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—Tengo la cabeza en otro lado —pronunció acomodando algunos descartables y utensilios.

—¿Qué pasó? Te he notado muy silenciosa y pensativa —le dijo su compañera.

Eva suspiró, negando con la cabeza, tomando una caja de guantes de látex.

—Me encontré con una de mis compañeras de la secundaria.

—Ay que mala suerte la tuya. Yo suelo pensar que esa gente está toda muerta, y como los muertos no andan por la calle, si me los cruzo, los ignoro.

La castaña sonrió suavemente.

—Debería hacer lo mismo, más con personas tan... Soberbias.

—¿Pero qué fue lo que pasó?

—Nada especial, ella siempre fue la chica bonita que le gustaba a todo el colegio, simplemente eso.

—Mm, entiendo ¿Pero qué con eso? Ya no tienes dieciséis años para que te afecte.

—Se casó con el amor de mi vida, Matthew Terrence... Nosotros nos separamos hace tres años, y ellos se casaron hace tres años —pronunció bajo—. Es evidente que estaba con ambas.

—Ay Eva, lo siento mucho. Que hijo de puta —le dijo afligida—. Los hombres son basura, siempre lo digo.

—No creo que todos los hombres lo sean, hasta creí que él era un buen tipo. Siempre fue tan amable conmigo, tan gracioso, la pasábamos tan bien juntos. No pensé que era de esos.

—Si es como tú dices, tal vez comenzó su relación con ella después de que terminó contigo.

—Ceci, nosotros terminamos en septiembre, dudo mucho que en los tres meses que faltaban para terminar el año, ello hayan tenido una relación fugaz, y encima le propusiera matrimonio.

—¿Y por qué no? Las personas a veces hacen locuras cuando creen encontrar a su persona especial, ideal.

Eva desvió la mirada al escuchar aquello y Cecilia rápidamente se arrepintió de haber dicho aquello.

—Ay disculpa, no quise decir que tú no lo fueras para él, pero a veces-

—Descuida, sé que no lo hiciste con mala intención. Y sí, quizás tienes razón, ella pudo haber sido su persona especial.

—Si, o quizás-

Un alto castaño de ojos azules entró en ese momento a la bodega, tomando por sorpresa a ambas, especialmente a Cecilia.

—Kerlak ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste? Esta área es restringida, sólo personal de la clínica puede pasar —pronunció desconcertada, tomándolo del brazo para salir los tres de allí.

—Les dije que era un delivery y te traía tu almuerzo —explicó indiferente, enseñándole una bolsita blanca que adentro tenía un tupper.

Eva lo observó sorprendida, antes de sonreír y tomarla.

—¿En serio cocinaste para mí?

—Sí, ví una receta en la PC, gnocchi se llama, y como teníamos todos los ingredientes en casa, la hice. Espero te guste.

La castaña sacó el tupper de la bolsa y luego la tapa, sintiendo el delicioso aroma que salía de la comida.

—Uy, huele delicioso, gracias.

—De nada.

—Ah, no te presente, Kerlak, ella es mi colega Cecilia, Ceci, él es Kerlak —sonrió.

—Un gusto, Kerlak —sonrió la morena, sin poder salir del asombro con la imagen tan imponente de ese hombre.

—Lo mismo digo —pronunció mirándola por un momento, antes de volver su vista a Eva—. A la hora que sales ya está oscuro, así que te estaré esperando para volver a casa juntos.

—No hace falta, en serio, estoy acostumbrada a volver sola.

—¿Cuánto tardas en prepararte para salir? ¿Veinte minutos?

—En serio, no hace-

—Ocho y cuarto entonces te estaré esperando afuera, dudo que salgas antes. Te veo luego —pronunció antes de irse.

—Ay Dios, que tipo terco —murmuró.

—¡Eva! ¡¿Por qué no me dijiste que estabas saliendo con un tipo tan guapo?! —exclamó asustándola—. ¿Y en serio estabas triste por ese tal Matthew? Dudo mucho que se vea mejor que este.

—Es complicada la situación con Kerlak —sonrió incómoda—. ¿Quieres probar también? Huele muy rico, y se ve espectacular.

—¡Y encima cocina! Mujer ¿Qué más quieres?

***

Salió de la clínica, y no se sorprendió de ver a ese alto castaño junto a una de las columnas de afuera, apoyando su espalda, mirando hacia el cielo nocturno.

—Ya estoy aquí —sonrió llegando hasta él—. Me demoré diez minutos más, lo siento.

—Está bien, no importa —le dijo sacando un gorro de su abrigo, para colocárselo a ella—. Ayer cuando saliste de la casa te lo olvidaste, y hoy dijeron que la temperatura iba a bajar mucho en la noche.

Ella se le quedó mirando a los ojos, sus ojos que se veían tan azules en ese momento.

—Gracias.

—Es lo mínimo que puedo hacer por tí, vamos.

—¿Estás haciendo esto a modo de agradecimiento? ¿Por dejarte vivir en mi casa?

—No, pero si quieres que te pague de algún modo, dímelo.

—No, no quiero eso, pero quiero saber porqué lo haces.

—Tú misma lo dijiste la otra vez, si puedes ayudar a otro, ayúdalo. Y eso estoy haciendo, te estoy ayudando.

—¿P-Por qué?

—¿Por qué no se trata de eso? ¿Ayudar a los demás cuándo lo necesiten?

...

KerlakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora