II.

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La fiesta era de uno de sus clientes, un hombre que no se cansaba de pagar cirugías tras cirugías, aunque luego de la quinta vez, se negó a seguir haciendo direcciones en su persona. La invitación era para él, pero podía llevar a un invitado, y quien mejor que su mejor amigo Carrera.

Si bien era una buena fiesta, no la encontraba tan divertida. Pensó que haber ido a casa y descansar o decirle a Quackity que salgan con los niños para pasar tiempo con Sebastián y Samantha. Eran una de las mejores ideas luego de unas semanas de trabajo pesado. Estaba por el tercer trago, pensando seriamente en retirarse de la fiesta. Dio un sorbo, buscando con la mirada a su amigo para avisarle que se iba, pero todo el hilo de pensamientos de detuvo cuando en cuanto la vio.

Infundado con un conjunto azul, la vio caminar. Su cabello negro que le llegaba un poco más abajo de los hombros parecía movido por una suave brisa, y el sacaba de una de las mejores pasarelas.
Spreen la vio sonreír y cayó rendido ante ella.

- Así que... ¿Doctor? - ella amplio su sonrisa sentándose a su lado, y por un corto segundo quedó en blanco. Ella pidió algo en la barra y lo miró de nueva cuenta, sus ojos azules solo completaban su belleza - He oído mucho sobre usted; Cirugía plástica, muy falsa ¿No cree?

Ella tomó un trago y emprendió camino hacia la piscina, seguida de Spreen, quien se dispuso a no perderla.

- Todo depende del médico, la verdad - respondió, caminando lado a lado -. Yo soy muy bueno la verdad.

Todo desencadenó a una entretenida plática, con uno que otro chiste.
Ambos se perdieron en el otro, sin darse cuenta que el rumbo que sus pies tomaron, terminaron alejándose de la fiesta y dirigiéndose a la playa.

Por primera vez, Spreen no buscaba una aventura de una noche. Sin duda, Sally era una chica especial con olor a lilas y lavanda. Ella le contó que venía de Los Angeles; llegó a Argentina buscando tranquilidad y poder alejarse de sus padres divorciados. Al verla temblar levemente. Se quito la chaqueta y la puso sobre sus hombros con una sonrisa.

- Dime, Los Angeles - le dijo, la fiesta se quedó atrás -, llevas dos años por aquí las audiciones ya te deben de haber cansado.

-¿Crees que soy actriz? - Preguntó extrañada y divertida, negando con la cabeza - estas equivocado, doc, soy maestra de aritmética.

- Vaya - se detuvo y sonrió. Ella le imitó - rodó los ojos, pero mantuvo la sonrisa.

-Lo notaste, Wow - admitió, no permito que su suene sonrisa se debilitará -. Bien, nunca he salido con alguien de tu edad y sentí esta conexión que siento contigo. Con nadie la verdad.

- Si, sé distinguir cuando alguien miente o dice la verdad - ella dio un paso para delante.

- No miento - aseguró, manteniéndose firme.

- Lo sé- sonrió y lo beso.

[...]

La mañana los tomo, la brisa fresca se pasaba por los lados y Spreen no podía despegar la vista del par de ojos verdes de Sally; le recordaban a algo hermoso.

- Esta fue, sin duda la mejor noche de mi vida -- Aseguró Spreen, sonriendo y abotonando su camisa.

- Si. Siento que... hay algo especial aquí
- sonrió la azabache, sin despegar la vista del hermoso hombre frente a él.

- También lo siento.

- Tengo que ir a trabajar, pero podrías darme tu número de teléfono - sonrió coqueta -, y podríamos tener una cita real.

- Mi tarjeta está en mi bolsillo - señaló su pantalón-. Te lo daría yo mismo, pero tengo que llegar temprano a una cirugía y la arena se metió en todos lados - Sally sonrió, pero lo entendió.

En busca de la tarjeta, metió la mano en el bolsillo, sin perder su sonrisa. Algo duro tocó sus dedos, ella lo saco curioso, y su sonrisa desvaneció de cuánto reconoció un anillo de bodas.

-¿Qué es esto? - Preguntó alzando el anillo y haciéndolo visible para Spreen, quien quedó anonadado el ver el objeto, que, según su excelente memoria. Tendría que estar en el consultorio.

- ¿Un circulo? - fue lo único que se le vino a la mente.

-¿Un anillo de bodas? - Preguntó con voz dura, furiosa - ¿Estás casado? ¿Tienes esposa? ¿Esposo?

- No, no, no - de un rápido movimiento se planto frente a ella--, no estoy casado.
Si, es un anillo de bodas, pero no es mío.

- ¿De quién es este anillo, que estaba en tu pantalón, Spreen? - aunque su voz pareciera más calmada, el aún parecía furioso.

- Sólo, espera, dame un minuto para explicarte las cosas - rogó, cosa que le sorprendió, no recordaba la última vez que lo hizo.

- Por favor - Accedió ella.

- ... Tardaré más de un minuto en explicarte todo...

- ¡Soy una idiota! - lo interrumpió ella mirando al cielo, bajo la vista y lo miró seria - No me llames.

Lanzó el anillo y se alejo furiosa.
Spreen quizá seguirlo, pero se tardo en ponerse su pantalón y ya llegaba tarde al consultorio.

Un esposo de mentira. - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora