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Había sido una locura meterlo al hotel a escondidas, pero lo había conseguido. De todos modos, ella se iría a la mañana siguiente, si los descubrirían, no habría mucho cambio.

Observó la campera de ella que él había estado usando todo ese tiempo y con asco la tomó con las puntas de sus dedos y la metió dentro de una bolsa negra.

Eso se iría directo a la basura.

Kerlak se estaba dando un baño, y es que realmente lo necesitaba, olía literalmente a como se veía... Y eso era mucho ya que decir.

—Tengo un jogging y una remera que podrías usar, estoy segura que te entrarán —le dijo sentada en la cama, mirando la puerta del baño—. Y en los pies no creo que tenga algo que te entre, tal vez unas chanclas —pronunció pensativa.

Pensamiento que se vió interrumpido cuando él salió del baño completamente desnudo, mojado, chorreando agua, sin pudor alguno.

—¡¿Pero qué haces?! —chilló avergonzada, arrojándole una almohada—. ¡Cúbrete!

—¿Eh?

—¡Vete al baño y ponte la toalla! —exclamó cubriéndose los ojos.

Kerlak la miró confundido y luego observó su cuerpo ¿Qué tenía? Regresó al baño y tomó la toalla, envolviéndola a su cintura para luego salir e ir nuevamente hasta Eva.

—Listo.

Bajó las manos de sus ojos y lo miró molesta.

—¡¿Te crees que es normal andar desnudo, eh?!

—No entiendo cual sería la gravedad del asunto —pronunció confundido—. ¿Nunca viste el cuerpo de un hombre acaso?

—¿Te golpeaste la cabeza o eres así de tonto?

—De hecho sí, me golpeé la cabeza —le dijo dándole la espalda, señalando una parte de su cabeza.

Eva lo miró confundida y luego de ponerse de pie e ir hasta él, observó la herida que estaba cicatrizando en su cabeza, en su parte posterior.

Y a juzgar por la longitud y profundidad, era una herida importante, que mínimo tendrían que haber suturado.

—¿Qué te pasó? ¿Cómo te hiciste eso?

—No lo recuerdo, ya te dije —pronunció tomando el pantalón que estaba sobre la cama, para quitarse la toalla y ponérselo.

Eva desvió la mirada apenada en ese momento.

—¿Entonces en verdad no recuerdas nada de tí?

—Ajá —le dijo tomando la camiseta de mangas cortas.

Que bien se sentía estar nuevamente limpio, extrañaba tanto poder bañarse.

—Oye, yo mañana tengo que regresar a mi hogar, estoy sólo de vacaciones aquí. ¿Qué harás tú? ¿Por qué no buscas ayuda? No puedes seguir vagando por la ciudad.

—No tengo nada más que hacer.

—Claro que tienes, ve a la policía y diles que tuviste un accidente, que no recuerdas quién eres. Ellos pueden ayudarte a encontrar a tu familia, amigos, alguien que te reconozca y sepa quién eres.

—No, nadie puede ayudarme aquí —pronunció con simpleza, antes de echarse hacia atrás y acostarse sobre la cama.

Uy no, se quedaría dormido como un bebé, que bien se sentía esa cama, no tenía comparación con la banca del centro.

—Yo podría ayudarte —le ofreció en un tono bajo.

—No, no puedes hacerlo.

—Claro que puede hacerlo, alguien tiene que saber quién eres, te tienen que reconocer.

—Nadie de aquí puede hacerlo.

—Ven conmigo entonces, yo no conozco casi nada de aquí, pero de mi hogar sí, allí podemos pedir ayuda de los policías para ayudarte a encontrar tu hogar.

—No.

—¿No? ¿Y qué piensas hacer entonces? ¿Dejarte morir? —le inquirió molesta, cruzándose de brazos.

Kerlak observó el techo, en silencio varios segundos.

—Sí, podría hacerlo.

—Que patético y ridículo eres.

—¿Qué? —le preguntó sentándose para mirarla.

—Eso mismo que escuchas, eres un ridículo patético. Sólo un cobarde se rinde tan fácilmente sin luchar.

—Tú no tienes idea de lo que dices —masculló.

—No, claro que no, porque ni sé quién eres. Pero por lo que veo, no eres más que un cobarde infeliz, patético.

Se puso de pie y frente a los ojos atónitos de ella, cambió de imagen por unos segundos, enseñándole una enorme criatura de tres metros que se inclinó hacia adelante, debido a que su altura era mayor a la del techo.

Tenía unos ojos negros de iris azules y grandes pupilas oscuras, de piel gris y una especie de escamas sobre su piel en un tono azul tornasolado.

—Tú no tienes idea de nada —le dijo en un tono extraño de voz, enseñándole unos dientes blancos y puntiagudos como colmillos, antes de emitir aquel sonido extraño, que aparentemente lo hacía cuando estaba enojado.

Eva al ver eso se tiró hacia atrás espantada, ahogando un grito al cubrirse la boca. Él volvió a su imagen humana y se acercó a ella, poniéndose de cuclillas a su lado.

—Vengo de un lugar muy lejano de aquí, soy un soldado Kerlakiano que quedó varado en tu planeta. Si algo no soy en mi extensa y larga existencia, es cobarde.

La castaña lo miró sin poder salir del shock y él le tocó la frente, dejándola inconsciente.

Lo mejor sería que creyera que había sido un sueño.

...

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KerlakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora