Capítulo 19. Confundida

300 40 37
                                    

Advertencia ⚠️: La escritora no se hace responsable de la terapia, después de leer el siguiente capítulo.

Yeimy

El olor a antiséptico llegó a mis fosas nasales, provocando que arrugara la punta de la nariz, intentando recordar dónde me encontraba. Repasé, mentalmente, los acontecimientos del día de hoy, haciendo un recuento de todo lo que estuve haciendo, y lo último que vino a mi memoria, fue estar en la oficina, organizando las cuentas de la productora, antes de que la asistente de Charly entrara para darme su recado, sin embargo, por el aroma que desprendía el ambiente, más que en una oficina pareciera que estuviera en un hospital. Intenté abrir los ojos, pero ese simple movimiento me estaba costando un mundo, era como si mis párpados estuvieran pegados con pegamento a mis mejillas, impidiendo que realizara aquella acción tan mundana. Lo probé una vez más, provocando que una punzada de dolor me atravesara la base del cráneo, moviéndome el piso, como si en lugar de en una superficie plana, me encontrara apoyada sobre una colchoneta. Podía sentir los latidos de mi corazón en la cabeza, junto a aquel sordo dolor, que se extendía por toda mi frente, creándome un intenso malestar, que me arrancó un quejido de dolor y frustración, al no saber qué demonios estaba sucediendo conmigo. Me concentré en estudiar con mis demás sentidos todo a mi alrededor, intentando encontrar una pista que me permitiera saber dónde me encontraba, pero en la estancia reinaba un sepulcro silencio, por lo que parecía encontrarme sola, o al menos eso pensé, hasta que sentí como alguien posaba su mano sobre la mía, proporcionándome caricias en el dorso de ésta, indicándome que, al contrario de lo que me imaginé, no estaba sola en este lugar. En un primer momento, me sobresalté, debido a aquella intromisión, que supuso descubrir a mi acompañante, hasta ahora desconocido, pero me tranquilicé rápidamente al reconocer aquel tacto, que sería capaz de identificar en cualquier parte, pues tiempo atrás, habitó en mi interior. Suspiré profundamente, dejándome mimar por mi hijo, permitiendo que la calma me invadiera, continuaba sin saber dónde me encontraba, pero si Erik estaba a mi lado, quería decir que estaba a salvo, y eso era suficiente para mí.

— Shhh, mamá. No te esforcés, necesitás descansar. Tranquila. — Susurró Erik en mi oído, dejando un beso en mi frente, continuando con las caricias en mi mano. Pero no podía pedirme que me quedara quieta, cuando no sabía qué había pasado conmigo; cómo llegué hasta acá; y por qué me sentía como si me hubiera arrollado una mula. Apreté su mano, inhalando con fuerza, intentando una vez más abrir los ojos, exhalando aliviada cuando lo logré, descubriendo que, como lo había supuesto, me encontraba en una habitación de hospital.

— ¿Qué me pasó? — Dí un respingo sobre la cama al escuchar mi propio tono de voz, que se encontraba ronco y agudo. Erik se tensó, evadiendo mi mirada, demostrándome que no quería responder a mi pregunta, provocando que empezara a ponerme nerviosa, temiéndome lo peor. Pero, al parecer no tendría que insistir demasiado para averiguarlo, porque pronto la puerta de la habitación se abrió, dejando pasar al doctor de mediana edad, que me atendió cuando fui atacada por Titano.

— Buen día, Yeimy. ¿Cómo te sentís? — Preguntó, parándose a los pies de la cama, fijando su atención en mí, esperando una respuesta de mi parte. Cerré los ojos momentáneamente, analizando cómo me encontraba, y la verdad es que no demasiado bien, era como si tuviera una especie de guayabo mezclado con gripa. Tal vez, debí acudir al doctor cuando Charly me lo propuso, seguramente había sometido a mi cuerpo a demasiada presión.

— La verdad que no demasiado bien... — Susurré, mirando de reojo a Erik, no quería preocuparlo, pero debía ser sincera con el doctor para que me ayudara a sentirme mejor, porque de lo contrario no solucionaría nada. — Me duele muchísimo la cabeza y el cuerpo en general, pero salvo eso y algunas náuseas, creo que no siento nada más. — Le expliqué, sintiendo como Erik apretaba mi mano en señal de apoyo, no parecía sorprendido, por lo que deduje que ya conocía mi diagnóstico.

Gritándoselo al mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora