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Ya no me queda otro lugar al que ir, espero que aquí puedan ayudarme, no quiero volver a tener que huir y esconderme por temor a ser asesinada por culpa de algo que no controlo. Llego frente al enorme castillo y cuando intento entrar para tener una audiencia con el rey los guardias lo único que hacen es reírse y burlarse de mí impidiéndome la entrada al castillo. Frustrada y molesta con ellos me alejo para buscar una manera de poder encontrarle, de repente escucho un ruido que logro identificar como un llanto, así que me acerco y veo a una joven de unos 8 o 9 años más o menos, piel morena, cabellos largos y pelirrojos, cola verdosa con detalles violetas y rosáceos en la aleta a juego con lo que le cubre el pecho, está tirada en la arena mientras solloza, así que con cautela me acerco a ella.

-Hola, ¿estás bien pequeña?- pregunto con amabilidad y me ve un poco asustada- tranquila, te he escuchado llorar y he venido a ver si estás bien- trato de calmarla

-Mi padre no me deja hablar con extraños- dice intentando controlar su llanto

-Cierto, qué desconsiderada soy- me doy un ligero golpe en la frente poniendo los ojos en blanco mientras niego- permíteme que me presente, me llamo Luzbel, un placer conocerte, mi señora- hago una burlesca reverencia haciendo que se ría- ¿ahora puedo saber cómo os llamáis, pequeña desconocida?-

-Ariel, así me llamo- sonríe levemente

-Es un bello nombre para una hermosa jovencita, pero no para una que llora, ¿qué lo ha provocado?, si se puede saber- me siento a su lado

-Mis hermanas estaban hablando sobre nuestra madre y yo les pedí que no lo hicieran ya que yo no tuve la suerte de estar tanto tiempo con ella como ellas, entonces se enfadaron conmigo y he tropezado y me he hecho daño en mi cola- alza dicha parte y veo que tiene una pequeña herida y de esta sale sangre

-Bueno, creo que puedo ayudarte un poco, claro, si me permites- ella asiente y me deja ver su cola- ¿sabes?, yo también echo de menos a mi madre, yo la quería mucho pero cuando descubrió que soy diferente al resto, bueno, me echó de casa y me exilió de mi familia, llevo buscando ayuda en todas partes por mucho tiempo y por eso he venido a ver si el rey puede ayudarme un poco- trato de que piense en otra cosa- bueno pececita, esto ya está- se mira la cola y está como nueva, me ve con gran asombro

-¿Cómo lo has hecho?-

-Con un poco de magia- consigo hacer que en mis manos comiencen a salir luces de colores

-Impresionante, entonces también tienes magia como mi padre-

-¿Y quién es tu padre?, a lo mejor él puede ayudarme- trato de convencerla

-Mi padre es el Rey Tritón- creo que mis ojos casi se salen de sus órbitas del asombro- seguro que él puede ayudarte después de haberme curado- se levanta del suelo y toma mi mano- ven, te llevaré con él- vaya, esto ha sido demasiado fácil, nadamos por donde ella me guía hasta lo que parece un salón con ocho tronos, teniendo uno en medio y más grande y en este hay un hombre imponente, con barba y cabello grisáceos, de ojos oscuros, con una coraza reluciente que cubre su torso, una corona sobre su cabeza y un tridente brillante en sus manos, la niña se suelta de mi mano para llamar su atención- padre, he traído a una chica que me ha curado-

-¿De qué estás hablando Ariel?- le ve confuso sin percatarse de mi presencia- no hay nadie que pueda curar heridas- 

-Es cierto padre, me hice daño en la cola y ella me ha curado la herida- ahora se acerca a mí y jala de mi mano descubriéndome- se llama Luzbel- 

-Siento la intromisión, su majestad, lo que dice vuestra hija es cierto, he conseguido sanar su herida tras intentar tener una audiencia con usted por algo importante- explico muy tímida

Amor bajo el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora