Capitulo 10

7 0 0
                                    

—Nos imaginamos que un chupete era justo lo que necesitabas, Parker —afirmó Chrissandra, sus ojos aún relucientes—. Viendo cómo estás saliendo con un bebé.

El mundo giró delante de mí, como en esos primeros momentos de una búsqueda en Google Earth. Desde algún lugar —las Indias Occidentales o Nueva Zelanda o el infierno— llegó un coro de risas.

Y mientras me decía a mí misma que todo esto era un acto, Chrissandra me había advertido que estarían comportándose como perras, también sabía que el juego había cambiado mucho desde esa conversación telefónica. Había sido pillada con un novato. Y ésa era la ruptura definitiva.

—No —dije enfáticamente—, no me gusta de esa forma.

—¿De esa forma? —dijo Chrissandra—. ¿Vestido?

Las chicas rieron.

—¡Oooh, Parker! —gritó Elaine—. ¡Necesitas hielo para ese fuego!

Las ignoré, manteniendo mi mirada en nuestra justa líder.

—No es lo que crees.

—¿Oh? —dijo, arqueando una ceja, una expresión que sabía que significaba que su oponente estaba a punto de ser destruido—. Entonces dime, lectora de mentes. ¿Qué es lo que creo?

¡Mierda! Chrissandra 3, Parker 0. La experiencia me decía que esto iba a ser una total paliza. Todo lo que podía hacer era mantener la calma, y algo de humedad en mi boca. Si había aprendido algo estas dos últimas semanas, era que al final, sobreviviría. Quizás no de una manera fabulosa, pero sabía que al menos podría mantenerme en pie.


La cara de Chrissandra adquirió una expresión triunfal, una que compartía con el grupo.

—No sabes lo que estoy pensando, ¿no? ¿Cómo podrías? Eres como una novata de nuevo tú misma: jugando en JV, saliendo con uno.

—Sí —dijo Mandy—, es como si fueran a tener que sacarte del anuario.

—Eliminarla —corrigió Chrissandra—. O al menos los dos últimos anuarios. Y poner su foto en las páginas de los novatos de este año.

—Uh, sí —dijo Mandy, sin duda recordando el guión ahora—. Es como si nunca hubieras existido.

De nuevo, risitas y sonrisas.

—Te explicaré detalladamente lo que estoy pensando exactamente —dijo Chrissandra, una mano en su cadera—. Te vi con ese chico. Sé lo que estabas haciendo fuera en el lago con él porque yo estaba allí para hacer lo mismo con Kyle.

Esto era malo. Súper malo. Mortalmente malo. Tan malo que malo necesitaba un nuevo nombre.

A falta de una respuesta, quité el chupete de mi casillero y lo hice una bola en mi mano. La negación, en este punto, era un desperdicio de aliento. Podía ir con la cosa de las lecciones de conducción, pero de repente parecía demasiado poco convincente, ni siquiera estaba segura de poder decirlo con una cara seria. Mi única salida era la verdad, el plan de la cabina de besos, pero ¿cómo podía admitir seguir adelante con algo que solo funcionaría si uno de los jugadores del equipo universitario —tal vez una de ellas— eran echadas fuera del equipo?

Por supuesto, del modo en que me estaba sintiendo, difícilmente me preocupaba si todas conseguían que les patearan el culo.

Estaba perdida en Perdedorlandia. Si no podía negarlo, y no podía confesar, ¿qué quedaba? ¿Lágrimas? ¿Rogar por perdón? ¿Aceptar el destierro? O... ¿qué tal sorprender a Chrissandra con una imitación de su ídolo, Julieta Capuleto; haciendo alguna dramática oración en pentámetro yámbico, una que probablemente ascendiera a absolutamente nada pero que sonara tan bien que no podrías evitar escucharla? En otras palabras, regresar a ella con alguna mierda realmente elaborada.

The ABC's of kissing boysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora