisqueando una manzana y mirando hacia mi como si me hubiese crecido pelo verde. Llevaba pantalones holgados y... bien, eso era lo único que llevaba, lo que me decía que lo había despertado y sacado de la cama con mi escándalo. No me importaba, a decir verdad. Y si mi mirada se tardó un poco en su pecho desnudo antes de deslizarse a su rostro, era algo que jamás admitiría.

—Ponte ropa, a los vecinos no les gusta el exhibicionismo —mascullé, tomando el martillo que había abandonado en el suelo—. Créeme, lo sé por experiencia propia.

La bolsa de clavos en mi bolsillo produjo en suave sonido de tintineo mientras me movía para clavar otra tabla. Había pasado gran parte de la noche armando la estructura de mi proyecto, acababa de terminarla y aunque estaba cansado, me había propuesto no parar hasta que la maldita cosa tomara forma.

—No estoy desnudo, estar sin camiseta no es exhibicionismo —contrarresto—. ¿Vas a contestar a mi pregunta?

—¿Qué pregunta?

Le fruncí el ceño cuando se acercó a ayudarme a cargar una tabla, no necesitaba ayuda, pero él no pareció entender la indirecta cuando siguió sujetándola—. ¿Qué estás haciendo?

—No te importa —gruñí, intentando alejar la madera de sus manos, pero sin lograrlo—. Suéltala.

—No, hasta que me digas que estás haciendo. —frunció el ceño—. ¿Y cuánto tiempo has estado aquí fuera? ¿Te has estado hidratando? ¿Has comido algo? Mierda, entra a la casa ahora mismo para que pueda revisarte.

—Tu no quieres revisarme, quieres manosearme —acusé—. Además, estoy en medio de algo, no te metas.

—¿Al menos dime que rayos planeas?

—No.

Soltó la tabla de golpe, logrando que se me resbalara de las manos y cayera al suelo, casi golpeándome en los pies. Estaba tan concentrado en mirar el ofensivo objeto, que me perdí totalmente los movimientos de Dacel hasta que me arrojó sobre su hombro.

—¿Qué rayos haces, pedazo de anormal? —grité.

—Cuidar de ti, maldito terco.

Me quejé, me revolví y hasta intenté morderlo, pero el tipo no me soltó hasta que habíamos entrado a la casa y puesto el seguro en la puerta. Dejándome en el suelo, me empujó hacia una de las sillas alrededor de la mesa y me dio una de sus patentadas miradas de "hazme enojar y te golpeo". Dacel ya había demostrado que podía patearme el culo cuando lo deseara, así que, como un buen niño, hice lo pedido.

Cinco minutos después, un vaso y plato fueron colocados frente a mí. Miré ambas cosas con el ceño fruncido antes de tocar el primero con la punta de mi dedo—. ¿Qué es eso?

—Leche baja en grasa.

—Yo no tomo leche —le fruncí el ceño—. No soy un bebé, quiero mi café.

—Suenas como un bebé en este momento —señaló—. Y estas diciéndole adiós al café ahora mismo.

—¿¡Que!?

—No es bueno para ti, subiría tus niveles de glucosa y seguramente te enviaría nuevamente al hospital —elevó una ceja—. No quieres volver allí, ¿verdad?

—No —mascullé, poniendo mala cara—. Pero no puedo vivir sin café.

—Si puedes y desde ahora lo harás —hizo una seña hacia la cosa había puesto frente a mí y osaba llamar alimento—. Come.

La locura de Niall |Niall/Dacel|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora