El aire denso y cargado de misterio rodeaba a Layla, Erick y Thomas mientras se adentraban en la estación de tren abandonada. La oscuridad se cernía sobre ellos, acentuada por la escasa iluminación que apenas lograba penetrar en aquel lugar lúgubre y olvidado. El sonido de sus pasos resonaba ominosamente, creando un eco siniestro que parecía susurrar secretos oscuros.
Layla, con la voz temblorosa, trató de explicar a Erick la verdad detrás de la desaparición de su hija y la presencia de Bellaco. Pero sus palabras se perdían en la atmósfera cargada, y Erick, consumido por el dolor y la rabia, se negaba a aceptar cualquier explicación que desafiara su realidad.
Thomas, consciente de la necesidad de encontrar a Safia y Valeria, intentó persuadir a Erick, señalando las pistas y las extrañas coincidencias que rodeaban la situación. Cada palabra suya era pronunciada con un susurro casi inaudible, tratando de mantener el suspenso en el aire. Las sombras jugaban con su rostro, dándole un aspecto enigmático mientras luchaba por convencer a Erick.
El entorno parecía responder a la tensión que se había generado. Los vagones abandonados crujían como si fueran testigos silenciosos de algo oscuro y siniestro. Las ventanas rotas susurraban sus historias de dolor y sufrimiento. El viento, con su gélido aliento, se filtraba por los rincones, haciendo estremecer a los presentes. Era como si el lugar mismo estuviera impregnado de la presencia de Bellaco.
De repente, una figura emergió de las sombras. Era una niña con el cabello tan oscuro como la noche sin estrellas, su piel pálida como la luna y sus ojos, vacíos, sin rastro de vida. Cada uno de sus movimientos era pausado y lleno de un temor palpable. Su presencia generaba una sensación de opresión, como si el mismísimo terror se hubiera materializado ante ellos.
La niña, con su voz temblorosa y quebrada por el miedo, expresó su profundo pesar por no haber podido cuidar del oso de peluche. Hablaba con una tristeza tan profunda que era capaz de estremecer los corazones de aquellos que la escuchaban. Su voz parecía un eco proveniente de otro mundo, envuelto en un suspenso escalofriante.
Ella instó a Thomas a tomar el oso de peluche que reposaba en las vías del tren. Sus palabras eran un eco macabro, flotando en el aire con una promesa inquietante. Sabía que al tomar el peluche, Thomas enfrentaría una muerte segura bajo las ruedas del tren, pero ella sería liberada y finalmente recuperaría la paz.
El terror se apoderó de Layla y Erick. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras clamaban por perdón y trataban de hacerle entender a Bellaco que ellos eran los culpables de todo, que habían fallado como padres. Sus voces temblorosas se mezclaban con los susurros de la estación abandonada, creando una cacofonía de dolor y remordimiento.
Bellaco, confundida y fuera de sí, comenzó a liberar su poder sobrenatural. El entorno se distorsionaba y se retorcía bajo su influencia, como si las leyes de la realidad estuvieran siendo desafiadas. Las sombras cobraron vida, serpentearon por las paredes y se deslizaron hacia los protagonistas, envolviéndolos en una espiral de oscuridad. Los objetos se elevaban en el aire y los murmullos ininteligibles llenaban sus oídos.
En medio del caos, Bellaco notó un objeto en la bolsa que Layla llevaba consigo. Lo sacó con cautela y, para sorpresa de todos, era el oso de peluche que había estado buscando desesperadamente. Los ojos vacíos de Bellaco se encontraron con la escena de sus padres abrazándose, presionando el oso de peluche contra sus cuerpos mientras suplicaban perdón. En ese momento, los colores regresaron a su piel, los ojos vacíos se iluminaron y una sonrisa llena de esperanza se dibujó en su rostro.
Bellaco corrió hacia ellos, sus pasos resonaban en el silencio tenso de la estación. Los abrazó con fuerza, su tacto era real y cálido, ya no había nada sobrenatural en ella. Les susurró a sus padres: "Si lo tenían, eso significa que mi familia no está destruida. Están bien".
En un instante, Safia y Valeria, las chicas desaparecidas, aparecieron en la estación, desconcertadas pero a salvo. Era como si el tiempo se hubiera detenido para ellas, atrapadas en una realidad ajena.
Layla y Erick, con lágrimas en los ojos, se despidieron de Bellaco, aceptando que ya no estaría presente en sus vidas. Reconocieron que debían enfrentar sus errores y culpas, y que solo ellos eran responsables de las grietas que se habían formado en su familia.
Bellaco, envuelta en una ola de luz y energía, desapareció lentamente. El entorno se estabilizó, como si el peso de su presencia se hubiera disipado. El tiempo volvió a fluir, y el sonido del tren resonó por la estación a medianoche, rompiendo el hechizo de lo sobrenatural.
Thomas, finalmente liberado de sus traumas, observó la escena con orgullo y emoción. Había sido testigo y partícipe de algo inexplicable, y su papel en ayudar a Bellaco lo llenaba de gratitud y asombro.
Con la partida de Bellaco, la estación recuperó su silencio, solo interrumpido por el suave roce del viento. El suspenso se disipó lentamente, dejando tras de sí una historia llena de terror, redención y amor.
Fin........
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La Niña En El Anden
Misterio / SuspensoEn esta historia llena de suspenso y misterio, Thomas se encuentra con una niña en la estación de tren que le pide ayuda para encontrar un oso de peluche perdido. Sin embargo, descubre que la niña y el peluche son parte de un oscuro y sobrenatural s...