Capítulo Cuatro

1 0 0
                                    


MILA

Lo único que papá me tenía prohibido era conducir, le daba pánico. Creo que no soportaría verme en el asiento del conductor. No lo culpo.

Por esta misma razón contrató a un chofer para que me llevara hasta mi nuevo departamento en San Francisco.

En la familia Hollys el dinero no era problema. ¿Necesitas un departamento? Lo tienes. ¿Nueva ropa? La tienes. ¿Contratar un chofer que maneje seis horas hasta San Francisco? También lo tienes.

Papá se sentía tan culpable por no poder acompañarme en mi primera mudanza independiente que me dejó en el auto un montón de comida, snacks y bebidas. Según él, tenía una importante reunión con uno de sus mayores inversores del nuevo hotel. Si mal no recuerdo su apellido era Peters o Petersen, el nombre ni me lo preguntes. Mi padre me había contado un poco sobre el viejo multimillonario y no se destacaba principalmente por cumplir la Ley a rajatabla. Todo lo contrario a mi padre, sin embargo tenía que aguantarse porque, como dije antes, había puesto una fortuna para que el sueño de mi padre se cumpliera.

A pesar de tener mucho dinero, se necesitaba mucho más para construir un hotel moderno que incluya todos los lujos posibles. Hasta los que no te imaginas.

Estiré los pies en el asiento de atrás. Ya llevábamos dos horas de viaje, creo que era momento de hacerme amiga de Albert, mi chofer.

— ¿Qué cuentas, Albert? — El hombre ya pasaba los 50 años, las arrugas se notaban en su rostro y estaba casi pelado. Odiaría ser hombre y quedarme sin pelo, me sentiría como una rata pelada.

— ¿Necesita algo, Señorita? Yo estoy muy a gusto con su compañía. — Respondió amablemente. Me recordaba al guardaespaldas de Mia Thermopolis del Diario de una Princesa.

— Yo también. — Sonreí. Si algo había aprendido desde pequeña es que a nuestro personal había que tratarlo con mucho respeto. — ¿Además de trabajar para Christian, trabajas para algún famoso? No lo sé, Shakira, Rihanna, Kylie Jenner.

Rió con mi repentina pregunta.

— Trabajé mucho tiempo para Miley Cyrus.

Mis ojos se abrieron como dos platos. Comparto chofer con Miley.

— Eso sí que no me lo esperaba. — Reí sorprendida. — ¿Qué tal es?

— Aunque en realidad no puedo contar cosas de su vida privada por contrato, es mucho más buena, sensible y adorable de lo que parece. — Hizo una pausa. — Ese chico, ese niño maleducado con el que estaba sacaba lo peor de ella. La volvia loca.

Podría ser una excelente primicia para las revistas de chimentos. Aunque no era novedad.

— Liam, se notaba que era un idiota.

El viaje siguió mientras Albert me contaba de su vida. Había sido soldado por 25 años para los Estados Unidos, cuando se retiró de la armada comenzó a trabajar como chofer y guardaespaldas. Los famosos y grandes empresarios lo contratan, muchas personas lo conocían y recomendaban.

— Llegamos señorita. — La voz calma, casi susurrando, de Albert me despertó.

¿Hace cuanto me había dormido? Lo último que recuerdo fue ver algunas vacas en el campo, al lado de la carretera. Me restregué los ojos tratando de adaptarme a la luz del día. Debían ser las dos de la tarde.

El ruido de los coches, el murmullo de la ciudad, se notaba que estamos en una zona céntrica. Me incorporé y miré a mi alrededor. Edificios lujosos nos rodeaban, ¿Cuántos pisos tenían? Revolví en mi cartera de marca Off-White, un lujoso regalo que papá me había dado al cumplir mis veintes, y tomé la llave de mi departamento. Tenía una chapita a su lado que desbloqueaba la puerta principal del edificio.

CRIMINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora