Capítulo 22. A corazón abierto

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Charly

Fijé la vista en la puerta, observando cómo mi ex asistente desaparecía de mi vista, antes de llevarme las manos al cabello, tirando ligeramente de él, intentando eliminar la frustración que corría por mis venas. Yeimy me lo había advertido en numerosas ocasiones, no nos podíamos fiar de cualquiera, debíamos andar con mil ojos, cuando uno es un personaje público, los enemigos aparecen de debajo de las piedras, yo mismo lo viví años atrás en mi propia piel, pero me dejé llevar por mis buenas intenciones, y dejé entrar en nuestro segundo hogar a esa pelada, que me mintió a la cara, al asegurar que necesitaba el camello y que era fan de Yeimy y mía, por lo que nada le haría más ilusión que trabajar mano a mano con nosotros. La mayoría de empleados de Soul & Bass, eran de Grey Shark y Surround, personas de nuestra confianza, salvo ella, esa arpía, que se adentró en nuestra intimidad, para destruirnos desde nuestro lugar de confianza, y ese fue mi mayor error, dejarme llevar por el corazón, cuando en los negocios todo eso quedaba por fuera.

— Charly, ¿puedo pasar? — Preguntó Nataly, asomando la cabeza por el quicio de la puerta, sacándome de mis pensamientos. Le dediqué una sonrisa cerrada, esta pelada era un sol, desde que se convirtió en la presidenta de mi club de fans oficial, jamás me soltó la mano, ni siquiera cuando fui la gran mierda y terminé en prisión, ella junto a mi mamá me venían a visitar semanalmente, dándome ánimos para seguir batallando y siendo unas de las responsables de mi redención. Nataly tampoco la había pasado fácil, tuvo que guerrearla para llegar a ser lo que soñó desde pequeña, y ahora estaba a nada de lograrlo, por ello me pidió el favor de realizar la pasantía de su grado acá, y cómo iba a negarme, después de todo lo que ella había hecho por mí.

— Claro, pasá, princesa. — Asintió, caminando hacia mi escritorio, observándome con la duda reflejada en su rostro, como si lo que hubiera venido a decirme fuera difícil para ella.  Empezaba a impacientarme, empezaba a dolerme la cabeza, no quería que se andara con rodeos, solo quería que terminara de decirme lo que la trajo hasta acá y continuar trabajando para evadirme del mundo por unas horas. — Hablá, pues. — Insistí, haciendo una seña con mi mano para que dejara de darle vueltas al asunto.

— Te llamó Yeimy. — Dirigí mi brazo derecho hacia el teléfono inalámbrico de la oficina, para responder el teléfono, quería tomar distancia entre ambos, para evitar empeorar la situación, pero ahora que había descubierto que mi asistente fue quien la estuvo drogando y que citó a Juanchito y a ella en el mismo lugar, en el que ambos fueron privados de su voluntad, no tenía caso que siguiéramos separados, ahora Yeimy necesitaba mi apoyo más que nunca, y juntos terminaríamos de investigar qué fue lo que realmente pasó. Nataly negó, posando su mano encima de la mía, evitando que pudiera descolgar el teléfono. — Le dije que estabas ocupado, que te llamara más tarde, pero estaba demasiado arisca y me pidió que te dijera que no la buscaras, que necesitaba tiempo. — Suspiré, sintiendo que me arrancaban un pedazo de mi alma con aquellas palabras, Yeimy me estaba dejando, se estaba apartando infkuenciada por lo que creía que era la verdad, sin dejar que los demás le explicáramos que fue lo que pasó. No debía ser nada fácil para ella, despertarse en una cama de hospital y descubrir todo lo que había pasado, conocía a Yeimy como la palma de mi mano y sabía que para ella la traición era lo peor que podía suceder en una relación, así que si ella se había creído que de verdad me fue infiel, en estos momentos estaría decidida a terminar conmigo. — Intenté decirle que hablara con vos, pero ella insistió en que respetaras su decisión. — Me llevé las manos al rostro, en forma de desesperación, no entendía por qué en lugar de hacerse un lado, la situación se nos estaba saliendo de las manos, esa no era mi Yeimy, la mujer capaz de mover cielo y tierra para descubrir la verdad, ahora solo se estaba haciendo a un lado, permitiendo que la maldad una vez más ganara la batalla. Pero, no podía juzgarla, el peor golpe se lo llevó ella, ella fue la que había sido drogada, lo que la llevó a tener un accidente con el carro, su cabeza ahora mismo debía ser un tiovivo de pensamientos, que lejos de ayudarla, empeoraba su estado. Necesitaba encontrar la forma de hablar con ella, explicarle lo que había pasado, sacarle esas ideas de la cabeza, pero lo que menos quería era agobiarla, así que le daría unos días para que pudiera recomponerse y si ella no me buscaba lo haría yo, no iba a dejar que su terquedad se interpusiera entre ambos, esta vez no.

Gritándoselo al mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora