Capitulo 2

407 14 4
                                    

Capitulo 2
Narra Zelene:
-¡Claro que no! Ese tipo es insoportable.
El rostro de Asher se relajó.
-Yo te amo Zelene y ese tipo no va a ser un impedimento.
Asher me rodeó por la cintura con fuerza y me dio un apasionado beso mientras yo agarraba su largo cabello rubio.
-Te amo, Ash.

***
-Hola querida, soy Salma, la madre de Karim.
Miré a todos lados, asustada y luego me relajé al comprobar que Asher se había ido.
¿Quién es Karim? Pensé hasta que recordé la pila de lodo en la que se había convertido mi vida.
-Encantada de conocerla, señora Salma.
No tuve tiempo de decir nada más porque alguien agarró mi brazo y me arrastró a la pista de baile.

Karim se veía más intimidante de cerca. Odiaba bailar a partir de ahora.
Los ojos de todos se posaban sobre nosotros, haciéndome sentir como un animal de circo.
-Sólo le digo, señor, que no se emocione por estar tan cerca de mí, esto no volverá a repetirse.
Karim me miró con burla antes de hablar en mi oído.

-No se preocupe, señorita. Tendremos muchos momentos de mayor cercanía y serán mejores que un simple baile.
Ok, ahora sí, trágame tierra.
Me sentía enferma solo de imaginar cómo sería mi vida desde este momento y este tipo tenía cara de pervertido.

Narra Karim:
A partir de hoy, mi vida sería un desastre total.
Cuando mi padre me informó sobre mi compromiso, no me sorprendí en absoluto, ya que mi familia era muy tradicional.
Pero Esperaba que mi futura esposa fuera amable, bonita y educada.
Creía que mi padre sabía lo que hacía, pero me equivoqué.

Esperaba de todo corazón que las cosas fueran bien porque mi paciencia era limitada.
Esa niña era tan bonita como inmadura. Aunque debía confesar que era divertido ver su cara de molestia.
Zelene era de mediana estatura, tez blanca, delgada, ojos verdes y cabello castaño claro ondulado largo.

La noche de la boda ella decidió quedarse en casa de su familia así que acordamos viajar hoy al mediodía a nuestro nuevo hogar en Grecia.
-Cariño, recuerda que debes tener paciencia con Zelene.
Repitió mi madre por enésima vez.

La miré con fastidio, me lo había repetido toda la mañana.
-Madre, entendí, no se preocupe. Si ella se comporta, le irá muy bien. Además, no soy un monstruo.

Al llegar al aeropuerto, Zelene se despidió de su familia.
Ella y su madre no dejaban de llorar mientras su padre nos miraba con indiferencia.
-Por favor cuide mucho a mi pequeña niña, joven.
Habló la señora entre sollozos.
-No se preocupe señora Briseida, la cuidaré
Prometí no muy convencido.
-Los quiero aunque me hayan dejado a mi suerte con un desconocido.

El viaje fue eterno. ¿Por qué nadie me dijo lo lejos que estaba Canadá de Grecia?.
Por suerte, Zelene durmió durante todo el viaje y mis padres no viajaron con nosotros eso me alegró, porque no tuve que escuchar su irritante vocecita ni el recordatorio de mi madre.
-Ya llegamos, mi amor.
Hablé sacudiendo su brazo.
Ella me dio una mirada de enojo y bajó del avión.
Al salir del aeropuerto tomamos un taxi para llegar a casa.
-¡Tu casa es muy grande!.
Exclamó Zelene apenas bajamos del taxi.
Sonreí aliviado, al menos le gustó la casa.
-Y eso que no has visto las demás.
Mi casa era amplia, rodeada de árboles y flores, pintada de blanco con azul, con puertas y ventanales de cristal y dos pisos.

Desde que la vi, me encantó, especialmente por su cercanía a la playa.
Hasta hace poco vivía en Atenas, pero mi madre insistió en que debía empezar en otro lugar, así que me trasladé a Santorini.
Al llegar, rápidamente me encerré en mi estudio para darle espacio a Zelene.
Luego de un par de horas, decidí subir a verla.
Por alguna razón, ella insistió en dormir sola y acepté, pero solo los primeros días.

Al abrir la puerta, Zelene se encontraba acostada en la cama con una pijama corta mirando el techo.
-¡Pero qué sexy se ve mi esposa!.
Exclamé entrando en la habitación.

Rápidamente Zelene se cubrió el rostro con la almohada, avergonzada.
-¡Eres insoportable! -respondió dándome la espalda.

-¿Por qué? Solamente estoy aceptando que mi esposa es sexy, nada más.

Dije con burla.
-Yo no soy tu esposa.
Levante las cejas, retador.
-¿Quieres comprobarlo?.
Pregunté acercándome.

-¡No! ¡Aléjate de mí, monstruo!.

-exclamó lanzándome la almohada.

-Escucha, vas a tener que acostumbrarte a cosas nuevas.
Le dije tomando asiento a su lado.
-Sí es lo nuevo que estoy pensando, no gracias, ¡qué asco!.

-Te digo, princesita, que mi paciencia tiene un límite. No lo excedas.

-¡Lárgate! Quiero dormir y tu presencia me incomoda.
-Como quieras, mi amor.
Respondí antes de salir, le di un beso en los labios y recibí un golpe en el brazo. Al parecer, me esperaba un árduo trabajo.

Obligada A Amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora