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 Mire la casa y volví a mirar el papel que tenía entre mis manos. ¿Tanto podría haber cambiado un lugar en 3 años?

 Una señora salió de la casa. Su cabello negro estaba recogido en un moño, su camisa tenía un color blanco irreal y su pantalón negro cubría sus pequeños píes.

-Hola... em discúlpeme por la interrupción pero ¿podría llamar al dueño de esta casa?-le pregunte amablemente.

 La mujer levanto la cabeza mostrándome esos ojos dorados que ningún mortal podría tener. ¿Cómo no la había reconocido?

-¿Ma...má?-pregunte levemente sorprendida.

 Mi madre corrió rápidamente a la reja que nos separaba y saco unas llaves de hierro grandes. Abrió la reja dejándome pasar al interior del jardín.

 Estaba diferente desde que me había ido. Sus pómulos estaban más altos y se posaba más rectamente, su pelo parecía más largo y sus ojos más claros.

-Mi niña.-dijo abrazándome.

 Su perfume de lavanda era el mismo de siempre, sus abrazos cálidos me reconfortaron, los necesitaba un montón.

  Sentí la voz de una niña llamando a mi madre desde dentro de la casa.

-Ven pasa.-dijo ella agarrando mi brazo suave pero firmemente.

 El interior no había cambiado demasiado, seguía teniendo su calor y su color natural.

-Mami ¿me arreglas el...?-mi hermana freno en seco cuando me vio- ¿¡Hermana!?

 Asentí alegremente por su reacción. Corrió hacia mí y yo me agache para estar a su altura. Me abrazo con fuerza y ternura. Su pelo castaño claro estaba muy largo y había crecido.

-Estas más grande.-le dije cuando me separe de ella.

 Ella asintió feliz y luego dio pequeños saltitos de alegría. Corrió hacia mi madre y empezó a gritarle que yo había vuelto.

 Mi padre apareció por la puerta de su oficina y me vio ahí, arrodillada en el piso. Su mirada cambio de confusión a sorpresa y su sonrisa creció.

-Mi hija ha vuelto.-dijo caminando hacia mí.

 Sus brazos me rodearon y soltó un suspiro.

-Pensé que nunca volverías.-me susurro.

-Sobre eso...-dije separándome de él- vine por una razón ¿podemos hablarla en privado?

 Mi padre asintió un poco confundido y me llevo hacia su oficina siempre ordenada. Se sentó en la gran silla giratoria que había del otro lado del escritorio y yo me senté en una de las sillas que estaban por ahí.

-Escucha-dije seria-, volví aquí porque me encontraron en Chile y no me podía arriesgar a que me encuentren en cualquier otro lado.

 Mi padre seguía callado escuchando atentamente mis palabras.

-También... vine aquí porque necesito tu ayuda, debo encontrarlo.-dije sabiendo que él sabría a que me refería.

 Mi padre asintió y abrió un cajo del otro lado. No podía ver que hacía.

-Viniste en el momento justo hijita. Tengo lo que necesitas. 

Perdida en las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora