NATE
Apenas me quité el casco me choqué con sus enormes ojos verdes y una mirada preocupada. Por un momento dejé de maldecir. Mi maldita motocicleta nueva se hizo mierda por culpa de un ciclista, tendría que haberlo atropellado.
A veces no comprendo. Corro contra Miles, le rompo el culo en todas las carreras, pero luego salgo a las calles de la ciudad y me choco contra un poste. Luke iba a burlarse de mí por años, aunque le haya cagado el plan que tenía para nosotros hoy. No me preocupaba la moto, en menos de una semana podría arreglarla. La policía no podía encontrarme aquí, ya había ido a prisión dos veces en lo que va del año; una por correr ilegalmente y otra por generar una pelea bastante violenta en la vía pública. Si supieran que olvidé los papeles de la Ducati roja en casa volvería a estar en una celda al menos por unos días. Quise encender la moto tratando de no perderme en esos ojos bonitos y profundos que me ofrecían ayuda, pero no funcionó. Al revés de mis planes terminé entrando en su edificio. La morena con ojos esmeralda, unas curvas hermosas y delicadas, con voz profunda y rasposa, me resultaba demasiado familiar. En algún otro lado la había visto. Era diferente a todas las personas de San Francisco, ella si había frenado para ofrecerme su ayuda y con eso era suficiente, no era un robot adicto al trabajo como los demás. Observé cada parte de ella mientras íbamos en el ascensor, sus lunares, sus labios carnosos, su nariz perfecta. No parecía tener una sola cirugía en su rostro. Debajo de sus hermosos ojos se asomaban unas bolsas casi imperceptibles moradas, de cansancio. Tenía dinero, se notaba a kilómetros, un piso ostentoso, ropa de primera marca, todo. ¿Dónde podría haberla conocido? Por los lugares donde yo me movía la gente no se caracterizaba por eso. Tal vez cuando mamá y papá estaban, alguna conocida de la familia. Debería recordarla, pero no. Sin embargo me resultaba familiar.
Su departamento sin amueblar era bastante lujoso. Tranquilamente podría ser una asesina o secuestradora, aunque con su metro sesenta no podía moverme siquiera un pelo, entonces confié en que no era una loca, además estaba buena y parecía amigable.
Mientras vendaba cautelosamente mis manos ensangrentadas la observé un poco más, aunque del dolor que sentía no podía pensar mucho, puse la cara como una piedra, he sentido peores dolores. Ella parecía experta en lo que hacía, no dudó un segundo. Las heridas de la pelea del sábado se habían vuelto a abrir con el impacto. Me las hubiese dejado así, abiertas y que se curen solas, como estaba acostumbrado a hacer. Pero no siempre te cruzas con una chica diferente a las que conoces que te ofrezca su ayuda para curarte y que te ofrezca su garaje para guardar tu moto, se notaba que no era de California. Cualquier persona habría pensado que soy un delincuente o un asesino. No estarían tan errados.
El ruido de una sirena policial se escuchó, pero Mila estaba tan concentrada en lo que estaba haciendo que ni se percató. Respiré profundo, aliviado de no haber tenido que huir como siempre. Poniendo en riesgo mi vida y el plan que debía concretar.
Cuando el caos de muebles y electrodomésticos empezó en la casa de la desconocida, me limité a fumarme un cigarro en el balcón mirando como anochecía. Fueron unos cuantos, no me di cuenta y ya habían finalizado con el lleva y trae de amoblamiento. Me causó gracia la situación. Una chica de no más de veinticinco años, metro sesenta y delgada como una pluma, no iba a tener las suficientes fuerzas para acomodar todo esto en una noche. Le envié un mensaje a mis amigos cancelando los planes, luego hablaría con ellos. Hace mucho tiempo no hacía cosas mundanas, como acomodar una casa. La situación me entretenía más que ir a beber con personas que no me caían del todo bien y tener que soportar el acoso de cualquier puta que se me quería tirar. A mis veinticinco años era un soltero bastante codiciado en la ciudad, o más bien dicho en el ambiente en el que nos movíamos.
Ofrecí quedarme a ayudarla, me sorprendió mi reacción. No se si porque estaba buena y me estaba cautivando o porque quería saber más sobre esta chica de rostro familiar. Mi memoria no funciona muy bien en estos momentos, pero tampoco se equivoca en que ya me la había cruzado por algún sitio.
La pizza llegó y nos sentamos en el piso del balcón a comer mientras bebíamos una coca-cola.
— ¿Qué haces en San Francisco? — Pregunté rompiendo el silencio de dos personas extremadamente hambrientas.
— Vine a hacer un máster en fotografía ¿Y tú?
La pregunta más simple del mundo me puso de los nervios. Nadie debía saber qué es lo que hacía aquí, menos una persona a la que no conocía. Estoy en San Francisco desde hace algunos años con un sólo propósito; vengar la muerte de mi padre. Mientras tanto me divertía ganando dinero con lo que me salía a la perfección: conducir, robar y pelear. Todas las cosas ilegales juntas.
>> Perdón, no quise ponerte incómodo. — Mila me sacó de mis pensamientos.
— No hago cosas de lo más legales aquí, pero bueno es como me gano la vida. — Ella rodó los ojos. No sé por qué no pude mentirle, parecía que leía mis pensamientos y controlaba que dijese la verdad.
— Nadie hace cosas de lo más legal, lamentablemente.
Al parecer ya se había llenado, o la conversación la había puesto un poco incómoda. Dejó de comer y encendió un cigarro. Ya habíamos arrancado la segunda caja.
— Si quieres puedo mostrarte un poco de mi mundo. — Me arrepentí de mis palabras al instante. Una chica cuerda, con futuro, estudiante y bonita no debía meterse en esos lugares. Aunque si se mantenía cerca de mí nada malo le pasaría, me respetaban. — Pero hoy no, tenemos mucho trabajo aquí.
— ¿Cuándo entonces? — Sus ojos parecían estar brillando un poco más que antes, intrigada por lo que yo le contaba. Sentí electricidad al verla así, de nuevo esa sensación de que ya la conocía invadió mi cuerpo.
— Este viernes, pasaré por ti a las once de la noche. — Dije sin mucha seguridad, me quedé con la mente en blanco mirando las luces de la ciudad. El piso trece tenia una vista impresionante de la ciudad.
— Perfecto, Nate. — Dijo sin chistar.
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CRIMINAL
General FictionNathaniel Murphy es una persona con la cual no desearías cruzarte nunca en tu vida, a pesar de que cualquier libro cliché te haya vendido su personalidad como el hombre que todas desean. Tratando de volver a tener una vida normal, me topé con él y m...