Descubriendo la verdad

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El agitó su mano, soltándose y comenzó a irse hacia su dormitorio. Dio unos pasos, se paró y se volteó.
Mauro no se había movido. “Qué pasa?” preguntó, levantando su barbilla.

Tiago se paró donde estaba, distanciado de él. “Te prometo que me quedaré cerca, tanto como pueda para poder escuchar las buenas noticias.”

El menor colapsó en su cama, dándole una sacudida al gastado colchón. Después de que salió del cementerio y prácticamente corrió hacía su habitación. Ni siquiera se había molestado en encender la luz. Se hizo un ovillo y se abrazo a si mismo.

Estaba tan feliz de estar finalmente solo.

Entonces alguien llamó a su puerta. Ignoró los golpes en la puerta. No quería ver a nadie, y quien quiera que fuese debía entender la indirecta. Otro golpe. Respiración pesada, como soportando una alergia, un sonido de aclararse la garganta.

No podía ver a Duki ni a Paulo justo en este momento. Tampoco quería sonar como un desequilibrado si trataba de explicarle todo lo que le había pasado las últimas veinticuatro horas, o iban realmente a volverse locos, Tiago escuchó los pasos de ellos alejándose por el pasillo. Respiró con un suspiro de alivio, que después se convirtió en un largo, triste gemido.

Quería culpar a Mau por desatar dentro de el este sentimiento fuera-de-control, y por un segundo, intentó imaginar su vida sin él. Excepto que eso era imposible.

Como tratar de recordar tu primera impresión de una casa después de que has vivido ahí por años. Así de fuerte era lo que él significaba para Tiago. Y ahora tenía que imaginar un modo de descifrar las extrañas cosas que él le había dicho esa noche.

Su mente, seguía girando alrededor de lo que él le había dicho sobre las veces que estuvieron juntos en el pasado. Quizá Tiago no podía recordar exactamente los momentos que él describió o los lugares que le mencionó, pero de una extraña manera, sus palabras no fueron tan impactantes del todo. Había sido de alguna manera familiar.

El cielo a través de su ventana era como un profundo carbón, con sólo unas borlas de nubes blancas. Su cuarto estaba oscuro.
Cómo recordar esa vida en París? O esa vida de La dictadura militar? O aquella otra dónde el escapa de unos presos? No podía hacerlo, porque una parte de el no las vivió y la otra sí, le decía en su cabeza que todo aquello era familiar.

No podía culparlo. Si, el sonaba como un loco, pero también estaba en lo correcto, admitía que él era quien había venido tras él una y otra vez sugiriendo que habían tenido algún
tipo de historia. Y no sólo eso. Era Tiago quien veía las sombras, la que se mantenía encontrándose involucrada en la muerte de gente inocente.

Mauro comenzó a hablar de las propias muertes de el –de cómo
lo había visto morir tantas veces. Si había alguna manera de concebir una cosa semejante, Tiago hubiera querido preguntar si Mauro sentía que era responsable de eso.
Por la pérdida de el.
Se acomodó para sentarse en la silla de su escritorio, la cual se encontraba a mitad de la habitación. Cuando extendió su mano bajo el, para alcanzar lo que fuera el duro objeto sobre el que se había dejado caer, se encontró con un delgado libro.

El libro en sus manos era uno que nunca antes había visto.
Estaba forrado con una pálida tela gris, con esquinas desgastadas y pegamento marrón cayéndose a pedazos en las orillas.

Los Vigilantes: Mitos en Europa Medieval.

El libro de los ancestros de Mauro.
Era pesado y apestaba a humo. Jaló la nota que estaba pegada dentro de la cubierta frontal.

Si, encontré una llave adicional y entré ilegalmente a tu habitación. Lo lamento. ¡Esto es URGENTE! Y no pude hallarte en ningún lado. ¿Dónde estás? Con Duki nos preocupamos, te traje para que leas este libro sobre tu investigación, aunque seguramente Mauro ya te habra contado todo, haber si tú mente comienza a recordar.
Me daré una vuelta por aquí en una hora.
Xoxo
Paulo

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⏰ Última actualización: Mar 14 ⏰

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