La bicicleta

221 48 2
                                    

El de nacionalidad soviética se encontraba puliendo una rueda de madera pues la que tenía en su bicicleta se había desgastado, durante su arduo tallado se lastimó con una astilla.

OUCH!.

En la puerta se encontraba aquel que hace unos cuantos días estaba cumpliendo años.

- Dios, por qué no tienes cuidado? sí ya sabías que tenías que usar guantes de cuero duro. - Regaño.

En cuanto lo vio sangrando se preocupó y le agarró de la mano.

- No es nada, estoy acostumbrado doña chismosa que se la anda en la puerta de mi bodega.

- Me ofendes ...

Lo último lo dijo distraído mientras desinfectaba y le ponía una gasa al ruso. Una vez termino rápidamente recordó algo que pasó el día anterior.

- Unión...

"El nunca me llamo así, eso me llama la atención ¿Por qué será?".

- Si?

- Ayer por la noche después de cenar con Polonia y sus hermanos me dijo algo... Que no sé si debería contarte, no quisiera incomodarte con el tema.

- Qué? - Estaba sacado de onda.

- Me contó que tú gustabas de ella y que siempre le traías flores hermosas a su casa..  ¿Es verdad que te gusta? - Sonreí ingenuamente cuando formulé mis palabras para esa pregunta, extrañamente sentí que mi corazón se hacía tan chiquito que por momentos dejaba de existir.

- Gustarme... - Trago saliva.

El alemán lo miro atentamente.

- No, no me gusta. No te dijo ninguna mentira sobre eso de los ramos de flores y que iba a visitarla a su casa, pero ya no siento lo mismo por ella hace un tiempo, es extraño por qué... me gustó toda mi vida y de un día a otro simplemente dejé de sentir algo por ella, no se exactamente en qué momento no tampoco se por que.

El pequeño chico delgado que estaba a su lado empezó a ponerse rojo de repente.

- Vale! - lo dijo feliz pero cambió su expresión al darse cuenta que tal vez estaba haciendo cruel con su reacción. - Este! Deberías aclararlo un día de estos porque Polonia sigue pensando que gustas de ella.

El soviético lo miró sorprendido pero calmó su mirada y sonrío mientras la acariciaba el cabello al otro, soltaron pequeñas risas cómplices y se montaron a la bicicleta que ya había sido reparada mientras tenían esa charla.
El ruso manejaba y el alemán se aferraba a él por los hombros.
En cuanto llegaron a su destino el alemán corrió a la puerta ya que se le había ido toda la tarde con su amigo y pues ya era de noche.

- Adiós! - le dijo nervioso.

- Ten buenas noches - Le respondió el ruso desde su bicicleta empezando a pedalear nuevamente a su casa.

Flores de Berlín Donde viven las historias. Descúbrelo ahora