Perfeccionamiento: Tu técnica de besar se beneficiará de la práctica, intenta practicar pasando tu lengua a lo largo de tus labios cuando nadie este mirando.
No creo haber dormido esa noche. Está bien, hubo momentos en que los bordes de la realidad se volvieron borrosos, pero la parafernalia habitual de comodidad, escape y el resto no se acercaron a mi cama.
Básicamente, no podía huir al miedo de que Chrissandra nos hubiera visto a Tristán y a mí y que eso lo cambiaría todo. Que había pasado por encima de su línea de "no hay vuelta atrás", por lo que ahora yo era indigna de su confianza y amistad. Que estaría eternamente desterrada para unirme a las personas susceptibles a su mirada vacía, indiferentes encogimientos de hombros o peor aún, sus incesantes burlas.
Aferrándome a la esperanza de que aun podría ingeniarme una salida, trabaje por excusas sobre por qué Tristán estaba en mi auto, algo rebuscado y coherente. Cuando la luz finalmente se filtro por mis cortinas, era gris y espesa, un perfecto accesorio para el dolor de cabeza por falta de sueño que ahora tenía. Parecía mucho más fácil esconderme debajo de las mantas, que bajar las escaleras y correr el riesgo de enfrentarme al infierno de ese día.
* * *
Para mi sorpresa no tuve ni una sola llamada o mensaje de texto ese día, o el siguiente. Y admito que decidí, que no tener noticias eran buenas noticias. Que de alguna manera Tristán y yo habíamos esquivado una bala.
Puesto que él pasó el día con su mamá, no fue hasta el domingo, con el reloj marcando hacia el primer día de escuela, que fuimos capaces de vernos de nuevo.
Les dije a mis padres que necesitaba dar un paseo para aclarar mi mente debido a la escuela. Y eso fue más o menos lo que hice. Únicamente que no sola.
Paseando hacia el puerto, pasando a los corredores y a los paseadores de perros habituales del crepúsculo, Tristán y yo mantuvimos una respetable distancia entre ambos. Ambos estábamos conscientes de que a pesar de nuestros besos, esto era solo un negocio. No necesitábamos estar muy cerca, ni tocarnos, ni conectar. Solo teníamos que mantener nuestras historias coherentes y descubrir la forma de encajarlas.
―Está bien ―le dije, rompiendo el silencio―. Tú accidentalmente dejaste el reloj de pulsera que tu mamá te dio por tu promoción de octavo grado en la playa. Y me pagaste para llevarte a que lo recuperaras.
―No uso reloj.
Me encogí de hombros.
―Bueno, sí. Ahora ya no. Porque no pudiste encontrarlo.
Él no lucia muy convencido. ―¿Qué sobre que me estabas enseñando a manejar?
―¿Por lo menos tienes permiso de aprendizaje?
―No. Es por eso que fuimos a un lugar lejano en el lago.
―¿En la oscuridad?
―Empezamos tarde.
―Mmm... no está mal ―dije, arrugando mi nariz en consideración―. Pero tenemos que decir que me estabas pagando. Como que, viniste este verano a mí y nosotros negociamos el trato.
―Veinte dólares la sesión.
―Veinticinco ―dije, solo por ser terca.
Una sonrisa toco su boca. ―¿Aceptas efectivo?
―Solo billetes sin marcar.
Llegamos a una banca y nos sentamos.
―Las buenas noticias ―empecé―, es que no recibí ninguna llamada este fin de semana preguntando por ti. ―Haciéndome pensar...esperar...desear que de alguna forma Chrissandra solo me viera a mí. Y que si me mencionó a Kyle, él dijera que estuve sola.
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The ABC's of kissing boys
RomanceTitulo: The ABC's of kissing boys Autor: Tina Ferraro