CAPÍTULO 22

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TALENTOS OCULTOS.

Avalon

—Me quema —lloriqueo.

—Llevamos casi dos meses. Esa quemazón no debe ser un impedimento.

—Lo dice el que tiene una hipertrofia de músculos y no siente dolor.

—Quejarte no hará librarte de la serie. Termínala y te digo cuánto peso has hecho.

La última serie de sentadilla es la que siempre me sentencia, aunque debo admitir que noto los resultados. Me siento más fuerte, más ágil y guapa, todo hay que decirlo. A este ritmo, puedo empezar muy pronto las verdaderas clases de defensa personal más allá de darle golpes al saco o a los guantes de monitor.

Me quedan dos repeticiones más, pero en la última, Jasper es muy descarado y se acerca a mí justo cuando estoy subiendo, cuando tengo el culo en pompa, solo para provocarme.

—Capullo —gruño cuando apoyo la barra por fin.

Eso sí, hago una sentadilla extra para coger el agua, sin peso, para restregarle esas mismas vistas desde otro ángulo.

Usar ese deseo-odio a tu favor es mi afición cuando estoy en estas cuatro paredes negras acolchadas.

—Setenta kilos. Cuando llegues a ochenta, que es casi el doble de tu propio peso, entonces te enfrentas a mi cuerpo a cuerpo.

—Y te ganaré —alzo el mentón con aires altaneros.

—Muy segura estás tú de eso —me da la espalda para beber agua como yo y mitrar el móvil.

—Por supuesto. El aprendiz supera al maestro.

—Primero se anda antes de correr. Recuerda siempre eso.

Ruedo los ojos ignorando eso. Mi objetivo de tumbarlo en un combate no cambia y no pararé hasta conseguirlo.

Hay un momento en el que su expresión cambia y su mirada baila entre su móvil y yo.

—¿Pasa algo?

—Pues a ver... —se rasca la nuca, remarcando más sus oblicuos a través de su camiseta blanca ajustada y su brazo—, necesito pedirte otra noche libre, o día libre si hoy no tienes mucho trabajo. Es para algo muy importante, por lo que no podría ir tras de ti si algo te pasara o hicieras algo como la otra vez.

Creo que traumé al pobre con mi última escapada, la cual desde entonces no he vuelto a hacer esas sesiones.

—Puedo quedarme quietecita por un día.

—Prométemelo —se acerca a mi provocando que tenga que alzar la cabeza un poco para mantener el contacto visual.

—No me gusta prometer ni dar mi palabra por si luego no soy capaz de cumplirlas.

—Avalon...

—¿Ahora me tuteas? Pensaba que me odiabas más que nada en este mundo.

—No me toque las narices, Majestad, que esto es serio. Y sí, no sabes cuánto te odio —gruñe con la yugular marcada, pero con diversión en su voz y con un ligero desvío de la mirada hacia mi cuerpo.

Bien. Suficiente pelea por hoy.

—Prometo no escaparme —alzo mi mano para que vea que no tengo los dedos cruzados... Al menos los de la mano no, los de los pies...

«Prometo no escaparme hasta no saber lo que tramas». Cabecita mía, pensamos igual.

Su cara de alivio es inmediata pese a que le dure un nanosegundo antes de volver a su apariencia dura, pero yo ya veo las grietas a esa fachada y me gusta lo que estoy viendo, me incita a querer ver más.

DINASTÍA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora