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Unas semanas después de la llegada de Minho a la casa, su humano apareció después de su trabajo con un collarcito celeste con un pequeño pescadito plateado que en él tenía grabado "Minho" y lo puso alrededor del cuello del animal.

- ¿Te gusta? Ahora los dos tienen collares parecidos - dijo el chico sonriendo.

- El mío dice Chan - explicó el perro mostrando su collar rojo con un huesito con su nombre en él.

- ¿Me... Me dio un collar? - el gato jugueteó feliz con su pescadito que colgaba apenas.

- Si, te dije que era en serio que ibas a vivir acá para siempre.

- Nunca había tenido un collar antes.

- Te queda bonito.

- También te traje juguetes, Chan no comparte los suyos, ¿o no? - el humano se arrodilló y molestó en broma al perro despeinando los pelitos de su cabeza. De su mochila sacó un ratón que hacía ruido y un palito con una cuerda de la cual colgaban coloridas plumas.

- ¿Y ESO? - el perro intentó agarrarlo con su boca, pero su dueño no lo dejo.

- Cht... Quieto. No. Son de Minho. Vos tenés tu pelota.

- PELOTA - Chan desapareció corriendo en busca de su juguete.

- Toma, gatito, juga - el chico le dejó el ratón frente al gato.

- Pff... ¿Pretende que juegue con esto? - el gato le dio un manotazo y el ratón hizo ruido llamando su atención. Volvió a darle otro manotazo, y otro, y otro. Y así terminó jugando a perseguir el ratón que él mismo iba llevando por toda la casa.

- Esta es mi pelota - dijo el perro soltandola frente al gato ya que se la quería mostrar. - Te la presto.

- No, yo quiero a mi ratón.

- Bueno, mejor. Porque no quería prestarla en realidad - Chan la volvió a agarrar y se paró junto a la puerta ya que su dueño lo esperaba ahí con su correa.

- Ahora volvemos Minho, portate bien. No me vayas a romper nada, ¿si? Y nada de afilarte las uñas en las cortinas...

- Me porto bien, humano - dijo el gato subiéndose al sillón y sentándose allí.

Cuando los otros llegaron, Minho salió al patio de adelante a ver el atardecer con Chan.

- Hace mucho no subo a mi árbol.

- No vayas. Ya no es tu casa.

- Pero me gusta subir - el gato cruzó las rejas y trepó rápido haciendo que el perro se desesperara y empezara a aullar.

- ¿Qué pasa, Channie? - el humano se acercó y al ver al gato en el árbol se agachó sin sacarle los ojos de encima. - No, Minho. Vení, baja. Gatito volvé, hay atún.

- ¿Atún? - el gato lo miró curioso.

- No te vayas, Minho, mañana me llega tu camita, volve - el chico se notaba asustado ya que creía que el gato iba a volver a su vida callejera.

- Ay no... - el perro comenzó a lamer la cara de su dueño. - Está triste. Está muy triste. No puede estar triste.

- ¿Qué le pasa? - preguntó el gato bajando apenas un par de ramas en el árbol.

- Va a llorar. Va a llorar. No. No. - Chan seguía dándole besos a su dueño, pero el chico le pedía que se detuviera.

- No quiero que esté triste, ¿por qué se siente triste? - Minho bajó tan rápido como había subido al árbol y empezó a frotar su cuerpo en las piernas del chico.

- Ay gatito, me asustaste - su dueño lo alzó y lo abrazó fuerte. - No te vayas así.

- Pensó que te ibas a ir... - le explicó el perro.- No lo tenés que dejar así.

- Perdón, no quería hacerlo sentir mal. Perdón, no me vuelvo a ir, papá - dijo el gato y se animó a darle un beso en la mejilla al chico haciéndolo reír ya que la lengua del animal era rasposa.

- Vamos Chan, vamos a bañarte y que Minho coma atún ya que se lo prometí - dijo el dueño de los animales que ahora reía al ver tan emocionado a su perro por haber dicho la palabra "bañarte".

Minho el gato ⋆ minchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora