Día 30: Evermore

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Otro día más en el instituto. La clase, como de costumbre, es muy aburrida, más sin embargo en este momento estás tú a lado del escritorio del profesor y estás explicando un tema. La típica clase en la que los alumnos exponen los temas a ver... y aunque me gustaría decir que presto atención a lo que dices, en mi mente solo pienso en lo relucientes y brillantes que son tus ojos, aquellos que se sienten como si hundieran barcos en las aguas... tan tentadores que por poco salto en ellas.

Pero, al desviar la mirada de ti hacia nuestras demás compañeras, siento como se me achica el corazón. ¿Has escuchado sobre la fiebre del oro? Fue un periodo en el que una gran cantidad de inmigrantes llegaron a la cercanía de San Francisco en busca de dicho metal, en este caso, tú eres el oro y no me gusta la fiebre de oro. No me gusta tener que evitar que mi cara se sonroje cada vez que estas cerca, cada vez que te miro, cada vez que me hablas... Dios sabe cuánto me cuesta...

Y más aquí, mirando como cualquiera de estas chicas muere por sentir tus caricias. Todo el mundo te quiere y todo el mundo se pregunta cómo sería amarte...

Para cuando me doy cuenta, ya has terminado tu exposición. Pasas frente a mi y te ignoro rápidamente. Tengo que disimular esto. No puedo ni quiero ser una más, y lo más lamentable es que aunque finja, yo sé que lo soy.

...

Cierro mi casillero y te visualizo acercándote. No me gusta la cámara lenta ni ver las cosas dobles con tono rosa, pero así es como te veo. No me gusta que enamorarme se sienta como volar hasta que tus huesos se rompen, pero así es esto.

Eres mi mejor amigo y por eso te acercas a hablarme, pero aún cuando te llevas la mayor parte de mi atención, me es difícil ignorar como las demás chicas te ven. Todo el mundo te quiere, pero no me gusta la fiebre del oro.

...

Te miro desde las gradas de la cancha, tú te encuentras jugando al baloncesto con los demás chicos y yo estoy aquí, acompañada de las chicas, pero sin escucharlas, pensando en cómo debe ser crecer siendo así de hermoso con tu cabello cayendo en tu rostro como dominó...

Y entonces continuo con mi delirio, imaginando escenarios en mi cabeza que nunca se harán realidad, imaginando que el mundo pensaría que nunca había visto un amor tan puro como este, pero todo se vuelve gris porque nunca podremos estar juntos.

Entonces un grupo de chicas se acerca a ustedes y unas directo a ti...

No me gusta la fiebre del oro...

Desvío mi mirada, pero luego noto como mis amigas mantienen su atención en la cancha, para luego dármela a mi. Volteo de nuevo y vuelvo a pensar en cómo no me gusta evitar que mi cara se sonroje. Tú vienes hacia mi.

Siento que la coloración se está haciendo presente por más que intente evitarlo, luego me doy cuenta de las miradas molestas y decepcionantes de las otras chicas... no me gusta que cualquiera muera por sentir tus caricias. Todo el mundo te quiere. Todo el mundo se pregunta como sería amarte.

Pasas frente a mi y yo finjo, te ignoro rápidamente, más aún así te sigo viendo en cámara lenta y en tonos rosados. Sonríes un poco y extiendes tu mano hacia mi.

...

Después de marcharnos, nos encontramos en tu auto, tú manejando hacia mi casa, enfocado en el camino; y yo, pensando en lo hermoso que eres, en tu cabello cayendo en tu rostro como dominó. Volteas hacia mi y yo desvío la mirada hacia la ventana.

Ya no puedo atreverme a soñar contigo...

Porque nunca podremos estar juntos...

Despego mi mirada de la ventana justo cuando estamos frente a mi casa y volteó hacia ti de nuevo.

Relucientes.
Brillantes.

Me hundo como un barco en las aguas cada vez que miro tus ojos malva. Tan tentadores, que siempre por poco salto en ellos.

Pero no me gusta la fiebre del oro.

Pero no me gusta la fiebre del oro

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