CAPÍTULO 41. ANGELA MAREL

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Después de aquel día desperté como cualquier otro, esperaba encontrarme a Valentina aún durmiendo a mi lado pero mi sorpresa fue una cama vacía. Al bajar a la cocina descubrí que mientras a mi se me caía la baba al dormir, Valentina y mi madre estaban conviviendo.

Aunque la convivencia se baso en Valentina aprendiendo a prender el fogón por primera vez y picando el primer tomate de su vida. No es que mi amiga tuviera muchas ganas de aprender a cocinar, simplemente su manera de evitar el lío en el que se convirtió su vida era distraerse lo más posible en cualquier cosa que pudiera ocupar su tiempo.

__ ¡Ahg! No sé qué hice, no se que hice, me arde, algo entro en mis ojos __ Valentina tenía los ojos cerrados y pude ver lagrimas caer de ellos, mi madre se acercó preocupada a ella.

__ ¿Qué pasa? ¿Qué tienes?

__ Mis ojos, partí la cebolla a la mitad y ahora mis ojos arden __ Valentina avanzaba por la cocina aún con los ojos cerrados y la mano extendida tocando las encimeras para caminar sin chocar y llegar al lavado donde se encargó de lavarse la cara __ quedaré ciega. Señora Rosa, voy a quedar ciega. __ mi mejor amiga estaba realmente desesperaba, incluso pegaba brincos y aleteaba las manos sin control.

Mi mamá tenia muchas ganas de reírse, lo pude notar en su cara pero se aguantó y comenzó a picar ella la cebolla.

__ Tranquila, Val, es algo normal, la cebolla suele hacer eso, no vas a quedar ciega. __ le explicó mi madre, yo aún no les avisaba de mi presencia, simplemente las observo desde el marco de la puerta.

__ ¿Qué clase de verdura criminal es la cebolla? __ Valentina quien ahora tenía solo uno de sus dos ojos abiertos parecía realmente molesta, las gotas de agua resbalaban por su rostro llegando a mojar incluso la blusa que le preste por la noche. La cual recuerdo que me criticó porque la tela no es la mejor de todas.

__ No volverás a picar cebolla, hija, no dejaré que la delictiva cebolla afecte tus ojitos de nuevo __ mi mamá dijo para al final comenzar a reírse de la situación.

Valentina, que no entendía lo divertido de todo eso permaneció con su ceño fruncido y frotando con su puño el ojo que aún continuaba cerrado.

Después del primer desayuno con mi mejor amiga en casa, era momento de ir a la escuela. Lo cual también sería toda una aventura, empezando por el hecho de que yo no tengo quien me lleve y traiga de la escuela.

Así que Valentina estaba parada esperando uno de sus temores más grandes, el autobús. Que aunque en una ocasión Tony ya la había subido, ese era uno completamente vacío. A estas horas de la mañana no hay autobuses vacíos, todos están abarrotados de personas apachurradas a las que el chófer les exige seguir corriendose hacia atrás.

__ Mira, ahí viene __ le avise para que ella se parará y colocará su mochila. Pero fui ignorada pues ella simplemente miró el autobús a lo lejos y negó con la cabeza.

__ No cabemos en ese, esperemos otro.

Ruedo los ojos y le hago la señal al autobús para que se detenga, Valentina me mira con los ojos muy abiertos y totalmente asustada, parece realmente incrédula, lo entiendo, no parece que pudiéramos ir en ese autobús tan lleno, pero después de unos cuantos empujones y de ser aplastadas por fin pudimos acomodarnos en un pequeño hueco.

Pero Valentina comenzó a hiperventilar, su respiración era rápida y se aferraba a mi brazo como una pequeña niña indefensa y pérdida.

__ Tranquila, te acostumbraras.

__ Ese hombre suda muy cerca de mí, me ha rozado el brazo y lo siento húmedo, Angela, voy a desmayarme __ ella estaba exagerando por completo, y lo peor de todo es que me dejaba en ridículo, Valentina ni siquiera hablaba bajito para que la gente no escuchará. Era todo lo contrario.

Entendido, profesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora