Capítulo 10. Encuentros amargos

551 29 38
                                    

Yeimy

Muy bien hija, ahora metemos los fríjoles en el agua para que se cuezan, junto con el plátano y la papa, hacemos un hogao' con cebolla, tomate, pimentón y caldo de carne. — Me explicó mi suegra con paciencia. Como habíamos quedado, me estaba enseñando a cocinar, y aunque ella ponía de su parte, me estaba dando cuenta que era una negada para la cocina, porque lo que se suponía que era sencillo, a mi me resultaba un mundo. — No me mirés así muchachita, que no se te da tan mal. — Me animó pasándome el cuchillo para que empezara a picar las verduras, pero sabía que lo decía solo para evitarme el mal trago.

— Ligia, la semana pasada le pegué la sartén y por poco le quemó la cocina, aún no logré quitarle el olor a chamusquina a mi blusa. — Le recordé suspirando angustiada, lo único que quería era compensar a Charly y prepararle su comida favorita, se lo debía. Empecé a picar las verduras, salteándolas con paciencia, pero pronto la cebolla se empezó a quemar y la cocina comenzó a oler a quemado. — ¡Lo ve! De nuevo lo hice mal... — Me quejé abatida, observando con pesar el contenido de la sartén.

— No, lo que pasa es que tenés que tener paciencia y mover bien las verduras para que no se te peguen. Vení, inténtalo otra vez. Yo confío en vos. — Me consoló, posando una mano sobre mi hombro, antes de botar a la basura las verduras carbonizadas, y pasarme nuevos vegetales para que los troceara de nuevo. Sin embargo, estaba tan desilusionada con lo que había pasado segundos atrás, que no me fijé, y me hice un pequeño corte en uno de mis dedos.

— Será mejor que lo dejemos Ligia, ya me di cuenta que lo mío no es la cocina. — Asumí, quitándome el pequeño delantal y dejando a un lado el cuchillo, sintiéndome frustrada por no poder hacer algo que se veía tan sencillo. Quería sorprender a Charly, pero tendría que pedir comida a domicilio, o simplemente darle los billetes sin ningún tipo de celebración, pues lo especial era prepararle su comida favorita hecha por mí, y eso no se iba a poder. Ligia suspiro, bajando la mirada, dejando los instrumentos de cocina sobre el mesón, quitándose el delantal en el acto.

— Mija, no tenés que darte tan duro. — Me aconsejó, agarrando una de mis manos para darme un apretón. — Nadie nace aprendido, hay que ponerle paciencia y dedicación. No podés frustrarte solo porque se te quemaron unas verduras, ¿sabes la de veces que se me quemaron a mí? Y me mantuve ahí, firme. Si querés lo dejamos por hoy, pero quiero que dejés de decir que no podés hacerlo, porque has conseguido cosas muchísimo más difíciles en la vida, Yeimy. No te vas a rendir ante unos frijoles, ¿o si? — Ligia tenía razón, si fui capaz de vencer a Manin, no una, sino dos veces, podía hacerlo. Además, no lo hacía solo por mí, era por Charly, ese hombre que se desvivía a diario por amarme y protegerme. Voy a prepararte los frijoles más deliciosos, idiota.

Vamos a por esos frijoles Ligia. — Anuncié, transformando mi mueca de disgusto por una enorme sonrisa, repitiéndome mentalmente que podía hacerlo, si tenía que estar acá hasta entrada la madrugada, practicando, lo haría, pero conseguiría aprender a cocinar.

— Mija, antes de que te vayás a la productora quiero comentarte algo. — Me pidió Ligia, pasándome una taza de té, mientras acababa de recoger la cocina del restaurante. Giré sobre mis talones, prestándole atención. — Quiero que sepás, que aunque al principio me negué a tu relación con Charly, y te critiqué, estoy orgullosa de que formés parte de mi familia. Ya te lo dije una vez, sos un alma grande, pura, capaz de dejarlo todo atrás y continuar con una nueva vida al lado del hombre que amas, porque aunque vos no lo digás, se que lo hacés, se te iluminan esos hermosos ojos cuando mirás a Charly, tu rostro refleja tranquilidad cuando están juntos, están hechos el uno para el otro. — Asumió, dejando un beso en mis manos, antes de picarme el ojo. — Estoy feliz de que mi hijo esté al lado de una mujer guerrera como vos, capaz de darlo todo por él y por sus hijos. — Los ojos se me llenaron de lágrimas al escuchar las palabras de mi suegra. Ya me lo había dicho meses atrás, pero que me lo repitiera y me diera el visto bueno para estar con su hijo, me emocionada

Gritándoselo al mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora