Dentro de la alta sociedad hay bastantes reglas, muchas, a decir verdad.
Todas giran en torno a que lugar dentro de la jerarquía del subgénero tienes.
Los alfas son educados para que su temperamento, aunque sea fuerte, no se salga de control, liderar y siempre responder ante la más mínima situación, así como a no dejarse amedrentar y saludar sin perder su lugar en la cima.
Los betas tenían que aprender las diferentes maneras de saludar, dirigirse y tratar a los dos lados, no podían tener la misma tranquilidad al dirigirse a los otros dos que la que tiene al dirigirse entre sí, por lo que tiene que aprender los limites que cada casta tiene.
Los omegas por otro lado, aprendían a ser encantadores, bellos, atractivos y distinguidos, los modales ante todo, tenían que saber cuando es mejor interrumpir y cuando no, saber que cualquier beta o alfa podría ser un candidato a pareja, por lo que era mejor guardar apariencias.
Sí, todos tenían lecciones de educación diferentes, pero había una cosa, solo una, en la que todos estaban de acuerda, esa única regla que se les enseñaba a las tres casta sin falta: Ser puntual.
Estaba ahí desde temprano. Bastante temprano.
Después de todo un día soltando maldiciones bajas, esconderse atrás de Pansy ante el más mínimo disgusto, y estar distraído en clases, ahora estaba, muy contra su propia voluntad, en el invernadero. Sobra decir que entró lo más alejado de todas las macetas, y estaba sentado donde menos tierra había, en el centro del único maldito pasillo que había, claro que después de una buena tanda de hechizos de desinfectantes.
Llevaba 10 minutos esperando.
Si antes ya estaba irritado, ahora estaba molesto.
Esta bien, no todos habían sido criados en la misma doctrina exigente y asfixiante, pero esto le parecía lo más básico de lo básico, todavía que lo citan para una clase que no le gusta, en un lugar que odia con un alfa, este tiene la maldita osadía de llegar tarde a la mendiga clase. No sabía que le daba más ganas de irse, la tardanza del otro o ese lazo del diablo al otro lado del salón que le queda justo enfrente y parece estarlo acechando. Un tentáculo, tallo, lo que sea, de esa cosa se movió, y Theo tuvo suficiente.
Se levantó, listo para irse a la fuga, con cautela y su vista fija en su terror vegetal, solo para no pasar cerca de la maceta, apenas dio un paso a la salida, cuando casi choca.
Reacciono lo suficientemente rápido como para echarse para atrás y evitar dar con el Gryffindor que venía a toda maquina, este apenas y se sostuvo de los bordes de la puerta para frenarse a si mismo. Notaba con desaprobación el uniforme hecho un desastre, el cabello desacomodado y la respiración agitada de este, su apariencia desaliñada en general, era obvio que vino corriendo desde Merlín sabrá donde, pero él no esta para hacer esas preguntas. Longbottom alzó la cabeza, hasta ese momento dándose cuenta de quien lo esta esperando, con torpeza se enderezo, comenzando lo que sería una torpe disculpa.
-¡Lo siento! No creí que llegaría tan tarde, de verdad, yo estaba-quiero decir, fui antes de que-
-Fascinante- cortó- ¿Empezamos?
-S-Sí, claro- se aclaró la garganta.
Theo se hizo a un lado y el Gryffindor entró por completo al invernadero, a diferencia de el Slytherin, que iba justo en el centro del pasillo, con las extremidades presionadas contra sus costados, Longbottom entró con soltura, sus brazos extendidos, la punta de sus dedos rozando las hojas de las diferentes plantas alrededor, algunas se alzaban ante su tacto, otras se mantenían indiferentes y unas pocas lo regresaban.
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Contigo
FanfictionFanfic Omegaverse Segunda generación. Siempre había sido un ser enigmático, más bello aun, pero no entendía porque no sentía nada. Porque estaba vacío en ese aspecto, lo que si sabia es que decirle odio al deseo no era mejor. Un omega callado y apa...