Promesa

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Un joven de brillante armadura marcó una reverencia frente a los escalones del trono y en silencio simplemente se marchó de la sala, ocultando su evidente vergüenza.

El monarca, que más que sentando sobre el trono estaba hundido en él con exasperación, bufó sin animo en aquella gran sala vacía, a excepción de su nieta.

—¿Podrías dejar de hacer eso? — Con ojos cerrados sujetó el tabique de su nariz con frustración.

—¿Hacer qué? — Una voz inocente y jovial respondió.

—Anne, — Enunció con severidad el anciano. — Es el cuarto del día al que despachas sin siquiera dejarle mostrar sus habilidades.

—Le pregunté sobre mis limitantes y falló. — Respondió como si fuera obvio.

—¡Pues claro que falló! ¡No te conoce!

—La notificación de esta citación es recibida con meses de antelación y es bastante especifico el cargo para el que están siendo citados "Guardaespaldas de la princesa heredera" tuvo meses para informarse sobre mí.

—Anne, eso es...

—Es el único de los cuatro que falló esa prueba, lo que deja en evidencia su falta de compromiso, no voy a ceder, abuelo. — El anciano suspiró derrotado.

—Puede que tengas algo de razón, pero las demás pruebas son absurdas ¿Cortar un tronco por la mitad de un solo corte? ¿En serio?

—Yunan puede hacerlo.

—¡Yunan puede tirarse de un acantilado y aterrizar sin un rasguño después de ejecutar cuatro mortales y completar dos sopas de letras!

—En ese caso, mi guardaespaldas también debería ser capaz de hacerlo. — Nuevamente un suspiro surgió del monarca.

—No puedes usar a Yunan como referente, es un caso aparte.

—Pero es el nivel actual y, por lo tanto, el nivel mínimo para aquel que le suceda en el puesto de comandante, puesto que heredará quien sea mi guardaespaldas cuando llegue al trono.

—No tiene que ser tu guardaespaldas el que se haga comandante, lo sabes.

—Lo sé, pero lo prefiero así, aquel que guie mis ejércitos debe ser alguien a quien conozca y en quien confíe.

—Bien, — Accedió el anciano. — esa es una decisión competente, pero quedan años para ese momento, puede someterse a un entrenamiento para llegar a ese nivel. — Anne negó suavemente.

—Quizás el apartado estratégico y teórico podrían ser enseñado en dos, tres años. — El rey asintió en concordancia. — Pero una capacidad física de ese nivel se consigue a base de incontables años de incansable trabajo, no existiría ese tiempo.

—No puedes seguir retrasando esto. — Ambos cruzaron miradas desde sus asientos por unos largos segundos. —No. — Habló rotundo el rey.

—¡Pero-!

—¡No! ¡No me vengas otra vez con ese cuento!

—¡No es un cuento!

—¡Básicamente me pides que te deje esperar sentada por una promesa hecha hace trece años con una persona que bien te has podido inventar! ¡¿Eso no son cuentos?! —Anne pareció querer responder ante aquel argumento, sin embargo, aquella discusión se vio interrumpida cuando el gran portón ornamentado de oro y piedras preciosas comenzó a abrirse.

La princesa no tuvo más remedio que cruzarse de brazos enfurruñada en su trono mientras una figura conocida avanzaba con seguridad por el gran salón. Con paso firme, provocando el traquetear de las piezas de una reluciente armadura bañada en enrevesados grabados que brillaba a través de los rayos de luz que entraban por los grandes ventanales, avanzaba una mujer de gran estatura, hondeando aquella capa roja a sus espaldas, deteniéndose con fanfarria a los pies de esos escalones que llevaban al trono.

Royalty (Sashannarcy au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora