El Ángel caído

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Mejor haz eso de tengo buenas y malas noticias?”  sugirió.

“Buena idea. Cuál quieres primero?
La mayoría de las personas quieren las buenas primero.”

“Tal vez,” dijo él. “Pero tú estás muy lejos de ser la mayoría de las personas.” rio un poco Tiago.

“Está bien, tomaré primero las malas.” Él se mordió su labio. “Entonces prométeme que no te irás antes de que llegue a las buenas noticias.”

Tiago no tenía planeado irse. No ahora que él no estaba alejándolo. No cuando él podría estar apunto de ofrecerle algunas respuestas de la larga lista de preguntas con la que se había obsesionado las últimas semanas.

Él llevó las manos del menor a su pecho y las sostuvo contra su corazón. “Te voy a decir la verdad,” dijo. “No me creerás, pero mereces saber, incluso si eso te mata.” Él vio hacia atrás y hacia adelante, luego tomó un gran respiro. “En la Biblia…”

Tiago gruño. No podía evitarlo; tenía una mala reacción a las charlas de la escuela de los domingos. Además quería discutir sobre ellos dos, no sobre parábolas moralistas.

“Sólo escucha,” dijo él, dándole una mirada. “En la Biblia, Dios hace el gran asunto sobre cómo todo el mundo debería amarlo con toda su alma? Que tiene que ser incondicional, e incomparable?”

Tiago se encogió de hombros. “Supongo.”

“Bueno-“ Mau parecía estar buscando las palabras correctas. “Esa petición no se aplica solamente a las personas.”

“A qué te refieres? A quiénes? A los animales?”

“Seguro, a veces,” dijo Mauro. “Como la serpiente. Él fue maldecido luego de que tentó a Eva. Condenada a arrastrarse por la tierra para siempre.”

Él corrió sus dedos pasando por su quijada, hasta el agujero de su cuello. Tiago suspiró relajado por las caricias.
“Lo que estoy tratando de decir… creo que podría decir que yo también estoy maldito. He sido condenado por un largo, largo tiempo.” Él habló como las palabras supieran a amargo. “Yo tomé una decisión una vez, una decisión que yo pensé-que todavía creo, aunque-“

“No entiendo,” Tiago, moviendo su cabeza.

“Por supuesto que no,” él dijo, dejando caerse en el suelo junto a Tiago. “Y no tengo el mejor historial de explicártelo.” se rascó su cabeza y bajó el tono de su voz, como si
estuviera hablándose a sí mismo. “Pero todo lo que puedo hacer es tratar. Aquí va... “Me enamoré” él explicó, tomando sus manos y sosteniéndolas fuertemente. “Una y
otra vez. Cada vez, terminando catastróficamente.”

“Una y otra vez.” Sus palabras lo hicieron sentir enfermo. Tiago cerró sus ojos y retiró sus mano. Él ya le había dicho esto. Ese día en el lago. Que él había tenido rompimientos. Que había sido quemado. Por qué mencionar a esas chicas ahora? Había dolido antes y dolía mucho más ahora, como un filoso dolor en sus costillas.

“Mírame,” él rogó. “Esta es la parte dura.”
Tiago abrió sus ojos.
“La persona de la que me enamoro cada vez una y otra vez... eres tú.”

El menor había estado aguantando su respiración, y quería exhalar, pero había salido como una filosa y cortante risa.
“Claro, Mau,”dijo, comenzando a pararse. “Wow, realmente estás maldito. Eso suena horrible.”

“Escucha.” Él lo jaló hacia abajo con una fuerza que hizo que sus hombros vibraran. Mau miró arriba hacia el árbol de durazno, como si pidiera ayuda. “Te estoy rogando, déjame explicarte.” Su voz tembló. “El problema no es amarte.”

Una Guerra En El Cielo-  LITIAGO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora