Capitulo 7

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Graduación: Para muchas chicas, besar bien es un diploma; para muchos chicos, es un prerrequisito para estudiar un curso más grande.


Esa tarde guardé la tarjeta de débito que mi mamá había dejado para mí y me dirigí a Old Town, con la intención de aprovechar al máximo la única cosa buena acerca de no dejar el fútbol por completo: las compras.

Mientras esperaba que el portón del puente del puerto se elevara, estaba llena de una especie de entusiasmo burbujeante, ese sentimiento familiar y maravilloso de que con el conjunto adecuado, cualquier cosa es posible.

Pero no eran los suéteres o las chaquetas o los pantalones vaqueros los que llenaban mi mente. Curiosamente, era el beso en la puerta. Estar boca a boca con Tristán había sido, bueno, extraordinario. Una experiencia totalmente nueva. Lo cual, cuando me detuve a analizarla, me hizo afirmar mi sospecha de que mi ex había sido un fiasco en la sección de los besos.

Sin embargo, para mantener las cosas en perspectiva, supe que no había sido el chico o el hecho de estar muy cerca lo que me había gustado, tanto como fue lo que aquel beso había significado: esperanza.

El timbre de la puerta sonó cuando entré en Anna Banana's, y me dirigí directamente a una colorida mesa con suéteres de cuello V, pensando en lo bien que lucirían con una camiseta por debajo.

Una voz maternal interrumpió mi reflexión.

―¿Parker?

Miré hacia arriba para ver a Anna, vestida con su ropa habitual de gasa ligera y usando demasiados collares.

―¿En busca de un conjunto para el regreso a la escuela? ―preguntó ella, con su acento alemán suavizado por vivir durante años en los Estados Unidos que lo único que le quedaba de acento eran unas sílabas pronunciadas... más... fuerte de lo normal.

Asentí con la cabeza.

―Más o menos, le tengo echado el ojo a esa falda gris en el escaparate.

―Oh-oh... ¿para ti? ¡Perfecto! Tienes las piernas largas para usarla. ―Ella me tomó por los hombros y me dio vuelta hasta que quede de frente a una puerta del vestidor―. Tú ahí. Vuelvo enseguida con todo lo que encuentre de tu talla.

Solté una carcajada y seguí sus instrucciones. Anna era genial. Y había pasado un tiempo desde que yo había recibido un cumplido. Chrissandra tenía la teoría de que las personas seguras, como supuestamente éramos nosotras, no necesitaban el apoyo gratuito de los demás. Que podríamos valernos por si solas. Y ella sentía que algunos elogios en realidad eran insultos ambiguos, con la intención de menospreciar conjuntos o peinados u otros.

Su filosofía me parecía realmente exagerada, tal vez incluso un poco paranoica, pero en vez de romper la armonía de Chrissandra, había aprendido a morderme la lengua cuando ella o Elaine llevaban algo nuevo o cuando Mandy hacia un nuevo reflejo en su cabello. Y a hacer una especie de ceño a la gente y agitar mi mano con desdén si decían cosas agradables sobre mi aspecto en presencia de Chrissandra.

Por supuesto, con Chrissandra menospreciándome, todo había cambiado. ¿Cuán injusta era la ironía de que ahora ni siquiera tenía amigas con quienes intercambiar elogios?

Anna regresó con una enorme pila de ropa, incluyendo algunas camisetas de manga larga que ella juró que "harían cualquier día especial." Me encantó su actitud, por no hablar de casi todo lo que me hizo probar. Al ver el total en la caja registradora, por otro lado, me hizo sentir un poco mal, pero marqué el PIN de mi madre, sabiendo que ella estaba de acuerdo con mi asignación para la ropa. Me imaginé que era el pago por obligarme a "aceptar" la posición en la JV.

The ABC's of kissing boysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora