Miedo.

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Despertó. Estaba en su casa, recostada en su cama. El cuerpo le dolía y sentía un cansancio terrible. Su madre estaba sentada en una silla a su lado, se le veía nerviosa y algo triste. Tenía los ojos hinchados, había llorado.

Anna notó la ausencia de su padre y temió lo peor.

—¿Dónde está papá? —dijo, su dulce voz alertó a su madre, quien al verla sonrió y le abrazó con felicidad y algunas lágrimas en los ojos.

—Tu padre está en el trabajo, vendrá más tarde. —dijo después de besar su mejilla.

Anna suspiró. —Ah, me asusté. —no sabía como explicaría las cosas a su madre. Entonces recordó lo que sus ojos habían causado, su madre los miraba, así que se los tapó con una almohada, no quería matar a su madre. —¡No me veas! —gritó.

—¿Qué te paso? —su madre estaba preocupada. —Tranquila.

Anna deslizó la almohada hasta su pecho y miró hacia ella.

—No lo sé mamá, un tipo... —su madre le interrumpió. No podía ocultarle la verdad.

—Te encontraron al lado del cuerpo de un maestro, hija. —el miedo se reflejó en sus húmedos ojos —¡Muerto! Nadie sabe por qué, él estaba perfectamente de salud. No tenía ninguna seña de haber sido atacado. —un aire de inseguridad salió de sus labios. —¿Tú sabes algo, hija?

—Yo no lo maté mamá, mis ojos lo hicieron. —fue todo lo que logró articular. —Te-te lo juro. —tartamudeó.

—¿Que? —dijo Lucy confundida ante tal respuesta de su hija. —Tu no fuiste, Anna. No digas tonterías.

—En serio, mamá. De hecho, creo que vi su vida. —su cansancio se fue por unos instantes.

—Ah, ¿sí? Cuéntame, ¿quién era?

—Se llamaba Edward Stear. Tiene tres hijos, que viven con su madre, su exesposa. A ella a vio abrazando a otro hombre. Él siempre fue gordito, le hicieron bullying por eso buena parte de su vida. Aún así era feliz, el fin de semana pasado conoció a una mujer, es linda y se llama Marie.

—Dios. —era cierto, o al menos, el nombre y la existencia de la mujer eran reales, Lucy había escuchado decir aquellos nombres. —¿Qué le hiciste?

—Te digo que nada. Me vio a los ojos y sentí unas cosquillas en mi estómago, las mismas que siento cuando me emociono, después gritó de una forma rara y murió.

—No sé qué decirte, hija. —dijo con sinceridad. Toda esa información la agobiaba. —Tal vez estés enferma o algo...

—No te preocupes mamá. Es normal en mí. —le interrumpió Anna. —Un muchacho me lo dijo, dijo que mis "poderes" —explicó haciendo un gesto con las manos de comillas. —Irían creciendo, que cuando tenga como quince años podré decidir quién moría y quién no. Además, dijo que es un mensajero de alguien más poderoso.

—No le creas hija, seguramente está loco.

—Pero, solo yo...

Su madre le interrumpió esta vez.

—Hija, mejor descansa un poco.

—¿Más? —Anna comenzó a refunfuñar, estaba cansada, si, pero quería no estarlo.

—Si.

En el momento que su madre abandonaba la habitación, Anna le dijo algo:

—Mamá tengo miedo. Lo último que vi antes de desmayarse fue una figura saliendo del cuerpo del señor. Era blanca.

La Chica De Los Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora