Capítulo 1

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Había pasado una semana desde que inicie los trámites para entrar, mi padre se había encaprichado con que tomará este taller y la verdad sólo deseaba complacerlo para que dejará de molestar. Él adoraba el teatro, en la preparatoria había sido el mejor de su generación en esta escuela y por consiguiente esperaba que su hija mayor heredara su talento natural, aunque ese no fuera mi deseo. No le parecía nada de mí, siempre discutimos, nunca estamos de acuerdo y no logro hacer que este orgulloso por mí de ninguna otra forma, pero realmente le debía demasiados disgustos.

Era mi primer día en el club de teatro, había hecho audiciones los dos semestres pasados, pero no lograba quedarme y esta ocasión lo había conseguido fácilmente. Papá quería causar buena impresión así que me llevó lo más temprano posible, no arrancó el auto hasta que se cercioró de que no huía mientras se alejaba.

Entré por la puerta lateral que se encontraba detrás del auditorio de la escuela, donde se suponía que se reunían los miembros en cada sesión. Por la parte de enfrente se encontraba el escenario y las gradas, pero detrás había un extenso salón que usaba el club de teatro para sus actividades, el punto de reunión. Después de cruzar la cortina que separaba ambos, mis ojos tuvieron que adaptarse a la poca luz que había dentro cuando, sin anunciarse la luz se encendió completamente haciendo lucir una mejor visión de todo el salón, las paredes estaban cubiertas de terciopelo guinda, un pequeño candelabro de cristal colgaba del techo destellante, en el centro del suelo estaba dibujado un enorme círculo con pintura negra, donde alrededor de este estaban dispuestos al menos diez sillones puff pera negros y un diván rojo de espaldas a la entrada, a un costado contra la pared, un enorme espejo con tocador que tenía luces en su contorno descansaba repleto de maquillaje.

Terminé de examinar el lugar cuando me percaté que ante mi aparecía un hombre alto, un poco ancho, de cabello corto, ojos marrones y piel blanca, su mirada irradiaba energía muy pesada, de esas miradas forzadas que la gente tiene al contenerse de mandar todo al carajo, pero no lo hacen gracias a un sueldo para sobrevivir a fin de mes. Me sonrió y estiró la mano.

— Hola ¿Qué tal? Usted debe ser el señor Molina —dije estrechándole la mano al mismo tiempo que me colocaba un mechón de cabello detrás de la oreja.

— Buenas tardes —respondió, inmediatamente observó bien mi rostro escrutándolo, memorizándolo, y después me soltó— la chica nueva, ¿Cuál era tu nombre?

— Janeth —logré musitar.

— Bienvenida mi nombre es Anastasio Molina, pero los chicos me llaman Ann, te agradecería que me llamarás así. Como sabes el taller de teatro es el mayor orgullo de la institución, ya que interpretamos perfectamente bien cada obra y esto le ha dado el prestigio más reconocido de la ciudad ante otras escuelas de la zona, tanto por las historias aquí montadas como por los sentimientos que sólo nuestros jóvenes seleccionados son capaces de transmitir a la audiencia, —decía mientras me recorría con la mirada— sólo recibimos a jóvenes con un promedió en específico porque nos interesan los jóvenes que se esfuerzan día a día, por eso el único verdadero requisito para que permanezcas aquí es que nunca descuides tus estudios, ¿Qué te parece si te sientas en uno de los pera mientras llegan todos los demás?

— Seguro —contesté ante la amable sonrisa que me ofrecía.

Tomé lugar en el pera que quedaba del otro lado del círculo, frente al diván y a la puerta, me sentía nerviosa.

"Janeth ¿Qué haces aquí? Tú misma sabes que no tienes el suficiente talento para esto, o tal vez sí, se supone que está en tu sangre, si papá insistía en que vinieras es porque quizá sabe que eres capaz. Pero ¿Si el teatro no es lo tuyo?, los escenarios no suelen quererte ¿Y tú mayor miedo? Las masas."

La sociaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora