Moras silvestres y aceite

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—¡¿Cómo es posible que haya pasado esto?! ¡¿Cómo pudiste permitirlo?! — Con un contundente golpe sobre la mesa, el rey se levantó de su asiento. — ¡Era tu único maldito trabajo!

—Señor, con el debido respeto-

—¡NO! — Las palabras de Yunan fueron interrumpidas ante la voz del monarca, dejando a ambas comandantes en silencio una junto a la otra. Sasha solo podía observar hacia el suelo, con sus manos a la espalda, apretando sus puños ante la frustración que inundaba su pecho, no tenía derecho a responder, no tenía ningún maldito derecho a responder. — ¡Encuéntralo! ¡Como si te cuesta la maldita vida! ¡ENCUÉNTRALO!

El gran portón se cerró frente a la figura muda de ambas mujeres, dejando aquel estruendo retumbar en sus oídos como un ultimátum del monarca. Hopediah había sido perfectamente claro, Sasha había fracasado rotundamente y si quería, aunque fuera, empezar a intentar arreglar sus errores, debía encontrar al malnacido que lo hizo y lo haría, aun si le costaba su último aliento, encontraría al bastardo que orquestó aquel atentado.

—Sasha, — Yunan, quien aún se encontraba parada a su lado, intentó llamar su atención, no pudiendo evitar sentirse un poco intimidada ante la ingente cantidad de rabia que reflejaba la rubia en sus ojos. — hiciste lo que pudiste. — Justificaba mientras intentaba posar la mano sobre uno de los hombros de la menor. De un solo movimiento Sasha apartó la mano de la comandante suprema.

—Voy a encontrarlo y me encargaré de arrancarle las tripas con mis propias manos, tanto a ese asesino como al bastardo que lo mandó. — Sasha comenzó su propio camino sin un destino específico, alejándose del lugar.

—¡Asi no lograras nada! — Fue lo último que escuchó de Yunan antes de cruzar la esquina y perderse en el laberinto de pasillos del castillo.

Un soldado había muerto, él fue el causante del charco de sangre que alertó a Sasha esa noche, lo que no llegaron a ver fue su cuerpo ya sin vida no muy lejos de allí, dejando un extenso reguero de sangre a su paso.

El cuerpo permaneció en su lugar y el rey mando no acercarse a la escena bajo ninguna circunstancia, si había alguna pista no correría el riesgo de hacerla desaparecer. Sasha llegó a la escena, no teniendo ningún problema frente a los guardias que vigilaban el lugar, comenzando a observar con cautela la escena frente ella. Sasha debía admitirlo, a pesar de haber visto incontables cadáveres e insanas cantidades de sangre decorar el suelo, esta era una imagen escalofriante de ver, quizás fuera por el contexto o por el hecho de ser un solo individuo en vez de una gran marabunta, era cercano y directo, consiguiendo gritarte a la cara que esa escena, esa imagen, no era algo natural de ver.

Los olores que llegaron le resultaba familiares, podía notar el perfume de los órganos comenzando pudrirse, la piel secándose y los gases acumulándose dentro de su cuerpo, no era un aroma agradable, pero era uno al que estaba acostumbrada y que podía aguantar sin problema.

Realmente no había mucho que revisar en aquel lugar, un muerto, una herida y su respectivo charco de sangre seca, realmente no había nada fuera de lo normal, quitando el hecho de que había un cadáver en los pasillos del castillo. Sasha bufó ante el poco resultado, no había nada que le indicara algo nuevo, al menos eso creía, hasta que notó algo extraño, un detalle demasiado sutil.

—Sus dedos...— Susurró con intriga mientras alcanzaba una de las manos de aquel cadáver.

Sasha se encontró con el rigor mortis, algo natural en esos casos, pero eso solo logró confundirla aún más. Su mano mantenía la postura de un agarre, sin embargo, no había nada que el soldado estuviera sujetando ¿Se lo habían llevado quizás? No, no había nada que un soldado pudiera tener que le resultara interesante a un asesino real. Fue entonces cuando sus ojos viajaron hacia su espada envainada ¿Podría ser? Sasha sacó el arma de su funda, no pareciendo muy sorprendida cuando se encontró con manchas granates en la punta del metal.

Royalty (Sashannarcy au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora