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Sus labios brillaban gracias a la humedad con la que cargaban. El sabor del cacao se mezclaba con el de la boca ajena. Con sus dedos acarició la nuca ajena, notando lo rasurado que estaba el pelo del pibe con el que se encontraba intercambiando algo más que unas simples palabras. Sentía las uñas ajenas rozar sobre su cuello.

Las bajas temperaturas del exterior, las mismas que llegaban a colarse por debajo de las puertas del gran salón, parecieron desaparecer en ese momento.

Sostuvo entre sus dientes el labio inferior ajeno, disfrutando del ligero suspiro que liberaba el chico del cuál desconocía el nombre. No necesitaba que nadie le aclarara que el cuerpo sobre él contaba con una calidez creciente. Disfrutaba de eso, de poder lograr cosas así en alguien.

A pesar de eso el aire fue algo que le escaseaba
de todas formas, y en cuanto la distancia hizo su
aparición, sintió una sensación de ardor frío sobre sus labios. Un frío muy específico, uno realizado por un arito en la nariz que no tomaba ningún tipo de temperatura, debido a sus condiciones. No recordaba verle uno al varón que estaba en su compañía en ese instante.

No abrió los ojos, odiaba las luces tan brillantes que los rodeaban en instantes como este. Dejó que las sensaciones lo dejen imaginar, seguramente el que se encontraba junto a él cargaba con una perforación en su nariz desde el primer momento, pero no se percató de ello.

El desconocido junto sus respiraciones una vez más. Juraba que el chico lo disfrutaba por el hambre con el que atacaba, jugando con los sentidos propios y aquellos que tenía a su merced. Con su lengua rodeó su labio superior, rogando un permiso para adentrarse, buscando sediento algo nuevo con lo que jugar.

Le concedió aquel lujo, él mismo lo necesitaba. Las yemas que antes se posaban en su nuca ahora ejercían una ligera presión en su mandibula.

No pudo perseguir sus sospechas, ya que el chico esperó a que igualara el hambre con la que lo besaba, intentando dejarlo sin aliento. Volvió al ruedo, siguiendo con el hecho de que sus lenguas bailaran a un ritmo desconocido.

Fue empujado levemente, y su peso se colocó en uno de los percudidos muros que delimitaban el espacio. La boca ajena fue llevada al principio de su cuello, apretando las zonas específicas, esas que no ahorcaban pero le daban escalofríos en todo su dorado cuerpo.

No contaba con que esas mismas cosas que le
pondrían la piel de gallina en otros escenarios, ahora le darían un pánico eminente. Reconoció ese accionar, esas brazos tatuados, el accesorio de metal que colgaba de las fosas nasales, y el miedo lo invadió dejándolo perplejo. El contrario seguía con lo suyo y no notaba la falta de energía por parte de Alejo.

Anhelando que todo se tratara de un simple sueño, abrió los ojos. Bajo la luz en tonos rojizos, allí estaba.

Su cabello ahora rapado, las pestañas rozando esas mejillas que dejaban un aire angelical -totalmente incorrecto- al rostro, la nariz algo redondita, y esa sonrisita que no de alejaba de su mente. Náuseas, eran esas que arrebataron todo tipo de indicio de lujuria que existió en su ser.

Matías, o lo que parecía ser él, lo llevaba al ritmo que disfrutaba en instancias similares a estas. Aquella parte que le quedaba de racionalismo saltó por la borda en cuanto decidió ser él mismo el que llevara el control. En un movimiento rápido utilizó la poca fuerza que su diferencia de altura le proporcionaba, y dejó al contrario en el espacio contra la pared y su cuerpo. Ahora, él acorralaba a Soulé, dejándole en claro su capacidad de llevar el dominio, invadiéndolo con una sensación depredadora e incluso vengativa, en la que necesitaba cobrarse todo lo que no controló antes. Incluso si aquel chico no era aquel que parecía ser.

Volvió a dejar una mordedura en el labio inferior ajeno sin importarle que tipo de llaga se podría formar allí, y se dió lugar en la cavidad bucal. Ahora el invadía, tenía autoridad en lo que harían, y aunque sus orbes no estuviesen visualizando todo, podía percibir la sonrisa traviesa que amenazaba por formarse en el rostro de Matías.

Sin previo aviso, y como alma que lleva al diablo,
comenzó a bajar por la mandíbula con algo de barba del, ahora, castaño. Dejándose llevar por la música potente que invadía sus oídos provocando que su sensaciones se multiplicaran. Los suspiros de aquel al que besaba se percibían por sobre la melodía, y por su parte solo entre abrió los ojos.

La ahora azulada iluminacion deslumbraba a un
chico de pelo completamente rapado, ojos entre azules y grises, sin ningún tipo de perforación en su nariz, solo una que reposaba cerca de su ojo. Con miedo, abrió por completo sus ojos, sintiéndose asustado. Las náuseas se presentaron de nuevo.

Con el corazón en una mano, y ojos decepcionados, se separo rápidamente del de hebras en tonos claros. Conectaron miradas, Alejo buscaba algo que le conectara con Matías, lo suficiente como para justificar aquella alucinación. Y en cuanto el ojiazul se acercó queriendo continuar con lo que comenzaron, lo encontró. En el minuto en que la verdosa iluminación alumbró el rostro ajeno, aparecieron similitudes algo intencionales.

Un movimiento algo inexplicable, un gesto de disculpa en su cara y un simple adiós, significó el separarse del extraño de bello rostro.

Rápidamente con la gente bailando haciendo de sus pasos unos torpes, buscó al chico con el que arribó aquel lugar. Detectó su teléforno en la parte interior de su pantalón, el mismo ya marcaba las cinco de la madrugada.

Una cabellera oscura y grandes cantidades de brillos, junto con el pantalón de jean se reflejaron en su mente, su mejor amigo se encontraba apoyado en la barra alejado de la cercanía, supuso que éste ya no podía más.

Solo le dirigió una vista y el comprendió que debía irse, mejor dicho escapar. Las lagrimas que notó en los ojos de Véliz le dieron a entender que él no se había "enfiestado" lo suficiente como para dejar de lado todo. Y bajo la violácea luz del boliche, Facundo comenzó a pensar en las palabras con las que intentaría ayudarlo.

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enfiestado || véliz x souléDonde viven las historias. Descúbrelo ahora