1. Un nuevo comienzo

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Pase los días oscuros lejos del capitolio, mi familia había perdido su fortuna en el momento que habían invertido junto a los Snow en el distrito 13, aquella zona radioactiva hoy, pase de haber estado en la cima del capitolio, codeándome con las mejores familias a estar en el piso sin nada absolutamente. Por mucho tiempo estuve atrapada en el Distrito 2 pues hasta ahí llegamos cuando los rebeldes sitiaron el capitolio.

Y hacia menos de tres meses habíamos logrado volver, aunque no completos la guerra había quitado suficientes vidas entre ellas las de mis hermanos, y mis papás. Cuando una de las bombas cayó cerca de la casa las ventanas se reventaron impactando a mi mamá y hermano de dos meses de nacido no pudimos pedir ayuda en mis brazos mi hermano murió; mi mamá soporto unos días más, pero los vidrios se habían incrustado en una zona que si los dejábamos corríamos el riesgo de que se desangrara y si lo quitábamos su vida se iría. En otro de los bombardeos cayó sobre la casa derrumbando el techo sobre mi papá; con ello nada más dejándome a mi hermana y a mí como únicas sobrevivientes. Por un tiempo los Plinth se intentaron hacer cargo de nosotros dándonos de su caridad, pero mi hermana nunca quiso aceptar nada de ellos.

De vuelta en la capital todo era lo bastante raro, a decir verdad; los grandes edificios se empezaban a reconstruir, al parecer la víspera de la cosecha había pasado y ansiaba por saber cual de los distritos habían sido castigados por la rebelión, pero no había nada acerca de esos juegos, cosa rara pues el Capitolio amaba vanagloriarse.

—¡ALICEE!

—¡ALICEE!

La voz de mi hermana se escuchaba desde el pasillo que nos conectaba al elevador de nuestro departamento. Estaba tumbada en mi cama mirando el techo algo agrietado, pero debía de ser normal por los años lejos de este lugar y con el poco dinero que teniamos. —¡ALICEE!

—¿Qué?—gire la cabeza. —¿Por qué gritas como loca?

—¿Por qué eres tan insoportable?—me reto.

—¿Quieres volver a tener esa discusión?—me levante de la cama y poniéndome de frente a ella.

—NO—dio un paso atrás. —¿A quien crees que me encontré?

Odio las adivinanzas.

Bufe. —¿A quién?—pregunte dándole la espalda fingiendo que estaba buscando algo, pero simplemente no me estaba interesando.

—¡Tigris Snow!

Giré sobre mis talones, abrí los ojos como platos de la sorpresa.

—Nos ha invitado a cenar. —habló acercándose a mí. —Tenemos menos de ocho horas para encontrar algo entre las cosas para ponérnosla.

Este quizás pudiera ser un nuevo comienzo.

Un amor de invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora