Capitulo 3.

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Gemini pasó de una mano a otra el móvil y lo dejó sobre el sofá, a su lado. Lo había mirado, lo había examinado y hasta lo había desmontado. Era un teléfono normal. 9uede que algo más moderno que el suyo, con más cachivaches que no usaría jamás y hasta ciertas aplicaciones interesantes que no disponía en el otro.

Casi le parecía un regalo apropiado. O se lo hubiera parecido sino fuera por la forma en la que se lo había dado. ¿Dónde quedaban esos "gracias por lo de ayer, siento haber rito su teléfono" típico? ¿Era él quien se hacía cada vez más viejo o era que aquel chico era guapo?

No podía aceptarlo.

Gemini volvió a mirar su móvil sin tocarlo y suspiró.

— Se lo devolveré.

Posiblemente era la decisión más acertada y la que más le pedía su autoestima. Lo malo de todo aquello era que había estado tan furioso que se había olvidado de comprar un teléfono de camino a casa, incluso había pensado de llamar al taller y dejar el coche, limitándose a conducir ido, hablando solo y refunfuñando sobre esto y aquello durante todo el camino. Y ahora se encontraba en la misma situación de anoche, salvo que esta vez si tenía un teléfono para llamar a Nam, sólo que hacerlo dañaba tanto su orgullo que prefería soportar al día siguiente los quejidos y desplantes de su novia a admitir que lo había usado cuando se lo devolviera a Fourth.

Se levantó, se dio la vuelta y se encerró en la habitación, asegurando de cerrar la puerta con un portazo antes de dejarse caer pesadamente sobre la cama. Ni siquiera se molestó en quitarse la ropa y ducharse. Se había limitado a quitarse la chaqueta y la corbata nada más entrar, tirándolas sobre el sofá junto al móvil del muchacho y se había preparado para cenar lo único que quedaba sano en el frigorífico; unas hamburguesas y cervezas.
   
                                             ☆☆

Durante todo el día siguiente, Gemini se había mantenido ocupado y lejos de su despacho. Según había entrado a  echar un vistazo por la ventana, al otro lado de la calle donde se reunían Fourth y sus amigos, juntos a diversos grupos de adolescentes. Gemini trató de recordar si por allí había algún tugurio de moda, muy del estilo de aquellos chicos y chicas con edad de enfrentarse a todo y muy seguros de que se podían comer el mundo. Posiblemente algunos se lo comerían, la mayoría lo intentaría y unos pocos fracasarian completamente. Pero era lo que tenía que  ser joven; que no se preocupaban por el resultado, sino por el proceso.

¿Y él? ¿En que grupo se había quedado? Gemini se apartó de la ventana y se dejó caer pesadamente sobre la silla.

Para cualquier que lo viese, para todos sus amigos que lo recordasen y lo vieran en ese momento, entraría en el grupo de los que habían triunfado, de los que se habían comido el mundo. Una novia guapa, inteligente y rica. Un puesto de trabajo estable que muchos desearían y pocos llegarían a la posición que señalaba en su carnet de empleado. Una buena casa, un bueno coche... ¿Qué más podía pedirle uno a la vida?

Gemini descolgó el teléfono.

Era verdad. No tenía sentido ni que se quejase. Lo tenía todo. Lo malo era que ni siquiera recordaba el porqué había comenzado a salir con Nam. Le gustaba, suponía, pero lo que mas le inquietaba era no saber el porqué seguía con ella... Sacudió la cabeza y comenzó a marcar el teléfono de la casa de los padres de Nam, fielmente apuntado en la libreta que Nam había guardado en el cajón de su mesa una vez se la hubo llenado de números y direcciones.

Era la primera vez que la usaba.

— ¿Dónde estuviste ayer? — saludo Nam nada más recogió el encargo de que le estaba llamando de una de las empleadas de la casa familiar.

Solo Tú   [GeminiFourth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora