Capitulo 1.

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La autopista volvía a estar atascada.

Gemini llevaba media hora dentro del asfixiante coche, con las piernas agarradas y el cuerpo tan cansado que respirar le suponía un esfuerzo.

Puede que cansado no fuera la palabra correcta. Llevaba todo el día prácticamente sentado frente a un ordenador y una pila de papeles llenos de datos aburridos. Harto, desanimado; eso definía mejor su estado de ánimo.

Daba pena.

En ese momento la autocompasión le asqueaba tanto que era incapaz de enfocar nada más de lo que le rodeaba.

Dentro de dos meses cumpliría los veintisiete años y desde hacía tres, cuando se había ido a vivir con Nam y se había dejado convencer para que entrará a trabajar en la empresa de su padre, sentía que el tiempo se había detenido. O, más bien, era como si hubiera estado desperdiciando esos años en algo que no le interesaba.

Odiaba hacer horas extras, y más desde que el camino que solía usar para volver a casa estaba en obras y se veía obligado a ir por la autopista a esas horas donde siempre se producían atascos, pero llevaba cuatro meses en lo que se ofrecía para quedarse más tiempo a solas con su novia.

Era un miserable.

Durante algo más de cuarenta y dos minutos siguió moviéndose lentamente hasta que al final se desvío por un lateral a la derecha y condujo hasta casa.

El sonido del teléfono móvil lo sacó de su ensimismada autocompasión cargada de lástima.

—¿Dígame?

—¿Dónde estas?

Gemini hizo una mueca, cerrando unos segundos lo ojos, frustrado, irritado, cansado de escuchar el tono dominante y molesto de Nam al otro lado de la línea.

Y ese instante fue lo único que necesitó para no darse cuenta que en el pequeño intervalo que había usado para cerrar y abrir los ojos alguien cruzaba la calle, por delante de su auto.

Gemini giró el volante bruscamente e intentó frenar, derrapando con fuerza y escuchando el desgaste de los neumáticos al deslizarse por la grava antes de chocar contra unos contenedores por el lateral derecho.

—¡Joder! —grito, golpeando el volante con la mano antes del coche guardando el teléfono en el bolsillo.

La parte exterior de la puerta había sufrido un fuerte arañazo de lado y el espejo caía suspendido, colgando únicamente por uno de los cables de dentro.

—¡Mierda! —repitió, levantando al fin la cabeza del coche y vio el cuerpo caído en mitad de la carretera, delante, a pocos metros de su coche.

Por unos instantes, Gemini se quedó inmóvil, sorprendido, incapaz de moverse, intentando recordar el momento que lo había golpeado, pero cuantas más vueltas le daba, más convencido estaba que aquello no era por su culpa. No lo había golpeado.

De eso estaba seguro.

Cuando finalmente salió del sopor de verlo allí tirado, echó a correr hacia él, arrodilándose a su lado con cuidado de no mover lo por si era algo grave.

— Tranquilo. —dijo, sacando el teléfono móvil del bolsillo y comenzó a llamar a urgencia— Enseguida llamo a una ambulancia.

O a la policía, dada la sangre que manchaba la ropa del muchacho.

— ¡No!

El chico trató de levantarse y Gemini se adelantó a ayudarlo, pero el muchacho apartó bruscamente su brazo y le lanzó una airada mirada tras unos intensos y fríos ojos color avellana. Al menos tras uno de ellos, ya que el otro estaba hinchado y ofrecía un aspecto amarillento.

Solo Tú   [GeminiFourth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora