CAPÍTULO 21

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EL LLANTO DE UN BEBÉ.

Grace

La mayoría de los días no somos conscientes de lo que tenemos, de las cosas buenas que tenemos a nuestro alrededor porque siempre tenemos una tendencia negativa y quejica de la vida, así nos ha moldeado la sociedad y la política debido a sus grandes ambiciones.

Por eso es muy necesario pararse un momento, reflexionar sobre uno mismo y agradecer lo bueno que tenemos, por pequeño que sea.

Y yo, lo que siempre agradezco es haberme puesto en el camino a un rayo de luz tan radiante que la gente que no lo ve estaría ciego.

Ese rayo de luz es Avalon, mi mejor amiga desde que tengo memoria y conciencia, un pilar muy importante en mi vida. Ella, junto con el resto de nuestras amigas y su hermano es la familia que tú eliges.

Cada vez que agradezco algo, me remonto al momento en el que nos conocimos. Teníamos tres o cuatro años, mi padre, Lord Clifford me llevó a una de las tantas cenas que organizan en la cámara de los lores, pero esa era especial porque estarían también los reyes. No me interesa la política y nunca llego a entender la conexión entre la corona y la cámara de los lores, pero el caso es que yo fui a esa cena y Avalon también. Yo era, y soy, muy reservada e introvertida hasta que no cojo confianza, y allí, yo era de los hijos de menor edad y no me relacionaba. Recuerdo estar en una esquina de la mesa de los niños con el libro que me leía mi madre por las noches y de repente se presentan dos niños frente a mí. Will era un poco más alto que su hermana, pero ella la que tiraba de él y la que tenía la batuta. Avalon llevaba una muñeca de trapo en la mano y Will se quejaba de que su camisa picaba.

—Hola, ¿cómo te llamas? —me pregunta la niña.

—Grace.

—Yo soy Avalon y él es mi hermano Will. ¿Quieres ser nuestra amiga?

—Sí.

Recuerdo que me pensé mucho esa respuesta, pero supongo que las primeras impresiones son las que desencadenan impulsos con razones que descubrimos con el tiempo. Ahora, veinte años después, esas dos simples preguntas fueron el inicio de la maravillosa vida que tengo.

Ser amiga de alguien tan importante como son ellos, crecer laboralmente en una empresa donde se respiran buenas vibras y solo ves diamantes en bruto que pules con mimo y esfuerzo y ahora empezar un nuevo proyecto de vida. La maternidad.

Lo admito, no fue buscado, fue un descuido, pero bendito descuido. Fue fruto de una noche en la que mi por aquel entonces pareja y yo lo hicimos sin protección por ser ansiosos y a mí se me olvidó tomar la pastilla anticonceptiva por tener un viaje de trabajo al que llegaba tarde. Aunque, sinceramente, si volviera a ese momento, no cambiaría nada de lo que ha pasado en estos casi nueve meses.

Eso sí, siempre usar protección y no ser como yo.

Podría decir que éramos unos críos, pero tenemos los dos veinticinco años, y no somos unos adolescentes, precisamente.

Con la maternidad es cierto que descubres lados de las personas que se mantenían latentes, como que mi pareja, con la que llevaba saliendo tres años, me contara que no deseaba tener hijos y que eso era una razón de peso para dejar la relación. Debería haber estado muy cabreada con él y muy dolida por la ruptura, pero luego comprendí que está en su derecho de eso y que en ese tema nuestros caminos chocaban. Quedamos como amigos, pero sin él siendo partícipe de la vida de mi bebé, porque no se puede anclar a una persona a algo que no desea, sería condenarlo a una vida infeliz en la que te acaba arrastrando a ella solo por el hecho de no dejar ir.

DINASTÍA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora