Capítulo 3

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Cerré la puerta de madera, Dante me tomó la cintura poniéndome contra la pared del fondo bruscamente, podía ver nuestras figuras en el espejo que tenía detrás de él, sus manos buscaron mis caderas metiéndose debajo de la blusa, acarició mis senos desesperado por tenerlos más cerca, me besó de una manera tan posesiva que me desboque ante aquellos labios carnosos que se abrían paso hasta mi lengua, sacó una de sus manos de mi blusa y subió mi pierna izquierda hasta su torso, acariciándome los glúteos debajo de la falda. Desabotonó mi chaleco y mi blusa dejando ambos pechos al descubierto, despojándome de la ropa para quedar completamente desnuda de la cintura para arriba.

Dante me pegó más a él, deslizó la otra mano metiéndola en la falda y comenzó un martirio placentero de afuera hacia dentro con sus dedos imprimiendo mayor fuerza que cuando estábamos afuera. Primero un dedo y después dos. Yo me aferraba a su espalda tras las oleadas de placer, gemí.

Entonces lo igualé, me sujeté con una mano de su espalda para no caer, con la otra trate de concentrarme en hallar su botón, lo desabroche para bajar su bragueta, deslice mi mano dentro de sus bóxeres para comenzar a masturbarlo, su miembro era grueso, regular y estaba tan caliente, que palpitaba bajo mi mano al pasar con velocidad. Nos tumbamos al suelo y él se montó sobre mí besándome sin soltarme la pierna. La deslumbrante luz del pequeño foco de la habitación me pegaba de lleno en los ojos, los cerré, envolví la pierna sujetándome en su cadera cuando comenzó a bajar sus besos, primero por el cuello acariciando mi pecho desnudo, bajó lentamente hasta llegar al centro de mis senos, tomó el pezón izquierdo con su mano y comenzó a succionar el derecho, mordiéndolo, manejándome. Me provocaba arcadas de placer, así que traté de no hacer ruido.

Súbitamente me soltó incorporándose con los pantalones hasta los tobillos, me miró desde arriba sonriendo, asentí y me coloqué de rodillas ante él. Primero me incliné tomando el miembro que se imponía delante entre las manos, me lamí los labios y abrí la boca introduciéndolo hasta el fondo, protegiéndolo de mis dientes. Mi cabeza se movía lentamente primero adelante, después atrás, adelante, atrás, adelante, atrás... era la primera vez desde hace tiempo que le hacía un oral a alguien. Las manos de Dante sujetaban mi cabeza con los dedos entre mi cabello cuando comencé a ir más rápido, seguí, en cada estocada el hundía más su miembro hasta hacerlo llegar al fondo, de pronto mis dientes se liberaron, sentí un espasmo en su pierna, me jaló hacia arriba y recuperándome por la cintura seguí besándolo.

Cuando nos separamos un poco miré hacia abajo; un hilillo de sangre bajaba por su cintura pasando por su entrepierna, palidecí.

— ¿Pero que...? —dije llevándome las manos a la boca.

— Tranquila —susurró, se acercó a mí y me abrazo ante la reacción— no pasa nada ¿está bien?

— Pero ¿Seguro? ¿No te hice daño?

— No, mira ni me duele —me besó— Oye —me obligó a mirarlo— vámonos de aquí.

Me besó suavemente en los labios para calmarme mientras sus brazos me rodeaban tiernamente, brindándome calor. Tomamos nuestras cosas, nos vestimos rápido pero cuando estaba dispuesta a irme algo me detuvo, la sangre había llegado a su pantalón y seguía ahí, gritando.

— Dante, espera —lo tomé por el brazo.

— ¿Qué pasa?

— ¿Qué hacemos con esto? —señale hasta la línea de sangre seca sobre su ropa.

— Descuida mira agárrate la nariz, si alguien pregunta diles que "te comenzó a sangrar la nariz y como estabas conmigo, me machaste un poco" —dijo señalando las comillas en la mentira.

Asentí mientras abrió la puerta, sacó la cabeza confirmando que nadie nos viera y me dejó el camino para que pudiera pasar primero.

— Señorita... —me ofreció en tono juguetón acompañado de una leve reverencia.

La sociaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora