2. Snow

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Alexa puso las manos a la obra, ella se había hecho cargo de vestirme desde que habíamos quedado en el Distrito 2, tenía el don de diseñar. Entre la ropa que habíamos logrado salvar había bastantes vestidos y ropa de mi mamá, a ella no le quedaban y nunca dejo que me los pusiera, pero al parecer ahora era una ocasión diferente saco un vestido verde; me quedaba algo largo y Alexa no tardó mucho en tener unos cuantos alfileres en su boca para marcar hasta donde lo cortaría o lo que fuera que hiciera.

El cabello nunca había sido un problema, Alexa tenía un cabello lo bastante complicado y enmarañado; así como el de mi papá, pero a él no se le notaba tanto como a ella, sin embargo, el de mi mamá era lacio, largo y negro, como el mío.

—¿Lista?

—¡Un momento!—grite desde mi habitación.

—¡Rápido!

—¿Nos vamos?—pregunte colocándome en medio del pasillo de la salida.

Por primera vez vi como Alexa abrió los ojos como platos y tenía humedad en sus ojos. Pensé que diría algo bonito porque se acercó mirándome, pero a esa mujer nunca se le podrá sacar nada bonito, se puso recta y dijo: —me quedo perfecto ese arreglo al vestido—ella sola se estaba vanagloriando. Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza.

—¿Y cómo llegaremos con los Snow?—pregunte.

—No preocupes a tu pobre cabecita hermana, Tigris dijo que enviaría un chofer. ¡Ahí está!—levanto la mano en dirección a un carro negro bastante elegante y nuevo, un muto abrió la puerta. Y como si Alexa disfrutara cada momento dio una zancada grande y subió al auto, sin más la tuve que seguir de cerca. Pasamos por las calles con los nombres que conocía, pero no eran a lo que recordaba.

Llegamos al departamento de los Snow, pareciera que el edificio había sido reconstruido, tomamos el elevador que llegó hasta la puerta del apartamento. Tigris nos recibió con una sonrisa amplia y los brazos extendidos, era más bonita de lo que recordaba, alta y su cabello rubio que tanto la caracterizaba siempre peinado hacia atrás y llevaba un traje rojo que la favorecía completamente. Al parecer la abuelatriz estaba de vacaciones, y eso era impresionante para una señora que pensé que se moriría en los días oscuros, lo que estaba presente era sus famosas rosas, las cuales cuidaba con mucho más esmero que nadie en el mundo.

Una llamada interrumpió la plática de las dos amigas. —Si, aquí los esperamos señores Plinth. —Mire a ver a mi hermana para saber si escucho lo mismo que yo, pero su rostro lo decía todo.

—Tigris—me levante del sillón como si una corriente eléctrica hubiera recorrido mi cuerpo. —¿Me puedes decir dónde está el baño?

Me indico donde y con una calma camine, mi mente empezó a revivir todo lo sucedido los años atrás. —¡Fíjate idiota!—hable chocando con algo.

—¿Qué haces merodeando aquí?—una voz grave se elevó. Levante la vista para encontrarme con él, ya no era el niño que recordaba que iba a los desfiles militares con su padre o al circo con nosotros; el tiempo le había sentado bien, su cuerpo estaba tonificado y aquellos rizos rubios seguían presentes.

—Snow— hable casi en un susurró para mi o quizás quería confirmar que era verdaderamente él.

Estaba por responder cuando aquella voz se escuchó por todo el departamento. —Sabes quién es, ¿no?—pregunto acercándose a mí, el olor a rosas inundó mis sentidos. Asentí, respiro, me tendió su brazo y lo entrelacé con el mío, quedamos de frente a uno de los múltiples espejos. Llevaba un traje negro con su camisa blanca, el pañuelo en la bolsa inferior de su saco y una rosa roja, la cual estaba segura de que si su abuela lo hubiera visto un infarto seguro le habría dado. —Es bueno verte. ¿Lista?—tomo mi mano beso mis nudillos y se acomodó su saco.

Caminamos de regreso a la sala; para mi sorpresa la Señora Plinth estaba ahí parada con un saco de piel de color rojo y un bolso algo excéntrico incluso para alguien del Capitolio, podría haber salido del Distrito 2, pero el Distrito jamás podría salir de ella, llevaba una gran charola con algo debajo de ella, Snow esbozo una gran sonrisa, a la cual ella respondió de la misma manera, me arrastro a saludarme mientras la Señora Plinth abraza a Coriolanus Snow. —Querida—Snow me jalo un poco para que quedara frente a ella, mire de reojo a Alexa quien estaba tan impactada como yo por lo que estaba pasando. Finalmente me dio dos besos en mis mejillas, sin saber que hacer sonreí de una manera amable pero algo obligada. La cena fue algo surreal Tigris, Alexa y la señora Plinth, mi hermana se abstenía un poco de participar en aquella conversación solo se limitaba a asentir, y, sonreír.

Aparentemente los postres de la Señora Plinth eran los favoritos de los primos Snow. —¿Cuándo volviste?—me pregunto tomando una de las copas que estaban cerca.

—Hace tres meses—respondí. —¿Y tú?, ¿Qué ha hecho el joven Snow en estos años?—recargue mi barbilla en mis manos.

Se rio y me ofreció de su copa. —Terminé la Academia y gracias al premio Plinth pude ganar mi pase a la universidad, pero he estado un poco ocupado durante las vacaciones con los agentes de la paz de un distrito a otro.

—¡Vaya!, así que seguiste los pasos de Xanthos Snow—tomé la copa y le di un trago. —Por eso tu cuerpo...—me callé cuando me di cuenta la tontería que había dicho.

Otra risa salió del rubio tomando su copa y otra galleta. —Si, por eso—asintió. —¿Qué harás ahora que volviste?

—Volver a la Academia, terminar la escuela...

—¡Si!—el grito de la Señora Plinth me hizo dar un brinco en la silla del comedor. Se levanto con su copa en la mano y se puse detrás de la silla de Snow. —Coryo, puede hablar con el decano Highbottom, ¿no es así Coryo?

Lo veo y no lo creo.

Decidí guardarme mis pensamientos para mí.

—Si, la Señora...—como si le hubieran cortado la lengua se calló y miro a la mujer. —Ma Plinth tiene razón puedo hablar con él—solo sonreí, y Tigris le llamo.

—Espera, ¿tu?, Corionalus Snow, amigo de ¿casca?, hablamos del mismo casca, ¿verdad?

—Jugadas y contra jugadas, Alice.

Tome mi copa. —Jugadas y contra jugadas—levante la copa a nivel de mis ojos y la incline un poco hacia él; quien respondió de la misma manera.

***

Quisiera lograr entender la extraña relación de los Snow con los Plinth, pero sería un dolor de cabeza horrible, un par de días después un paquete llego al departamento enviado por aquella señora tan extraña, no solo había postres dentro de ella si no el uniforme de la Academia; ese mismo día Snow me visito, mi hermana estaba fuera con un viejo amigo. —Veo que fue rápido—habló cuando vio la canasta sobre la mesa del comedor. Me explico cómo estarían las cosas a partir de ese momento. —Podemos decir que los Plinth me adoptaron de cierta forma después de lo que paso con su hijo.

—Sejanus—respondí casi para mis adentros. Y por la reacción de Snow al mencionar su nombre no dudaba que lo hubiera conocido como yo.

Se limito asentir. —Te veré mañana temprano.

—¿Qué?—pregunte antes de que saliera.

—Si, un chofer ira por mí y después pasaremos por ti para llevarte a la escuela, o ¿quieres irte en transporte?

No gracias.

—Nos vemos mañana.

Conformé los días pasaron era más común volverme a sentir en mi antigua vida, lejos de los días oscuros y lejos de tanta muerte que los rebeldes provocaron. Coryo salía en ocasiones temprano de la universidad y me esperaba fuera de la escuela, todos lo conocían y las chicas no eran la excepción se amontonaban sobre él, cómo abejas en una rosa. Y así cada vez más y más nos volvíamos cercanos.

Un amor de invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora