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El perrito de brillante pelaje acababa de terminar su paseo semanal con su dueño. Amaba dar vueltas por el vecindario, pero más amaba volver a su casa. En su casa después de cada caminata le daban agua, un pequeño regalo delicioso y muchas caricias en sus orejas suaves. Después de cada caminata lo dejaban quedarse en el patio de adelante para descansar y ver el atardecer.

Un caluroso domingo de verano, después de su caminata, el perrito estaba entrecerrando sus ojos ya que estaba cansado, pero algo llamó su atención. Abrió sus ojos, paró sus orejas y puso de lado su cabeza para observar aquel ser tan extraño que lo miraba desde arriba de un árbol en la vereda de su casa. Su. Casa.

- Estás en mi territorio - le dijo el perro bastante enojado.

- Tu territorio es tu casa, yo estoy en éste árbol.

- ¿El árbol es tu casa?

- No tengo casa... Así que el mundo entero puede ser mi casa si quiero.

- ¿Por qué no tenés casa? ¿Y tus papás humanos?

- No tengo papás humanos.

- ¿Qué sos?

- Un gato... ¿Tus amigos perros no te hablaron de mí?

- No - el perro se sentó sin dejar de ver a aquella criatura y comenzó a mover su cola. - Desde acá te puedo olfatear. Oles raro.

- Eso porque estuve buscando comida en tu basura.

- No hay que comer basura. Mi papá dice que eso es malo.

- ¿Podrías traerme comida? - el gato se atrevió a bajar del árbol ya que aquel perro no mostraba intenciones de atacarlo.

- ¿Tenes hambre?

- Mucha. No como hace dos días.

El perro acercó su hocico a la reja de su casa para oler al gato que se encontraba del otro lado. Olía feo, estaba sucio, pero no olía a alguien malo.

- Seguime - dijo el perro y corrió emocionado hasta la puerta de su casa.

El gato dudó un poco antes de entrar a aquel lugar, pero finalmente se animó a ir más allá de la reja y siguió al otro animal. El perro pasó su pata por la puerta de la casa pidiendo así entrar, cuando su dueño le abrió y vio que estaba sentado junto a un gato, se rió.

- ¿Y esto, Chan? ¿Un amigo? - el dueño del perro se agachó y despacio acercó su mano al gato. El gato se asustó y se alejó unos pasos.

- No pasa nada, te va a acariciar, se siente lindo - dijo Chan, el perro, moviendo su cola emocionado.

El gato volvió a avanzar los pasos que había retrocedido y el dueño del perro volvió a intentarlo. Esta vez logró tocarle la cabeza al animal y le rascó suavemente el cuello, haciendo que el gato cerrara sus ojos gustoso por sentir cariño por primera vez en su vida.


Minho el gato ⋆ minchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora