CAPÍTULO 26

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PATITO.

Avalon

Hoy Jasper me ha traído muy temprano al gimnasio, cosa que me parece muy rara cuando sabe que odio con toda mi alma madrugar. Aunque eso no es lo más raro de la mañana.

Lo raro es ver a Jasper con un aura entusiasmada y con una media sonrisa en los labios desde bien temprano.

Eso sí que me asusta. Acostumbrada a su mirada fría y gruñona, que esté sonriendo y ¿feliz?... Muy raro todo.

¿Qué tramas, señor gruñón?

—¿Por qué me has hecho venir al gimnasio cuando ni siquiera el sol se ha despertado? —bostezo tapándome con la chaqueta por el frío matutino.

Son las cinco de la mañana con la tontería.

—Necesitas calentar para lo que tengo pensado para hoy —pone a mis pies el material que uso para calentar, que no es más que una barra y discos ligeros.

Dios, con lo que hoy me apetecía quedarme en la cama leyendo o haciendo mis responsabilidades desde mi habitación... Entrenar no estaba en mis planes, más aún sabiendo que me quedan agujetas del último entrenamiento de pierna y el sexo que tuve con Jasper el día de la entrevista en la tele.

Él dijo que quería alimentar esas pasiones, y yo no me negué a ello. Solo que ahora aguanto agujetas dobles como campeona.

—¿Qué hay hoy? En mi agenda no hay nada para lo que necesite esta tortura medieval —gruño cogiendo el disco y empezando a entrenar con él vigilándome y corrigiéndome.

—En mí agenda sí hay algo, pero es secreto hasta que no llegue la hora.

—Jugar con la baza de que me gustan las sorpresas no me gusta.

—Este plan sí —me susurra al oído, erizando mi piel y dejando un sutil beso en la curva de mi cuello.

A este ritmo, ni entramos ni sorpresa, y yo sin sorpresa no me quedo.

—Termina el calentamiento mientras voy a por algo.

Le sigo a través del espejo, fijándome sobre todo en su espalda y culo... Ay Dios, necesito ya una ducha de agua fría.

Maldigo a Jasper con cada repetición de la rutina marcada, odiando cuando me tengo que hacer una coleta, pero se me acaban iluminando los ojos cuando lo veo arrastrar un saco de boxeo y descolgar de su hombro un par de guantes y otros que parecen para recibir golpes.

—¿Llevamos dos meses practicando cuerpo a cuerpo y ahora traes al saco?

—Seguimos en el calentamiento, princesita —me recuerda.

Frunzo el ceño, pero él eleva el mentón, gesto que hace mucho cuando no quiere responder a la pregunta, así dejo mi curiosidad a un lado y cojo los guantes.

—Tal como practicamos, pero con más intensidad, como si me quisieras dar una paliza de verdad.

—Podré descargar toda la rabia acumulada por todo lo que te odio —digo ajustando el cierre de los guantes.

—Repítelo —da un paso hacia mí.

—Te odio.

—Otra vez.

Da otro paso. La punta de sus pies choca con los míos.

—Te odio —digo más alto, alzando el mentón, enfrentándolo con la mirada.

Veo el fuego ardiendo en sus ojos.

—Otra vez.

—¿Estás sordo? He dicho que t... —su beso me impide acabar la frase.

DINASTÍA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora