Epílogo

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-¿Así que Castle Combe?

-Castle Combe -Ari se dejó caer junto a Samantha en el sillón, mientras ella jugaba con Alice sobre su regazo- ¿Estás de acuerdo?

-Pues... Sí. Es un lugar lindo

-Lo adoro. Es tan tierno, y tengo un empleo, y la gente es muy agradable, ¿Y sabes cuál es la mejor parte?

-¿Cuál? -Samantha seguía jugueteando con las manitas de su hija, que estaba sentada en sus piernas frente a ella, babeando.

-No hay mafias aquí -susurró la rubia, y Samantha giró la cabeza para arquear una ceja en su dirección.

-Listilla

-Te amo -con una risita, Ari se inclinó sobre su novia y besó su mejilla antes de ponerse de pie nuevamente y caminar hacia la cocina para terminar de acomodar los restos de la cena de esa noche. Al pasar frente a Samantha, esta estiró una mano y le pellizcó el trasero, haciéndola pegar un salto y soltar un chillido.

Ari la fulminó con la mirada de manera juguetona antes de entrar en la cocina.

-Castle Combe será... -murmuró la castaña mientras depositaba a su hija sobre el moisés y caminaba hacia donde estaba Ari.

-¿Cielo? ¿Puedo hacerte una pregunta?

Ari la miró extrañada ante el evidente nerviosismo de la castaña, pero no dejó de fregar los platos.

-Claro mi amor

Samantha inspiró hondo, y comenzó a rebuscar algo en el bolsillo de sus jeans.

-¿Podrías dejar los platos?

-¿Qué...?

-Amor, deja eso -la rubia le frunció el ceño, pero obedeció, dejando la vajilla a medio enjabonar y secándose las manos mientras se giraba hacia su novia.

-¿Qué sucede?

-Bien... Iba a preguntártelo esta noche en algún restaurante, pero... No puedo esperar más

-¿Qué, amor?

Ari observó con los ojos como platos cómo Samantha se ponía de rodillas frente a ella, alzando una pequeña caja negra frente a ella.

-Dicen que cuando conoces el amor de tu vida, el tiempo se detiene... Y es verdad. Dicen que el amor sobrepasa los más grandes obstáculos con tal de llegar a su destino. Yo no tengo dudas de que mi destino eres tú. Y cada día siento mayor certeza de que puedo superar cualquier obstáculo que me coloque la vida, si es tu mano la que me sostiene durante el camino. El tiempo me ha enseñado de la forma más bonita, que eres todo lo que necesito para seguir adelante y superar cada una de las pruebas que la vida coloca frente a mí. Eres la fuerza que necesito para volver a levantarme después de cada caída, eres el único hombro en el que quiero llorar después de mis derrotas, y el único abrazo que quiero recibir luego de cada triunfo. El tiempo, además, me ha demostrado que la vida no envía batallas sin darnos antes las herramientas para salir victoriosos. Y tú eres eso, eres el apoyo, la fuerza, y el amor que necesito. Porque si de algo estoy segura, es que fuiste enviada a mi vida para ir de mi mano. Sé que mi destino eres tú, porque eres la luz que más ilumina mi camino, y sin dudas eres la única meta que quiero alcanzar. Por eso sé que quiero pasar el resto de mi vida junto a ti. Asi que ¿Me darías el honor de convertirme en tu esposa? -el aire se le atascó en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas- ¿Cielo? -Samantha observó, con un creciente nerviosismo como su novia abría y cerraba la boca sin decir nada- Más te vale decir que sí

Finalmente, la rubia soltó una carcajada antes de acercarse a ella para acariciar sus cabellos castaños.

-Mandona

-Sí, lo soy -Ari se mordió el labio inferior con fuerza, mientras lentamente se dejaba caer frente a ella, de rodillas también- Todavía no me has respondido

-Estoy disfrutando... Creo que nunca te había visto tan nerviosa -murmuró juguetona, pegándose más a ella.

-Eres una mujer malvada

-Aprendí de la mejor -Samantha rodó los ojos mientras abría la caja de terciopelo, revelando un anillo precioso.

-Casate conmigo, mi amor

Ari sonrió lentamente.

-Sí, mil veces sí

Samantha volvió a respirar profundamente desde que se había decidido a pedirle matrimonio, y colocó ceremonialmente el anillo en el dedo de su ahora prometida.

La rodeó con sus brazos, apretando sus nalgas.

-Te amo, mi amor

-Te amo todavía más, cariño mío

6 años más tarde.

-Ari, ni se te ocurra -la rubia le frunció el ceño a su esposa, pero ignoró la orden y siguió encaminándose a la enorme piscina del jardín- Vuelve aquí ahora, maldita sea, podrías resbalarte y partirte el cráneo

-No me caeré

-Ese suelo es resbaloso -masculló Samantha, indignada, caminando detrás de su esposa.

-No voy a quedarme allí adentro encerrada cuando tenemos esto en nuestro jardín, tengo calor -protestó, sin disminuir en su marcha.

-Ya te caíste aquí una vez, no seas idiota

-Eso fue hace tres años, y estaba distraída

-Pero no estabas embarazada

-Y justamente porque ahora estoy embarazada estaré más atenta

Ari decidió no discutir cuando el brazo de su esposa rodeo su cintura, ayudándola a bajar los tres escalones que guiaban a su paraíso personal.

-Creo que soy la única estúpida a la que se le ocurre construir una piscina en un lugar en donde sale el sol dos veces al año

-Sabes que lo hiciste para consentirnos a Alice y a mí, y te lo agradecemos mucho -respondió la rubia, melosa, mientras giraba el rostro para depositar un besito en la mandibula de Samantha.

Ella bufó.

-¿Hablaste con Alice hoy? -preguntó, mientras veía a su testaruda mujer quitarse la enorme playera que llevaba puesta, revelando su vientre de ya siete meses.

-Sí, está feliz de pasar estas vacaciones con sus tías, pero le he dicho que será sólo una semana. No puedo tenerla lejos de mí tanto tiempo

Samantha sonrió.

Su testaruda y sobreprotectora mujer. Cuánto la adoraba.

-¡Ari!

Samantha corrió hacia ella cuando la vio tambalearse levemente en el camino a la piscina, y la tomó de la cintura para estabilizarla.

-Samantha, tranquilízate. A este paso, te llenarás de canas prematuramente, amor

Samantha bufó.

-Claro, y será culpa tuya

Ari soltó una carcajada, girándose para besar sus labios brevemente.

-No puedes vivir sin mí -sentenció, antes de girarse y meter ambos pies en el primer escalón de la enorme piscina.

Samantha la vio tantear el agua, y caminar de un lado al otro esperando a acostumbrase a la temperatura, mientras se acariciaba el vientre distraídamente, y se agachaba para quitar las pequeñas hojitas verdes que habían ido a parar allí dentro.

-No, no puedo.... -susurró finalmente, antes de seguirla dentro del agua.










-FIN-


















Llegamos al final de esta historia, gracias por haber llegado hasta aquí y haberse tomado el tiempo de interactuar con la historia.

Los quiero. ❤️

Mía | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora