Capítulo 24. Alejate de ella

299 57 31
                                    

Charly

— Princesa, ¿estás segura que querés ir a camellar? Puedo decirle a Cata que te traiga los documentos que necesitás revisar y podemos organizar qué vamos a hacer con la canción de Alma. — Pregunté, abrazándola por detrás, observando su rostro a través del espejo de su tocador, mientras ella terminaba de maquillarse, intentando esconder las señales de agotamiento de su rostro, pero por más que lo intentara, no podía hacerlo, pues en sus ojos se reflejaba un profundo cansancio.

— No me va a pasar nada, papi. Es más, necesito desconectar y estando acá no podré hacerlo, te prometo que si me siento mal, te aviso y me regreso para la casa. — Me aseguró, dejando caer su espalda sobre mi pecho, sonriéndome dulcemente, segundos antes de levantarse del taburete, entrelazando sus brazos por la parte trasera de mi cuello, dejando un casto beso sobre mis labios.

— Eso no hace falta que me lo prometás, porque no pienso dejarte sola ni un sólo instante. — Le recordé, había despedido a la carechimba de mi asistente, pero aún no sabía si había más personas implicadas en el asunto, y hasta no esclarecerlo, no le iba a quitar los ojos de encima a Yeimy, cualquier paso en falso podría poner en riesgo su vida. Me tomé unos segundos para admirarla, se había vestido con un pantalón holgado de algodón, combinado con un crop top de color negro, junto a unas zapatos de esparto, que la hacían ver unos centímetros más alta, pero no los suficientes para alcanzarme en estatura. Había recogido su cabello en una coleta alta, que dejaba a la vista sus lindas facciones, cubiertas por el suave maquillaje que acababa de aplicarse. — ¿Te dije que hoy te ves hermosa? — Susurré, limpiando la comisura de sus labios, eliminando el resto de labial, emitiendo un murmullo de satisfacción cuando completé mi tarea.

— Mmm... — Murmuró, posando un dedo bajo su barbilla, simulando que estaba pensando la respuesta, frunciendo de forma exagerada el entrecejo. — No, y, ¿sabés? Hace tiempo que no me lo decís, voy a empezar a creer que estamos entrando en esa etapa de las relaciones donde se muere la magia y nos consumimos por la monotonía. — Comentó, llevándose una mano a su corazón, intentando simular que su comentario la había lastimado. Se me hinchó el corazón, pues pese a que continuaba algo alicaída por los últimos acontecimientos, estaba de mejor humor y volvía a parecer la mujer berraca de la que me enamoré.

— Se nos acabó la magia... — Repetí con un tono dolido, antes de entrelazar mis brazos por su cintura, acercándola hacia mi cuerpo. — Déjeme unas cuantas horas, señora Cruz, y yo le enseño que no sólo la magia, sino la llama de la pasión, sigue presente en nuestra relación. — Le pedí, trazando círculos en su vientre, aprovechando que se encontraba al descubierto, comprobando orgulloso como su epidermis reaccionaba a mi tacto.

— ¿Señora Cruz? Le recuerdo señor Cruz, que a mi nadie me hizo una propuesta de matrimonio, para que usted venga a cambiarme el apellido. — Mi corazón se aceleró con sus palabras, sabía que me estaba siguiendo la broma, pero sólo el hecho de pensar que podíamos unirnos en matrimonio, era suficiente para producirme un infarto al corazón. Jamás consideré la opción de volver a casarme, pues ya lo hice una vez con Gema y la cosa no salió bien, pero con Yeimy, todo era diferente, hasta tal punto de ser capaz de volver a intentarlo si ella me daba la oportunidad.

— Nunca digas nunca, uno no puede escupir pa' arriba porque después le cae en la cara. — Le recordé, dejando un beso en su frente, antes de caminar hacia el vestidor, agarrando mi chaqueta reversible, bajo su mirada de desaprobación, caminando hacia la puerta de la habitación. Yeimy me miró con los ojos a nada de salirse de sus órbitas, abriendo y cerrando la boca, indicándome que mis palabras la habían sorprendido.

— ¿Cuándo pensás tirar esa chimbada, Charly? ¡Esa chaqueta es horrible! — Se quejó, caminando tras de mí, una vez que recuperó la compostura, provocando que chasqueara la lengua en desaprobación, esta chaqueta era mi sello de identidad, y no pensaba deshacerme de ella.

Gritándoselo al mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora