Alguien Inesperado

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Punto de vista de Robert Baratheon

"... las Casas de Crownlands han aceptado la autoridad del nuevo Rey y han comenzado a retirar a sus hombres a sus hogares". Vestido con sus sedas finas en colores extravagantes, Varys volvió a sentarse en la mesa. "Aunque algunas tensiones persisten, en general, la paz parece estar consolidándose gradualmente".

En la cabecera de la mesa, en el asiento reservado al Rey, Robert se pellizcó el puente de la nariz. "Bueno, gracias a los dioses". Gran parte de los conflictos en el reino habían cesado debido al hecho de que gran parte de la Casa Targaryen y los de su clase habían sido aniquilados. "Un problema adicional con el que no tenemos que lidiar".

El salón del Consejo privado estaba lleno de figuras importantes. Robert se encontraba rodeado de rostros serios y cansados. Jon Arryn, la recién nombrada Mano del Rey, dirigía la reunión y discutía los eventos recientes tras el fin de la Rebelión. Era el apoyo de Robert, su mentor, y se sentía agradecido de tenerlo a su lado en esos momentos tumultuosos.

Elbert Arryn, el heredero del Eyrie, escuchaba atentamente junto a él. Ser Barristan Selmy, el nuevo Lord Comandante de la Guardia Real, mantenía una expresión imperturbable, pero Robert podía sentir su mirada evaluadora sobre él.

Por supuesto, estaba Varys, el consejero de los rumores. Su presencia siempre ponía nervioso a Robert. Jon decía que de los miembros del consejo, Varys era el más peligroso. Nunca se estaba seguro de sus verdaderas intenciones o motivaciones, pero no se podía ignorar su astucia innegable y su capacidad para obtener información vital. Robert se preguntaba qué secretos conocía y a quién servía verdaderamente.

El Gran Maestre Pycelle, por otro lado, parecía estar más interesado en su propia retórica y elogios hacia el nuevo rey que en los asuntos verdaderamente importantes. Viejo imbécil.

Y luego estaba él, el hombre a quien más odiaba en la habitación: Tywin Lannister. Cada vez que sus ojos se encontraban con los del anciano, Robert podía sentir la condescendencia y el desprecio ocultos detrás de su mirada. Se mordía la lengua para no expresar en voz alta lo que realmente pensaba. El anciano infeliz me trata como si fuera un mocoso.

Pero a pesar de su odio, Robert sabía que debía ser cauteloso en su trato con Tywin. Era un hombre poderoso, con un gran ejército a su disposición, y subestimarlo sería un grave error. Por lo tanto, se esforzaba por ocultar su desdén y trataba de mantener una fachada de respeto hacia el Viejo León.

Mientras la discusión avanzaba, Robert luchaba por mantener su concentración. Sus pensamientos enredados en el remordimiento que sentía por sus últimas decisiones, El dejar impunes los asesinatos de los Niños Targaryen y su pelea con Ned... la furia lo había cegado. Robert se había dejado llevar por el deseo de venganza, sin considerar las consecuencias de sus acciones. Ahora, el remordimiento y la culpa lo consumían cada noche.

Robert gruño. No es como si él los hubiera matado u ordenado a Tywin Lannister que lo hiciera. No. La voz de Ned resonó en su mente. Los llamaste cachorros de dragón y perdonaste a sus asesinos.

Asesinar bebés. Robert se sintió mal del estómago.

Robert también se preocupaba por Lyanna. Habían pasado semanas desde que Ned abandonó la capital en busca de su hermana. La ansiedad y la preocupación lo estaban carcomiendo, y anhela cada día recibir noticias de su amada.

Intentó enfocarse en la reunión, pero sus pensamientos volvían una y otra vez a Ned y a Lyanna. ¿Dónde estaría ella en este momento? ¿Estaría a salvo? La ansiedad lo carcomía por dentro, y quería salir corriendo de la sala para aclarar su mente.

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