Ángel || Toll

Capítulo 10

NOTA IMPORTANTE: 

Si alguna parte del capítulo te desagrada, o simplemente, la aborreces, por favor, deja de leer, no lo denuncies ni reportes. Me han llegado notificaciones de que están silenciando el fic, ocultándolo de los propios lectores y demás usuarios, quitándolo de las recomendaciones para nuevas personas y reportándolo (a pesar de que tiene la etiqueta de MADURO). Por favor, solo deja de leer. No prives a nuevos lectores de seguir el fanfic porque me cuesta mucho trabajo re-escribirlo en base al borrador que logré recuperar (obviamente, incompleto), corregirlo y subirlo. 

Posdata 1: ¿Por qué no comentan, ehhhh? Me quedó así al volver aquí y solo ver estrellitas: 🤨💔. Bueno, tampoco es obligatorio, but... 

Posdata 2: TODO ES FICCIÓN.

Gracias por leer  ❤.

...

Nomandía, Francia, 1999.

Adoraba colorear. Tanto como adoraba los animales y las flores.

Colorear era su segunda actividad favorita. Después de leer, claro.

Y también después de hablar.

O de contar las estrellas, todas las noches sin falta, desde su cama al lado de la ventana más grande de su casa. Solo que aquí, en esta nueva casa, la ventana era tan pero tan pequeña, y tan pero tan alta, que a duras penas podía ver un destello delgado de luz del sol golpear la pared al frente de su cama en las mañanas y oscuridad pura durante las noches.

También adoraba despertar. Abrir los ojos y tener que cerrarlos al instante porque la luz del sol le pegaba directo en la carita, haciéndolo cubrirse con las sábanas nuevamente y restregarse sus ojitos con sus dos manitas hechas puños mientras encontraba el piso a tientas, corriendo fuera de la cama sin zapatos y con la sábana a rastras una vez que estaba seguro de que el piso iba a sostenerlo.

Dormir también le gustaba. Y más cuando su abuelito dejaba que Gustav se quedara hasta la mañana siguiente, leyendo, coloreando, devorando botanas, señalando los abetos más lejanos que podían ver por la ventana y turnándose para quedar en guardia toda la noche, revisando que la lámpara al lado de la mesa de Bill no se apagara nunca. Él no toleraba la oscuridad. Le aterraba tanto que le había quitado la función al botón de apagado desde hace mucho tiempo atrás, colocando stíckers y señaléticas con grandes letras en rojo que describían un "¡peligro, no tocar!" dibujadas por él mismo alrededor.

Lástima que tanto su lámpara como su mejor amigo y persona favorita en el mundo, no estaban en el lugar donde se encontraba justo ahora.

Como sea, colorear estaba entre las cinco cosas que más le gustaban hacer.

—"Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el precio de la felicidad. Pero si vienes en cualquier otro momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos..."

¿Ritos?

¿Qué era un rito?

¿Era un dimininutivo?

¿Una comida? 

¿Un animalito que aún no descubría?

¿Tal vez un libro nuevo?