05. Entre la espada y la pared

18 2 0
                                    

Lynx

  Me doy la vuelta sobre la cama, otra vez, llevo un rato despierto, pero no me apetece levantarme. Cuando miro el reloj marca las 12.45 a.m en 15 minutos debería estar en el centro comercial, pero dudo si iré. Sigo pensando en todo lo que ocurrió ayer. La discusión con Nash, verlo salir del baño y tener que ignorar que había llorado, su comportamiento frente a Ariadna y como se marchó. Debí seguirlo. Él se lo merecía. Debe estar enfadado conmigo, y con razón. ¿Cómo pude quedarme con ella? Sabía que Nash tenía razón esta vez.

  Vuelven a llamar a la puerta y sé que esta vez no puedo ignorarlo.

  —¡Lynx Hart! ¡Sé que estás despierto, así que vístete de una vez! —mi hermana grita al otro lado de la puerta.

  Nash debió contarle todo anoche porque cuando llegué comenzó a gritarme todo tipo de insultos. Es raro verla enfadada, pero creo que se desquito conmigo por partida doble. Al acabar de cenar la escuché discutir con Ari por llamada, creo que es la primera vez que eso pasa.

  —¡Sal ya, Lynx! ¡Nash está esperando en el salón! Yo me voy ya. ¡No tardes! —al escuchar el nombre me siento en la cama.

¿Cómo que está aquí?

  Me levanto a toda prisa y me pongo una camiseta blanca, ademas de un vaquero y mis deportivas blancas. Cojo el teléfono de la mesita de noche y salgo de la habitación. Bajo antes de que mi hermana salga de casa y ella me sonríe mientras cruza la puerta. Veo a Nash sentado en el sofá, hablando tranquilamente con mi madre y suelto un suspiro de alivio. Cuando me mira le sonrío, él me saluda con la mano y una sonrisa forzada. Entro al baño en silencio y, tras mojarme un poco el pelo para peinarlo y ponerme desodorante y perfume, salgo se nuevo.

  —¿Vamos? Llegaremos tarde.

  —No pasaría si no te quedaras hasta casi la hora en cama —habla con un tono seco, como cuando paseamos ayer.

  —Lo sé, pero vamos. Hasta luego mamá —le doy un beso en la mejilla y cojo el casco de la moto, que está al lado de la puerta, en el suelo.

  Nash no me habla ni cuando llegamos al centro comercial. Baja de la moto y se coloca el pelo tras quitarse el casco.

  —Un gracias estaría bien.

  —Pero si has sido tú quien ha insistido en traerme —al ver mi cara de confusión frunce el ceño—. No has hablado con tu hermana, ¿verdad?

  —Solo anoche, cuando me echó la bronca.

  Nash suspira y se lleva la mano al puente de la nariz.

  —No sé quién de los dos es más cabezota —ya no me mira, pero sé que se refiere a mi hermana y a mí.

  Comienza a caminar por el lugar, aunque sé bien que no lo conoce, lo construyeron hace menos de tres años.

  Gira hacía el lado contrario y niego con la cabeza antes de ponerle una mano en la cintura y atraerlo hacia mí, para llevarlo en la dirección contraria. Mira mi mano y luego a mí, en silencio, pero con las mejillas sonrojadas. Noto como se encoge de hombros y aparto la mano, para no molestarle. Me vuelve a mirar y suspiro.

  Unos metros más adelante está mi hermana, junto a nuestros amigos. Nash se acerca a Makeila primero, para darle un pequeño abrazo, luego saluda al resto con la mano, pero Alina se abalanza para abrazarle también. Él vacila, pero al final la rodea con sus brazos también.

  —Bueno, ¿vamos? —miro a Logan y alzo las cejas, esperando que separe a Alina de Nash.

  —Si, mejor —al entenderme rodea a su novia por la cintura con un brazo y camina hacia el restaurante.

Deja que ardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora