Capítulo 2. Citas y conversaciones.

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Erik

Llegué a la casa con la intención de desayunar con mi mamá y pasar tiempo con ella, estos días habían sido complicados para todos, pero especialmente para ella. En pocas semanas, creyó haber perdido a Juancho, fue testigo de la muerte de Manin, un psicópata quiso matarla y para llegar a ella me secuestró y por si todo aquello no fuera poco Mike Rivera intentó matarla. Sabía que mi mamá era una mujer fuerte y que podía con eso y más, pero todo el mundo tiene un límite y solo esperaba que ella no hubiera llegado al suyo. Necesitaba estar con ella, y asegurarme que estaba bien y que a pesar de todo lo que pasó ella podría seguir con su carrera, construyendo su sueño, forjar la productora que deseo desde que era una pelada. Sin embargo, cuando entré, me llevé la grata sorpresa de que no estaba por ningún lado. ¿Dónde habría ido? Apenas eran las siete de la mañana y al parecer no había pasado acá la noche, pues su cama se encontraba perfectamente estirada y en la cocina no había rastros de comida ni platos sucios. Una sonrisa coqueta se dibujó en mi rostro al pensar que podría estar con mi papá. Aunque al principio me negué a que estuvieran juntos, no podía negar que él era quien la hacía feliz, y si había algo que deseara más en la vida, era que mi mamá pudiera recuperar la felicidad y el tiempo perdido que le robaron en el pasado. Durante estos últimos meses, fui testigo de su sufrimiento, hasta tal punto de convertirme en su paño de lágrimas, porque aunque ella se empeñara en ocultármelo, en varias ocasiones no lo logró y se derrumbó entre mis brazos. Ningún hijo debería ver sufrir a su mamá, desafortunadamente, a mí me tocó hacerlo, años atrás fui testigo con mis propios ojos de cómo se quebró como si fuera un cristal. Aún recuerdo la primera crisis de pánico que le dio y cómo me asusté al no saber cómo ayudarla, y no quería que pasara por lo mismo, así que si mi papá era el remedio para que la sonrisa permaneciera en su rostro, no me iba a negar a ello.

Me di media vuelta, dispuesto a regresar con mi flaca, ya llamaría más tarde a mi mamá y quedaríamos para comer. Cuando iba saliendo la vi bajar de su carro, llevaba la misma ropa de ayer, pero en su rostro resplandecía la ilusión y la felicidad, sus ojos brillaban de tal manera que podría iluminar la ciudad y era incapaz de borrar la enorme sonrisa que se extendía en sus labios. Durante los cinco años que la conocía, nunca la vi tan feliz, ni siquiera cuando me confesó que ella era mi mamá, parecía una adolescente con las hormonas alborotadas que sacaba de pasar la primera noche junto a su novio. Aparentando desinterés, me acerqué a ella, y le pregunté de dónde venía, pero como era lógico, me mintió, alegando que había ido a comprar algunos alimentos para el desayuno, olvidándose de que en sus manos no cargaba ninguna bolsa. Conocía muy bien a mi mamá, y por la postura que había adoptado su cuerpo, sabía que me estaba mintiendo. Por un momento llegué a pensar que el hombre que estaba conquistando el corazón de la reina sería mi papá, pero cuando intenté ahondar en el tema mi mamá lo negó, llevándome a la conclusión que el hombre con el que pasó la noche no era el que había imaginado. Solo esperaba que no la lastimara, ya había sufrido demasiado a lo largo de su vida y lo menos que merecía era tener a alguien en su vida que la hiciera feliz.

Continuamos hablando por varias horas, mi mamá me confesó el deseo de vender la casa que compartía con Juancho, no pensé que fuera a deshacerse de ella tan rápido, pero a fin de cuentas ella tenía razón. Juancho vivía con Lina y Emilio en el departamento de ella y yo me había mudado nuevamente con Irma, esta casa se le quedaba grande para ella sola, así que sería mejor que se mudara a un departamento cerca del mío, donde pudiera estar al pendiente de su seguridad.

Iba a marcharme cuando le entró una llamada al celular, me imaginé que sería algún tema relacionado con la productora, pero detuve mis pasos al escuchar cómo mi mamá respondía con un tono de voz meloso a la persona al otro lado de la línea. Si no fuera porque lo estoy escuchando en primera persona, no podría creer que esta Yeimy, era la misma que mandaba a la punta del cerro a mi papá cuando la sacaba de sus casillas, o la misma que me regañaba cuándo hacía algo, que según ella estaba mal. Con cuidado de no ser descubierto, me acerqué a la sala, escondiendo mi cuerpo detrás de la columna, atento a las palabras de mi mamá. Me sentía culpable por espiarla, pero quería desvelar la identidad de la única persona capaz de poner nerviosa a la mismísima Yeimy Montoya. Si algo estaba seguro, es que no se trataba ni de Juancho ni de mi papá, pues ella no se refería a ellos de esa forma, así que debió conocer a alguien más, con quien al parecer estaba empezando una relación. Cuando la conversación tomó un rumbo incómodo, decidí que era momento de marcharme y darle la privacidad que le estaba arrebatando.

Gritándoselo al mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora