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Capítulo 4: La espada Vórpica.

Cuando me traen un vestido, me visto allí mismo, intentando que nadie me vea, salgo de detrás de los arbustos y la reina roja me indica que la siga al interior de su castillo

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Cuando me traen un vestido, me visto allí mismo, intentando que nadie me vea, salgo de detrás de los arbustos y la reina roja me indica que la siga al interior de su castillo. Al abrir las puertas, todos la reciben de la mejor manera, con una reverencia y con música de las trompetas, anunciando su entrada. Yo camino a su lado, hasta el trono rojo que está al final del salón. Se sienta ahí, yo me quedo de pie a su lado.

—¡Alguien deme un chanchito! —grita, de la nada.

Un pequeño cerdo de color rosa, llega corriendo y se queda boca arriba, la mujer posa sus pies allí, en su panza.

—Nada como un tibio estomago para mi dolor de pies... ¿quieres uno, Es?

—No, gracias, no me duelen los... pies

—Sentada

Miro detrás de mi y dos pequeños monitos sostienen un asiento rojo. Me agacho lentamente y me siento despacio para no aplastarlos.

—¡Largo de aquí!

Toda la gente hace una reverencia y se van casi corriendo del salón.

—¿Dónde están mis esferitas?, te van a fascinar... ¡esferas! —Aparecen Dim y Dum, de la mano. —, ah, ahí están, ¿no son adorables?, tienen un modo peculiar de hablar... hablen esferas

Ambos me miran con sorpresa y niego.

—Esa puede ser

—No, no lo es, ni un poquito

—Pues a mi me parece que si es

—No lo es, así que no es —Dum le pisa el pie a Dim y empiezan una guerra de golpes, la reina ríe.

—Adoro a mis esferitas... ¡ahora largo!

Ambos se van del salón, aún peleando y golpeándose entre ellos. Por nuestra derecha, aparece un hombre con armadura negra y capa roja, tiene el cabello largo hasta los hombros y un parche rojo en su ojo izquierdo.

El pelinegro toma de la mano a la reina roja, que está a su lado y le da un beso.

—¿Quién es esta hermosa criatura? —susurra el hombre, aún así lo escucho y lo miro.

—Es, mi nueva favorita

—¿Y no tiene nombre?

—Es

—Supongo que tu nombre se le olvidó a la reina, por ahora

—Su nombre es Es... ¡tonto!... ¿Ya dijo algo el prisionero?

—Es testarudo —habla mientras se quita sus guantes negros.

—O tu eres suave... ¡Tráiganlo!

Las puertas se abren y entran los caballeros rojos, escoltando al sombrerero que va atado de manos. El cerdito sale corriendo, aprovechando la oportunidad. El pelinaranja se arrodilla frente a los escalones que llevan al trono, sin levantar la vista del suelo.

Arisha en el país de las maravillas |Sombrerero|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora