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Cuando el calorcito volvía a aparecer, Chan volvió a tener sus tan amadas caminatas por el vecindario. Minho siempre que se iban, los esperaba en el patio de adelante.

Una tarde él también quiso ir, estaba intrigado por saber de qué trataba eso que tanto adoraba su amigo perro. No les dijo nada, así los sorprendería a mitad de camino. El gato iba muy contento caminando a varios metros de distancia de su humano y de Chan. Hacía bastante ya que no caminaba en la calle. El día estaba lindo, olía a pasto recién cortado y pensaba en la alegría que les daría a los otros dos en cuanto los alcanzase.

Un perro dentro de un patio por el cual estaba pasando le ladró y lo asustó, haciendo que se erizara y corriera algo desorientado. Lamentablemente, no prestó atención y no fue cuidadoso al cruzar la calle ya que sólo quería alejarse de ese perro, así que Minho no vio el auto que estaba pasando.

- Ay no... Pobre gatit... ¿Minho? - la voz de su humano se escuchaba a lo lejos y junto a él, sus pasos acercándose rápido. - NO, MINHO NO.

El chico alzó a su gato que seguía con vida, pero sufría cada vez que respiraba. La persona que manejaba ni había notado que había chocado a un gatito, así que se fue. El dueño de Minho lo abrazaba fuerte mientras lloraba. Chan también lloraba y lamía la cabeza de su amigo gato.

- Minho, decile que estás bien... Está llorando - le pidió el perro.

- No... No quiero que llore... - el gato maulló muy suave ya que le dolía su pancita, su pecho, sus patitas.

- Vas a estar bien, gatito, aguanta hasta que lleguemos al veterinario, ¿si? - el chico fregó su nariz sin soltar a su animal y corrió seguido por Chan de vuelta a su casa.

- Si - dijo el gato nuevamente maullando muy bajito.

Minho si llegó al veterinario, pero el doctor le explicó que necesitaría demasiadas cirugías y que además tenía muchas heridas internas que no le asegurarían que sobreviviera.

- Lo mejor va a ser... Que se vaya a dormir - dijo el veterinario mirando triste al animal que respiraba muy lento sobre una mesa metálica fría.

- No, Minhito, no - el chico se tiró encima del gato mientras lloraba desconsoladamente y lo abrazaba. - ¿Por qué nos seguiste, tonto?

- Perdón, perdón papá, no llores.

- ¿Cómo le explico a Channie cuando vuelva a casa sin vos?

- Decile que lo quiero mucho. Y dale las gracias. Los quiero mucho a los dos.

- ¿Estás listo? - preguntó el veterinario que sostenía una jeringa en su mano.

- No... Pero hágalo rápido, no quiero que siga sufriendo.

Minho el gato ⋆ minchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora