Capítulo 5 ~Parte 3

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Tendido sobre el colchón y con las sábanas hasta por encima de su pelvis, cubriendo su tatuaje de estrella completamente, el Príncipe abre los ojos poco a poco, colocándolos sobre los míos fijos en él.

Se encoge de hombros al reconocer la duda con la que lo miro.

Estoy a punto de preguntarle cuál es la razón de tanto cuidado en la limpieza, pero él niega con la cabeza, adelantándose a mis palabras.

—Cosas de trabajo —dice al final.

Se yergue un poco sobre el colchón, recuperado totalmente, y alcanza la botella de vino encima de la mesa. Me sirve una copa hasta la mitad y me invita luego a recostarnos en la cama con las sábanas hasta arriba mientras comemos frutas y miramos el cielo a través de los paneles polarizados.

Extiendo mi brazo izquierdo hacia su dirección, haciéndole un espacio entre mi cuerpo y la cama, invitándolo a recortarse sobre mi pecho desnudo, pero desvía la mirada durante algunos segundos y se muerde el labio inferior antes de hablar, pusilánime.

—No me lo tomes a mal, pero..., bueno... —empieza con la voz temblorosa, con temor a conocer cuál puede ser mi reacción mientras anuda sus dedos entre sí mismos y aprieta los labios para proseguir—, no me gustan, ya sabes...

—¿Los abrazos?

—La cercanía en general —me corrige, sonriendo con nerviosismo—. Pero si tú quieres, yo puedo acercarme un poco a-

—Está bien —lo tranquilizo, atrayendo mi brazo hacia mi cuerpo nuevamente. Suelta un respiro profundo, a salvo, y se disculpa antes de ocultarse casi por completo debajo de la sábana, avergonzado y claramente asustadizo.

—¿Qué te gustaría hacer ahora? —dice a mi lado, luego de algunos minutos en completo silencio. Miro hacia el reloj al lado del estéreo que todavía está encendido y reconozco que todavía tenemos dos horas más de tiempo—. ¿Quisieras ir a la cama o a la ducha?

—Quiero estar aquí —respondo con el tono bajo, sintiendo la forma con la que sus piernas se entrelazan entre sí mismas debido al frío que empieza a llegar desde fuerza mientras sus dedos dibujan formas irregulares sobre el espacio que hay entre las sábanas y nosotros con suavidad.

—Bien —responde de vuelta, alcanzando una uva de la mesa pequeña y colocándola entre mis labios cuando el silencio se hace parte de nosotros.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Depende —dice mientras mastica una frutilla que acabo de dejar dentro de su boca hace pocos segundos.

—¿Depende de qué?

—Hay cosas que no puedo responder —dice enseguida, mirándome de frente con el cuerpo ladeado hacia el mío—. Por ejemplo, mi nombre, información personal, número de teléfono, dirección y..., bueno, ya sabes, cosas personales.

—Entiendo —asiento—. Si estoy siendo muy personal dime que lo estoy haciendo, ¿sí?

—Vale —responde con el tono calmado, volviendo al personaje distante y fuerte que ya conozco en muy pocos segundos.

—¿Por qué no te gusta que te digan Príncipe? —empiezo con suavidad, o eso es lo que creo hasa que siento su cuerpo ponerse duro a mi lado mientras su mirada se desvía hacia su frente y luego cae sobre mí nuevamente, agitado. 

Tarda en responder.

—Estás cruzando la línea —dice con la voz oscurecida, lejos del chico tan suave y debilitado que se deshacía entre mis brazos a cada suspiro hace pocos minutos atrás.

—Pero eso no es algo que sea personal, ¿o sí?

—¿Qué te dije Tom? —frunce los labios, empezando a molestarse.

Ángel || TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora