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—. La persona que necesitamos va a estar en el hospital - informa una persona a través del audífono.

—. Bien, ¿procedo? - pregunta, viendo a un hombre de traje entrar con varios guardaespaldas.

—. Ten cuidado - le responden.

El menor asintió, comenzando su actuación.

Caminó apresurado mientras fingía revisar unos papeles, hasta que chocó con aquel hombre, exaltándose y tirando todo. 

—. Oh, discúlpeme, estaba distraído y no veía por donde iba - dice, agachándose para recoger los papeles. 

—. No, no se preocupe, debe de estar muy ocupado, y yo no me di cuenta, no se altere - le responde el hombre, agachándose con él para ayudarlo a recoger los papeles. 

Le hizo entrega de las hojas, viéndolas de reojo, hasta que se percató de una foto y un nombre familiar. 

—. ¿Usted atiende a esta joven? - pregunta, señalando el papel. 

Quackity fingió fijarse bien, para luego asentir —. Sí, yo soy el doctor de la señorita Flora - responde, agrupando todos los papeles y guardándolos —. Si me disculpa, me retiro.

Estuvo a punto de irse, hasta que el hombre lo retuvo. 

—. ¿Podría hablar con usted? 

Ambos estaban en una cafetería, sin guardaespaldas, completamente desprotegidos.

—. ¿Cómo se llama? ¿Qué edad tiene? - pregunta el hombre, sonriente.

—. Soy el cardiólogo y cirujano cardiovascular, Quackity Maldonado, tengo veintitrés años - responde. 

—. ¿Desde cuando atiende a pacientes? Es muy joven - dice el hombre, sorbiendo de su té.

—. Atiendo pacientes desde los veinte, me gradué de la Universidad de Harvard a los diecinueve - dice, orgulloso. 

—. Es demasiado sorprendente, supongo que es alguien muy inteligente - comenta el hombre. 

—. Ya lo creo - dice Quackity, sonriéndole —. Ojalá todos lo fueran, así no se involucrarían en cosas que no deben. 

El hombre lo miró confundido, el menor negó con la cabeza, restándole importancia.

Continuaron hablando por un rato, hasta que Quackity le dijo que debía de volver al trabajo. 

—. Doctor, de verdad, muchas gracias por cuidar a Flora - dice el hombre —. Sé que no estoy en sus registros, pero yo soy el verdadero padre de esa niña. Aunque no haya convivido con ella, siempre velo por su seguridad. Así que, muchas gracias, hace un gran trabajo. 

Quackity le sonrió, agradeció los halagos y se retiró.

—. Salí - dice, a través del audífono. 

Quackity subió a su auto, encendiéndolo.

Mientras se alejaba, escuchó el sonido de un tiro de sniper, asegurándole que el trabajo estaba hecho. 

Conducía de regreso al hospital, viendo como ambulancias pasaban para llegar al café en el que estaban antes. 

El descuido de aquel hombre facturó su vida, no se percató de sus intenciones, ni siquiera de que la cafetería no tenía cámaras y que esas calles eran poco seguras. 

Todo había salido de maravilla. 

Mientras, Spreen se encontraba apuntándole a un hombre de traje que caminaba a paso ligero. 

Sinners - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora