Kevin

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—¿Kevin? ¿Q-Que haces aquí? —Anna se puso muy nerviosa, sus manos comenzaron a sudar.

—Tranquila, mi Annie. Te seguí desde el día en que te expulsaron, nadie sabe dónde vives, solo yo. —su voz sonaba idéntica a como recordaba, tenía un aspecto infantil.

—¿Qué haces aquí? —dijo Anna con cierto miedo y enojo, ¿qué estaba pasando?

—Te vengo a saludar, Anna. Me costó bastante encontrarte, sinceramente.

—Pero tu estás...

—Muerto, si, lo sé. —Kevin rió. — Qué loco, ¿no? —atravesó la alacena con su mano y la abrió desde dentro.

—No, tu deberías estar en otro lado. —cerró la puerta de la alacena, casi azotándola.

—No existe otro lado Anna, no existe.

—¿Entonces por qué no te vi nunca hasta ahora?

—Te encontré hace tiempo, pero no era el momento oportuno. Anna, esto de estar muerto es difícil de comprender para una mente como la tuya.

—Pero...

—Sí, sufriste, te vi.

Aunque quería gritarle "¿Y por qué no estuviste ahí?", lo dejó pasar y decidió no alterarse más de lo que la presencia de Kevin ya le causaba.

—¿Qué pasó? ¿Por qué me viniste a visitar? —intentó sonar tranquila, pero estaba claro que no podía.

—Te quería avisar de algo. —su infantil voz se tornó oscura. —Estando muerto se puede viajar en el espacio y tiempo, entre épocas, vaya. Anna, he visto tu muerte y no quiero que mueras así.

—Déjame adivinar, ¿moriré sola? —se rio—Eso ya no me importa.

La mirada de Kevin se ensombreció, bajó la vista y luego miró a Anna a los ojos, a quien le recorrieron cientos de escalofríos. Lo pudo ver, su muerte se reflejaba en los ojos de su fallecido amado. Moriría asesinada, diez disparos en el pecho por parte de Peter. Se le heló la sangre y finas lágrimas recorrieron sus mejillas.

Sin embargo, la tristeza que sintió se vio opacada por la ira.

—¡Pero si no lo veo desde hace años! —dijo golpeando con sus puños la mesa. Si él estuviera vivo, lo habría asesinado con una mirada. O no, tal vez lo abrazaría.

—Eso no importa, ten cuidado y esto no pasará. —Kevin pasó su fría mano por la pálida piel de Anna y se esfumó en el aire. —El futuro no está escrito, lo he visto cambiar millones de veces. —aquellas últimas palabras quedaron flotando en el solitario espacio de la casa.

El pánico, entonces, se apoderó de ella. Si Peter daba con ella... No, tenía que impedirlo. Con cuchillo en mano revisó cada habitación en su casa, abrió cada puerta y revisó cada espacio donde un humano podría ocultarse. Salió y revisó el establo abandonado de la casa, nunca lo ocupo, puesto que nunca logró aprender a cultivar su comida, estaba igual de vacío que sus ojos. Nada, ninguna señal de vida. Se sentó en el polvoriento piso y suspiró, estaba agotada y el miedo se desvaneció poco a poco hasta que llegó la noche.

Fue entonces cuando lo escuchó, un auto se estaba estacionando frente a su casa. Anna se asomó por un agujero en la madera del establo, para su sorpresa, sus ojos se adaptaron rápido a la oscuridad de una noche sin luna. El auto era negro, tenía un símbolo en el costado, parecía de la policía o alguna corporación importante.

La Chica De Los Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora